Monday, June 30, 2008

Una de mutantes

Otto maneja en silencio por la colectora. Los chillidos de los niños exaltados (generalmente por causa de sexto sentido), se cuelan en sus oídos entre tema y tema. Cada tanto, Goyito pregunta algo acerca de una canción, o comenta alguna banda que conoce porque se la hizo escuchar su viejo rockanrolero. El pibe juna bastante de Led Zeppelin, Pink Floyd, Queen, The Police, Bob Marley. Y Otto ya le enseñó a escuchar The Doors, The Cure, UB40 y, por supuesto, los Stones. Sexto sentido, en cambio, de música no entiende nada, pero parece que le gustan las películas de mutantes, porque en el último tramo, cuando los demás se bajan, tira algo así como: ¿viste Mutantes IV conquistan el planeta Tierra? Otto contesta que no. ¿En serio no la viste?, alquilatela, está buenísima. Otto le dice que no le gustan las películas de mutantes. ¿Cómo no?, pero esta es buenísima, no sabés, mirá, te la cuento, resulta que en un pueblito la gente se empieza a volver mutante y entonces... y después... y en un momento hasta el perro se convierte en mutante... y entonces... y resulta que... Mientras le sangran los tímpanos, Otto vislumbra la puerta del edificio en que vive sexto sentido, lo que equivale a saber que bajará del auto y dejará de hablarle de mutantes, en unos metros nomás, que igual parecen eternos. Pero el niño está poseído y sigue contando detalles de la bendita película mientras desciende en cámara lenta. Otto, que a esa altura ya teme que el pibe se convierta en mutante y le muerda la yugular, lo apura: hasta mañana nene. Chau, chau, mirátela, haceme caso, está buenísima. Te dije que no me gustan las películas de mutantes. Pero esta no te puede no gustar, es buenísima. Bueno, bueno, hasta mañana.

Al día siguiente, baja la bandera y los niños comienzan a acercarse hacia donde espera Otto mirando a ciertas mamitas del colegio desde detrás de sus anteojos negros. Sexto sentido hace colear su mochila 4x4 a milímetros de uno de los pies de Otto y pregunta: ¿Y, la viste? ¿Qué cosa nene? Si viste la película que te dije ayer. No. ¿Por? Porque te dije que no me gustan esas películas. Ufa Otto, si te digo que es buenísima. No me gus tan las pe lí cu las de mu tan tes, ¿qué parte no entendés nene? Pero qué cabezón que sos che, ya veo que nunca te la vas a alquilar, así que mañana te la traigo. Otto ni contesta, pero no puede evitar imaginarse acostado en la cama, con un enorme paquete de pop corn y una coca cola ultra size, mirando una de mutantes...

Friday, June 27, 2008

La Serva Padrona & Acis y Galatea

Teatro Avenida. Jueves 26 de junio.
La Serva Padrona, intermezzo en dos partes. Música: Giovanni Battista Pergolesi. Libreto: Gennaro Antonio Federico. Originariamente era un intermezzo en la ópera seria de Pergolesi Il prigioniero superbo. Sonia Stelman (Sepina), Sergio Carlevaris (Uberto), Juan Peltzer (Vespone).
Acis y Galatea, masque en tres actos. Música: Georg Friedrich Haendel. Orquestación de Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto: John Gay, John Hughes y otros, basado en Las Metamorfosis de Ovidio. Leonardo Pohl (Acis), Soledad de la Rosa (Galatea), Alejandro Meerapfel (Polifemo), Lucas Werenkraut (Damon).
Oscar Barney Finn, dirección escénica. Raúl Bongiorno, escenografía. Mini Zuccheri, vestuario. Eli Sirlin, iluminación. Coro y Orquesta de la Universidad de Buenos Aires. Dirección musical: Andrés Gerszenzon.

