Wednesday, November 09, 2005

Dos clases de clase

Martes, fin de tarde. En algún lugar de la ciudad de la furia, irritados periodistas de Crónica impiden el paso de los automovilistas que forman, estáticos, interminables filas de impaciencia.

Muy cerca de allí, en un oneroso claustro de amplias dimensiones, profesor cabeza de kiwi diserta tímidamente acerca de sus dudosos conocimientos. Saluda gentilmente al rezagado con una inclinación del cuerpo que deja aún más a la vista su prominente calvicie circundada de canas. Tanto estudio debe haberle hecho envejecer en forma prematura.

Parece que fue ayer cuando te expulsaron del instituto, por pegar en el techo del aula pescaditos de goma, ¿te acordás?, sí, te acordás. Cabeza de kiwi, ahora devenido en amable catedrático, se abrió de gambas, se hizo el boludo, miró para otro lado.

¿Qué tiene que hacer catalana guapa, al salir de aquí? Joder, además de saber tanto tanto, ¿se pone cachonda de tanto en tanto? Adivino algo contenido, apetitosas formas tras sus ropas de vieja.

Profesor kiwi plantea un problema. Te preguntás, ¿no hay ya suficientes problemas como para inventar uno? ¿O acaso no le da el cuero y les pasa la pelota a sus alumnos? ¿O quizá pretenda que le resuelvan un caso real que él mismo no puede resolver? Parece haber olvidado que esa cara, incluso con pelo, ya era impresentable en su adolescencia y que, pese a ello, lo sacaste a la cancha. Y vos no olvidás que te negó tres veces antes de Mr. David.

Nuria, pero qué nombre más bonito, tamaños pechos esconde usted bajo esa blusa, hala, quítesela, y también esas bragas que voy a follarla aquí mismo, delante de todos.

Kiwi académico finaliza su exposición. La audiencia, obsecuente, aplaude. Vos no. Te saluda personalmente, ¡mi viejo, qué decis!, refiere en forma amistosa. Lo mirás fijo, escudriñándolo, a los ojos. El tipo entiende, es olfa pero no estúpido, vuelve a inclinar la cabeza, evade.

Acojonante, profesora, lo que me hace, quién hubiera dicho de lo que es capaz, procure lo único no lastimarme con esos frenos, que esta polla es la única que tengo, tía.

Martes, noche, ciudad de la furia, la manifestación ha concluido. Los supuestos periodistas se han desconcentrado pacíficamente. Sólo quedan sus infinitos panfletos blancos inundando la avenida. La casa de estudios baja lentamente sus cortinas. La propia urbe se apresta a quedar desierta.