Tuesday, November 22, 2005

El libro

El libro quedó sólo, blanco en la mesa, mimetizado
entre servilletas de papel que no existían.
Inconscientemente quedó, a la vista de comensales
robotizados de sábado a la noche, bajo la copa
de vino cabernet que rotaba labios en palermo.

Ni cuenta se dio nadie, ni siquiera aquellos que
momentos antes leían bajo la luz tenue y no
entendían los nombres de los platos. Ahora bailan
entre siluetas desconocidas no se qué aniversario y
el libro, sólo, va de mano en mano hacia la cocina.

El rescate infructuoso franquea guardias y meseras,
despliega manteles multiuso y llora poesía frente
a interlocutores frívolos, beodos, que intentan seducir
a la noche con sus billeteras verborrágicas. El timbre
de salida se apresta a señalar la estampida mortal del libro.

La desazón es insoportable, quizá los días traigan un hallazgo
inesperado o una nueva impresión que paliará la ausencia pero
no la señal de que nunca nada puede volver a empezar. Mientras
tanto, la gota cae sobre la pestaña del libro y destiñe una
por una distintas letras que no alcanzan a formar palabras.