Interesante puesta doble de Juventus Lyrica en el precioso Teatro Avenida, la de la ópera buffa La Serva Padrona, de Pergolesi, combinada con la composición barroca Acis y Galatea de Haendel, modernizada orquestalmente por Mozart. La obertura de la Oda a Santa Cecilia, también de Haendel, tocada con soltura por una orquesta muy convincente, dio paso a la introducción, en la que dos actores (uno en idioma italiano, el otro en inglés bien británico) se disputan graciosamente el primer lugar en la representación. Y triunfa La Serva Padrona, que comienza luego de un cruce desdeñoso entre las protagonistas de ambas obras.
Esta pieza breve y cómica, nacida como intermezzo de ópera seria para entretener a los espectadores, narra en forma natural y fresca la historia de Uberto, un solterón altanero manipulado por su criada Serpina, cuya única y constante obsesión es casarse con él y pasar, precisamente, de sierva a patrona. Es muy acertada aquí la escenografía, sencilla mas dinámica y original, de Raúl Bongiorno: los propios intérpretes se encargan de mover sobre el escenario los pocos recursos utilizados y la segunda parte es presentada boxísticamente con un cartel. Ello, sumado al hermoso vestuario escogido por Mini Zuccheri, le otorga una base de credibilidad imprescindible al hilo narrativo, exaltado por las brillantes interpretaciones de ambos protagonistas.
El histrionismo y la perfecta dicción del bajo Sergio Carlevaris subsanan con creces su por momentos baja fuerza vocal, con unas dotes actorales difíciles de hallar en el género: es genial su interpretación del amo engreído y a la vez dubitativo que acaba dejándose manipular por su criada. Su pacato Uberto, de movimientos cortos pero efectivos, derrocha una enorme gracia y expresividad que, con reminiscencias del gran Alberto Sordi en los gestos y las miradas, hace reír y mucho.
La bella soprano Sonia Stelman, de su lado, entrega una Serpina de gran porte, muy bien cantada y actuada. Su voz aparece entonada, limpia y afinada y su personaje dotado de mucho humor, en especial en el pasaje en que relata a la audiencia cómo histeriquea y maneja a su patrón, priorizando sus caprichos. La pareja cierra la pieza en forma muy solvente, cantando a dúo y con sus corazones haciendo eco en una orquesta dirigida con presteza por la batuta de Andrés Gerszenzon.
La obra restante, Acis y Galatea, un tanto extensa quizá, no resultó tan felizmente representada. El libreto, basado en la mitología clásica de Ovidio, cuenta la historia de amor entre ambos protagonistas, con un monstruo malvado y acechante (Polifemo) que, obvio es decirlo, pretende a la dama y ataca a su amante.
Debe, sí, resaltarse la interpretación de Galatea de la talentosa soprano Soledad de la Rosa, que fue todo lo brillante a que nos tiene acostumbrados (su cierre final resultó sencillamente magnífico). Un tanto errante y nervioso comenzó el tenor Leonardo Pohl (Acis), con un registro de voz algo acotado, aunque hacia el epílogo se haya recompuesto un poco. No sólo el suyo, sino también el inglés de Werenkraut (Damon) y de uno de los solistas del coro, sorprendieron por su rusticidad y dificultaron una comprensión más precisa de la historia.
Muy bien cantado, en cambio, el Polifemo de Alejandro Meerapfel, aunque su vestuario haya roto el buen tino con que hasta ese momento se había arropado a los personajes (en lugar de un monstruo parecía un jugador de hockey sobre hielo). Resultó, en esta pieza, más discreta la escenografía, la veta actoral e incluso la coreografía, lo que permitió, en contrapartida, un mayor lucimiento del coro (muy correcto en su interpretación grupal) y de la orquesta a la hora de tocar las bellísimas melodías de Haendel.
Una gran idea de Juventus Lyrica, la de cruzar en forma tan simpática dos obras contemporáneas entre sí aunque muy dispares, con interpretaciones individuales descollantes por lo bien logradas (ambas sopranos en punta) y otras con ciertos altibajos, pero que complementadas con una orquesta casi impecable y la calidad general de su enfoque, vestuario y escenografía conforman una propuesta sumamente agradable.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Thursday, June 26, 2008

Los Cafres: fiesta reggae

El martes 24 de junio tuvo lugar la última presentación de Los Cafres en La Trastienda. Una hora y cuarto aguardó la nutrida concurrencia el inicio del show, pero apenas sonaron los acordes del primer reggae la espera quedó en el olvido. Porque la banda luce aceitada en vivo, suena muy bien y, tanto sus letras como sus melodías son agradables y pegadizas, invitan a cantar y a bailar. Y Guillermo Bonetto, todo de negro –incluidos su sombrero y anteojos-, previo disculparse por la demora y por un supuesto estado gripal (que no afectó para nada su canto durante el concierto), se apoderó de la escena por completo, como es su costumbre en cada ritual cafre.
Una vez más la excusa del show fue presentar, por partida doble, los últimos discos de la banda: Hombre simple y Barrilete. Y luego de llenar el Luna Park poco tiempo atrás y de dos funciones la semana anterior, se encontraron con una Trastienda casi completa. Arrancaron con los temas nuevos Barrilete, Momento y Verte bien, los vientos sonando a la cabeza (preciosa la flauta traversa) y Bonetto moviéndose como una gacela sobre el escenario. Le siguió Mostrame cómo sos, del álbum Quién da más (2004), que ejecutaron enganchada con la bella Tus ojos, perteneciente al disco Suena la alarma (1997).
El cantante, que supuestamente estaba engripado, se lució en la interpretación de las nuevas Agua e Isla (en ésta última volvió a destacarse la flauta traversa). Y dio paso a La foto de Zapata, incluida en Instinto (1994) e Instinto dub (1995, gran versión), enlazada sin interrupciones con Hijo, también de Quién da más. Bonetto, entusiasmado, decidió entonces quitarse los anteojos para cantar el clásico Aire (versionada en forma exquisita por la banda), a la vez que miraba, sonreía y estrechaba las manos de la gente cercana al escenario. Engancharon una vez más, esta vez con otro clásico: De mi mente, quizá una de las mejores canciones del grupo, en uno de los momentos más celebrados por la gente. Y fue el momento de Loco, cerrado con un solo de vientos muy ajustado.
Hubo entonces un intervalo de unos quince minutos y Los Cafres regresaron para hacer varias canciones más. Y Bonetto siguió cantando: en inglés, cambiando el registro de su voz, bailando como sólo él lo sabe hacer, actuando e interactuando con su público: por momentos se asemeja a un encantador de serpientes o, mejor dicho, si nos atenemos a sus movimientos, a la propia serpiente cuando baila encantada.
Los vocalistas de Iluminate, invitados para la ocasión, rapearon a más no poder la letra de Hombre simple en forma muy lograda. Y fue ésta, probablemente, la perla de la noche, porque la versión fue arrolladora y deliciosa.
Corazoncito fue el momento de máximo lucimiento para los solventes vientos de la banda y la oportunidad que encontró Bonetto para despedirse de la gente hasta la próxima ocasión. Porque luego vino el cierre a todo reggae, con las clásicas Si el amor se cae, Bastará (a toda voz rastafari) y La receta, que convirtieron a La Trastienda en una verdadera fiesta de ritmo y brazos en alto.

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Wednesday, June 25, 2008

Antonio Birabent: solo en la calle Corrientes

Antonio Birabent es un tipo sencillo, que gusta de compartir sus numerosas canciones (cuenta con diez discos en su haber) y generar una intimidad con su público. Así lo ratificó el domingo 22 de junio en el Teatro Metropolitan de la calle Corrientes, en un concierto llano y algo solitario, que arrancó sin demasiadas pretensiones y de forma muy agradable, aunque luego finalizara con la asunción de ciertos riesgos innecesarios no del todo bien resueltos.
Un poco más tarde de lo esperado, el músico – actor se presentó en soledad, munido únicamente de su guitarra acústica y guarecido bajo un saco y un sombrero oscuros. Previo autodenominarse como un producto de las ciudades (un “ser urbano”), abrió la noche, precisamente, con un tema de su álbum Buenos Aires (2003), llamado Bienvenida seas, para seguir con Demoliciones, del disco homónimo, compuesto en Montevideo.
Luego de homenajear a las dos orillas del Río de la Plata, echó mano de un termo lleno con té de jengibre que lo acompañaría en gran parte de la velada y que luego trocaría por un vaso de vino tinto. Birabent adujo estar mal de la garganta, pero lo cierto es que no se notó: su voz lució clara en cada interpretación.
El show prosiguió con la conocida Hombres justos, de su disco Tiempo y Espacio (2005), cuya versión en estudio fue grabada a dueto con Pity Álvarez, y luego con Río en espiral, una bella canción ejecutada con armónica y guitarra eléctrica, que para orgullo del cantautor fue grabada por dos grandes: León Gieco y Mercedes Sosa.
Fue el turno de otra letra dedicada a Buenos Aires, la interesante Sos verano, precedida por el chillido de un niño mezclado entre la audiencia. Birabent fue grabando su propia base en escena mientras le hablaba a su ciudad: primero unos golpeteos sobre su guitarra, luego un acorde y otro, un pequeño solo y, finalmente, distintas voces. El resultado fue satisfactorio y novedoso y acabó con el músico bajando el volumen justo antes de que las luces se apagaran. Una lástima que con el correr del concierto terminara abusando de su propia originalidad, convirtiendo la rareza en recurso, con el consecuente desvanecimiento de su efecto inicial.
Una banda que sonó poco pero muy bien, compuesta por batería, guitarra, bajo y trombón, se unió al anfitrión para hacer otras dos canciones de Demoliciones (2007): El fuego que está por venir y la hermosa El sueño de la ciudad (también dedicada al Uruguay). Y quedó sabor a poco, porque el acompañamiento se retiró y, hay que decirlo, la fuerza escénica y sónica había escalado con mayoría de músicos en acción. Pero Birabent, desde el título de su concierto: “Solo en la calle Corrientes”, ya había apostado por este formato.
Sin embargo, la retirada de la banda dio lugar a la aparición de los invitados. Ariel Minimal se le sumó en otra composición del cd Buenos Aires: El fin de la noche, en lo que fue uno de los puntos más altos de la noche. Luego hubo una devolución de gentilezas e hicieron un tema de Pez, la banda del visitante. Y le siguió una osadía vaticinada por el propio Birabent: la interpretación a dos voces (con algunos desajustes), sin micrófonos y acompañados por dos pequeñas guitarras, junto con Lisandro Aristimuño, de dos viejas canciones de Anatomía (2000), aquella que le da nombre al disco y Aishteru (te amo en japonés). Quizá haya sido desacertado correr menudo e innecesario riesgo.
La versión de la beatle You´ve got to hide your love away que le siguió, en cambio, estuvo muy bien. Y continuó in crescendo la atención de su público (que fue indulgente con los reiterados tamborileos del cantautor sobre su guitarra), con la clásica Salgo a caminar y con Una vez, ambas de su debut discográfico Todo este tiempo (1994).
Hubo tiempo para un estreno, el tema inédito Te lo ruego (muy interesante), y también para la bella y eléctrica Madrid (gran letra), del disco Azar (1997), aunque fue aquí que comenzó su insistencia con la grabación de sus bases en el escenario, recurso que logró deslucir el tema Libélula (otro de Azar) que posiblemente hubiese sonado más convincente respaldado por su banda, sobre todo a la vista de la ajustada performance de ésta (con guitarra slide incluida) a su regreso para hacer Viejo barrio (los músicos de la banda se limitaron a tocar canciones del último disco) como despedida.
El bis volvió a encontrar a Birabent solo frente a su público. Dos canciones más, entre ellas Guitarras rotas. Y todavía un poco más de grabación en escena. Final con armónica y linterna apuntando al público para un espectáculo con ciertos altibajos: bellas letras, camaradería y agradables melodías entre sus puntos altos, apelación reiterada a recursos que se agotaron al momento de su utilización primigenia, entre sus desaciertos.

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Tuesday, June 24, 2008

JOSS STONE: un show brillante

Segunda función de la joven cantante británica en el Luna Park, el sábado 21 de junio. A las 21.30 hizo su aparición la sólida banda que la acompañó en su paso por Buenos Aires, compuesta por músicos de largo recorrido histórico por el soul (algunos de ellos, como el saxofonista Christian Lohr, tocaron con el mismísimo James Brown). E instantes después, descalza, ella se adueñó del escenario para el resto de la velada. Es que Joss Stone no sólo canta con el alma sino que conjuga su privilegiada voz con una inocencia y una gracia de movimientos que logra una comunión absoluta con su público, que no hace más que disfrutar en la hora y media que dura el espectáculo.
Arrastrando sus pies desnudos sobre las alfombras persas colocadas al efecto, comenzó con Girl they won’t believe it y fue respaldada en cada interpretación por tres simpáticos coristas que hicieron las delicias de la gente con sus histriónicas coreografías. La sincronizada base de batería, guitarra y bajo fue siempre acompañada con solvencia por dos instrumentos de viento (saxo y trompeta) y dos teclados. Siguieron Head turner y la preciosa Tell me what we’re gonna do now, que arrancó la primera ovación de la noche de un Luna Park casi completo. Y Stone, sencillamente arropada con un pantalón blanco suelto y una musculosa azul (con ciertos detalles seudo hippies, como un largo pañuelo violeta a modo de cinturón y abundante bijou), se brindó por completo, dando rienda suelta a su ternura y sus seductores desplazamientos. Un efusivo grito de la platea masculina: “Te quierooo”, fue el prolegómeno perfecto a la celebrada Super Duper Love, uno de los puntos altos de la noche, con la gente de pie acompañando con su baile, su canto y sus palmas.
La británica es una especie de niña grande. Interactúa de manera naive con la audiencia, ríe constantemente (por momentos hasta se tienta de la risa), pero a la hora de cantar lo hace como una experta, como una de las grandes damas del soul, demostrando que no se trata de la joven promesa que era al momento de surgir en su adolescencia, sino que ya representa un valor absolutamente consolidado. La forma en que interpretó Fell in love with a boy, pidiéndole al público que lo sienta y coree, susurrando, por momentos casi a capella, fue su prueba más cabal.
Stone posee, además de una gran voz, mucha gracia. Corre de una punta a la otra del escenario, hace competir en canto a los distintos extremos del estadio, se arrodilla en el suelo y se compenetra mucho en sus canciones de amor. Y también se hace tiempo tanto para tomar una taza de té en plena interpretación como para bailar en forma muy sexy y usufructuar su enorme atractivo, porque ella sabe que es linda y lo usa en el buen sentido.
Continuó el show con preponderancia de temas de su álbum debut: The soul sessions. Y Stone siguió divirtiéndose con su público, explicando una canción dedicada a su familia, amenazando con retirarse si no cantaban con más ganas y rogando que la dejaran ponerse seria para poder interpretar una canción triste (la conmovedora The Chokin Kind). En Music fue acompañada inicialmente sólo por un piano, para luego incorporarse en gran forma el resto de la banda, con especial lucimiento de los vientos.
Llegó el turno de repasar su segundo disco: Mind body & soul. Se sucedieron entonces las animadas Don’t cha wanna ride?, Less is more (con un perfecto comienzo de reggae) y el hit You had me, otro de los puntos altos de la noche, en un clima perfecto, con un ensamble sin fisuras entre la poderosa voz de Stone y su virtuosa banda tocando cada tema como si fuese el último (guitarra, trompeta, todo sonaba bien). Y el público, de parabienes, bailando a más no poder.
El final, con Tell me about it (dedicada “a todas las chicas”), permitió la presentación y un pequeño solo de cada uno de sus virtuosos músicos, y encontró a la cantante nuevamente corriendo, a lo Jagger, de un extremo a otro.
Y hubo tiempo aún para un festejado bis, con Right to be wrong, que casi no pudo terminar de cantar a la luz de los celulares de todos los presentes, a causa de la tentación que no le permitía dejar de reírse. La preciosa versión del clásico No woman no cry y Stone haciendo equilibrio entre los parlantes para poder llegar más lejos en su ofrenda de repartir, de a una, un ramo de rosas a su público, fue la postal perfecta de un show brillante, probablemente el mejor que se haya visto en este año 2008 por estas latitudes.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Monday, June 23, 2008

Nada fue un error



(para vos... y para mis queridas chancles)

Sunday, June 22, 2008

Mi amigo el punky

"...A la literatura argentina contemporánea le falta mucho rock. No es que no haya, porque lo hay; mi generación lo asimiló bien, no agarró los detalles más decorativos sino que depuró una ética: las lecturas, la autogestión, hacerlo vos mismo, pelearla más. En la década del ’90 era todo tan agresivo que te ibas endureciendo. En mi generación hay una ética más ligada al rock, a lo grupal, a cuestionar ciertas imposturas y a no digerir las cosas tan rápido..."

(la nota completa a Terra del jueves en Página 12, acá)

Saturday, June 21, 2008

Un secreto

Un niño frágil y temeroso. Unos padres deportivos y esbeltos. Un hermano fantasma. Un entorno silenciado. Partiendo de esos elementos el director Claude Miller irá revelando, pista por pista, un enigma: el secreto que da título a la película y a la novela homónima y autobiográfica de Phillipe Grimbert en que ésta se basa.
Filmada invirtiendo el orden habitual del blanco y negro y el color (en este caso aplicado al pasado), la voz en off de ese niño alicaído y decepcionante para sus padres (ahora un asistente social adulto) dará paso a la narración de la trágica historia de la familia, siempre en tiempo presente, primero en la posguerra y luego, más atrás, en una tercera secuencia temporal, en la Francia ocupada de la segunda guerra mundial. Pero más no se puede contar sin revelar la trama de la película.
Sí decir que Miller, contemporáneo de Grimbert, autor de la novela y protagonista de la película, pertenece al igual que éste a una familia judía no religiosa, lo que probablemente nutre al film de una doble visión autoreferencial. Pero el director logra, tomando al grupo familiar en particular, hacer un retrato bastante fiel de la época, nutriéndose de imágenes documentales y evitando echar mano a golpes de efecto o imágenes de alto impacto.
Obtiene, así, un resultado muy fuerte con un tratamiento lateral del holocausto, ilustrando en forma implícita la persecución física y asesina sufrida por el pueblo judío, y más explícitamente la brutal afección psicológica que perdura hasta nuestros días. Es, en ese sentido, original el abordaje de una temática largamente tratada en el cine y satisfactorio el resultado de la propuesta.
El elenco, por su parte, se muestra solvente en general, especialmente las dos protagonistas Ludivine Sagnier (Hannah) y Cécile De France (Tania), ésta última dueña de una belleza perturbadora ideal para su personaje. Destaca la impecable fotografía de Gerard de Battista, aunque uno se quede con ganas de ver un poco más de París.
Un secreto es básicamente una película dura, que evita caer en golpes bajos o melodramáticos pero a la vez resulta muy emotiva, la narración de una historia sólida, vívida e interesante. Pero, por sobre todas las cosas, es un homenaje digno y sobrio a un pueblo tan maltratado a lo largo de los tiempos.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Friday, June 20, 2008

Antigua Jazz Band

Cuarenta años de jazz tradicional negro. A la vieja usanza. Esta orquesta es un prodigio musical imperdible. Con la atenta dirección del guitarrista Pablo Scenna (que ejecuta, también, el banjo con solvencia), pendiente de cada mínimo detalle de los suyos, ofrenda a los espectadores un concierto lleno de virtuosismo, con el marco ideal para sus presentaciones de un Teatro Maipo que cada día luce más bello.
El ritual comienza con los músicos ingresando uno a uno en escena, ensamblándose en forma sincronizada cada cual con su inmediato predecesor: se suceden así la batería, el contrabajo, el piano, los saxos (alto, tenor y barítono), el clarinete, las trompetas, el trombón y finalmente la guitarra de Scenna, para completar la formación base.
Puntapié inicial con Take the A train, de Billy Strayhorn (un clásico, escogido por los Rolling Stones para abrir su álbum en vivo Still life) y, a partir de allí, una recorrida por grandes canciones del jazz tradicional, abundante en solos instrumentales de lo más variados y lucidos diálogos de los vientos entre sí, con el piano, las cuerdas (estos muchachos todo lo hacen parecer fácil).
El director de la orquesta, entre una y otra interpretación, se hace tiempo para ponerle una cuota de humor a la velada, para explicar al público detalles de la afinación alternativa de una guitarra y llevarlo de paseo hasta el origen del jazz, sus recursos y sus instrumentos artesanales.
Mientras tanto, van subiendo al escenario distintos actores: Osvaldo Ferrer para cantar un par de blues muy sentidos, el miembro fundador (de la agrupación) Osvaldo Ricci, ejecutante del particular peine de viento, una verdadera rareza (“tocar bien el peine es como peinarse con una trompeta”, así lo introduce Scenna) y muy dúctil también al momento de cantar o bailar y, como aditamento extra, los lujosos invitados convocados para esta segunda fecha del 16 de junio.
El primero, el pianista Jorge Navarro, por carisma y por solvencia, se convierte prontamente en uno de los dueños de la noche: toca con el alma, a lo Jerry Lee Lewis, y culmina su número con un solo impactante. Es el turno de Ligia Piro, dueña de una voz maravillosa, especialmente propicia para la ocasión. Su vestuario, un tanto rimbombante, no le impide dejar alelado al público con su interpretación de Cry me a river, esa bella canción de Arthur Hamilton que hiciera famosa Diana Krall. Por último, el luthier Daniel Rabinovich irrumpe en escena para ejecutar un enorme y circense instrumento de viento, dotado de numerosas variantes orales y manuales, acompañado por el coro vocalizado de todos los integrantes de la orquesta.
Es un verdadero lujo para Buenos Aires contar con una agrupación del calibre de la Antigua Jazz Band, que no sólo aborda los distintos ritmos del jazz casi a la perfección, sino que también se anima a trasponer límites hacia la música country o el charleston (con un toque de color aportado por dos formidables parejas de bailarines), con oportunismo para el lucimiento de cada uno de los instrumentos. Potencia, sincronización y esplendor transmiten estos músicos que, se nota, disfrutan plenamente de lo que hacen y, lo que es más importante, gustan de compartirlo con el público.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Un show casero

Alfredo Casero es un artista de culto que puede darse el lujo de improvisar sin tregua ni hilo conductor, burlarse de cualquier cosa, cantar en japonés y hasta en griego. Su estilo puede a uno gustarle o no, pero él ya se ha ganado la simpatía de un público prácticamente incondicional que, aunque en forma algo permisiva por momentos, celebra cada uno de sus comentarios.
Su nuevo show, Soloist, que se da en La Trastienda en la medianoche de los fines de semana, encuentra al artista en estado puro. Luego de una intro grabada, muy delirante, a lo Cha cha chá, exhibida a los espectadores en una pantalla grande, el enorme cómico (en todo sentido) se presenta acompañado de un pianista que se encarga de ir ambientando el clima propuesto en el atolondrado monólogo.
Casero sabe muy bien lo que la gente quiere y se lo brinda con creces. Desde pequeñas alusiones a la realidad política y social (siempre abordada por su veta humorística) hasta retratos de situaciones cotidianas de lo más banales (cuenta que no puede comer sushi en lo de una amiga que tiene un perro que se pasea por el living con el ano a la vista o que se trenzó a golpes de puño con una tía vieja que lo prepoteó), echa mano de todo lo que tiene a su alcance para arrancarle montones de carcajadas a su fiel audiencia.
Sus improvisaciones son por momentos muy logradas, Casero maneja los silencios y hasta la risa del público con maestría, aunque en algunos pasajes caiga en ciertos lugares comunes o resuelva una encerrona de su propio discurso recurriendo a la puteada fácil o al reparto de un par de cachetazos. Pero en líneas generales el espectáculo es sumamente entretenido.
Tal vez lo más original de la experiencia, del verlo en vivo y no pantalla de por medio, sea la intimidad que logra construir con el público en varias partes del show, como cuando el cómico cuenta su fluida experiencia en el Japón, su relación con la televisión, con la gente en la calle, con su colega Capusotto, o su constante búsqueda de nuevas formas artísticas (particularmente en el canto). Allí se despacha con una arenga: “si quieren hacer cosas, háganlas mal, pero háganlas, sin esperar el apoyo de nadie” y sorprende con la interpretación de dos canciones en idioma griego, acompañado por una pequeña orquesta de músicos típicos.
El artista de varieté y cantor, como a él mismo le gusta definirse, satisface largamente a un público muy reidor, que por instantes hasta lo hace tentar y lo aplaude sin pausa a lo largo de toda la noche, en las más de dos horas que dura la presentación. Y él mismo se divierte mucho, se parodia a sí mismo: “¡pueden creer que hay gente que dice que improviso!” y se lo nota sincero y contento. Un ida y vuelta perfecto. Está bien.

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Thursday, June 19, 2008

El Otro Yo explotó en Obras

Los hermanos Aldana presentaron su último disco, Fuera del tiempo, en el Estadio Pepsi Music (o Estadio Obras), el sábado 14 de junio. Con el grueso de la gente en un campo casi colmado y un fin solidario (los asistentes llevaron alimentos que la banda destinará a un comedor del conurbano sur), el show comenzó pasadas las 21.30 con María Fernanda cantando Apocalipsis y Locomotora, dos temas del nuevo álbum, mientras Cristian, metido dentro de un mameluco blanco, saltaba de aquí para allá con su guitarra, a lo Angus Young (junto con Gabriel Guerrisi hicieron estallar las guitarras), y el joven público se debatía en una marea de cabezas y un pogo casi constante acompañado de consignas anti stones.
Siguió la clásica 10.000.000, una gran canción, interpretada muy convincentemente por Cristian, que resultó más claro a lo largo de la noche. La voz de ella, por momentos, no se percibía tan nítidamente, lo que de todas formas no le impidió desarrollar Cometa y Sádico, del último disco, y la potente Auto destrucción (con imágenes alusivas en pantalla), correspondiente al álbum Espejismos (2004). Cristian volvió a tomar la posta para hacer una poderosa canción del último cd: Corazones (con reminiscencias pistols) y seguir luego con dos más melódicas, la conocida Me harté y otra nueva, Alma gemela, de hermosa letra (“ya no estamos tan lejos y nos hace bien”).
Mientras la pantalla del fondo reproducía a la banda en vivo, se sucedieron más canciones del nuevo disco. María Fernanda pudo sacar provecho de su vestuario de seudo colegiala y hacer gala de su voz angelical en Final del planeta y, sobre todo, en la preciosa Hoy te espero (con gran final del tecladista Diego Vainer). A dos voces hicieron Despedida de arroz (con imágenes de casamiento en pantalla, a lo Matrimonios y algo más), otra bella (y más lenta) letra (“como agua entre los dedos se nos escurre la vida”) y encabezó Cristian en Amor fuego y Sensación especial, ésta última también con lucidos teclados y acompañada de guitarra acústica.
Fuera del tiempo fue interpretada con mucha solvencia y claridad por María Fernanda e inmediatamente después, se sucedieron algunos problemas de sonido cuando su hermano cantaba Tiki tiki nowa (se cortó la voz), Denso (algún acople de más), ya solucionados para Delirio universal, gran tema (“a la hora de la verdad todo es mentira”) cerrado por el baterista Raymundo Fajardo con un impresionante solo, quien luego se retiró de la mano de un pequeño extraterrestre vestido de dorado, a la vez que caía el telón.
La segunda parte encontró a María Fernanda lookeada como un hada (vestido rosa largo) en el cosmos (fondo de estrellas en pantalla), cantando Dibujito acompañada solamente de un piano (un verdadero viaje cósmico). Enseguida ingresó Cristian con apariencia de monje, bajo una capucha blanca, y entre ambos hicieron A volar. Cerró el pequeño acto intermedio la hermosa Descripción, con guitarra acústica y él en voces.
Aún con el telón bajo, comenzó a hacerse escuchar una voz distorsionada (la clásica voz de extraterrestre que se aprecia en el álbum en vivo Contagiándose la energía del otro) que animaba a la gente a bailar. Y una vez que lo levantaron explotó el estadio con La música, uno de los temas íconos de la banda de Temperley. A partir de allí, con los hermanos Aldana en jeans y zapatillas, más rockeros de garage, fue una fiesta total, que siguió con Inmaduro (con Cristian pidiendo palmas), Virus (cantada por María Fernanda, que llevó a la gente muy arriba), ambas del disco Colmena (2002) y Pecadores, otra interesante canción de Espejismos que comienza lenta, alternando las voces de ambos cantantes, y luego se vuelve veloz y potente.
Fue el turno del set violento, con un público hecho pogo en su totalidad, absolutamente descontrolado. Primero un popurrí con Armas de destrucción, Corta el pasto y 69; después se sucedieron, anunciadas por un Cristian algo chillón, A.D.90, La tetona y Sexo en el elevador (con tres guitarras), Crazy y Hombre de mierda (algo inentendibles), que acabó con Cristian arrojando su gorra al público y el baterista destrozando un órgano de juguete.
La despedida fue con tres canciones importantes de la banda. Otro ícono clásico, No me importa morir, que comenzó cantado por un público loco de felicidad, un tema lindísimo que es Alegría, con el siempre previo “alegría para todos ustedes chicos” y Volcán, que cierra el último disco y cerró también el show (con María Fernanda en voz y un buen solo de Cristian en guitarra).
No hubo bises. No hizo falta. El show ya había sido muy intenso, dos horas y media que si bien fueron pausadas por dos breves intervalos, nunca bajaron el alto nivel de tensión musical mantenido por los chicos de El otro yo, allá, bien arriba, para delirio de sus fans.

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Wednesday, June 18, 2008

Ismael Serrano en el Gran Rex


El viernes 13 de junio, en el marco de su gira presentación del disco Sueños de un hombre despierto, tuvo lugar uno de los numerosos conciertos que brindó el cantautor madrileño en el Teatro Gran Rex. Y Serrano, que sabe muy bien lo que hace, plantea su espectáculo, desde el primer minuto, como si se tratara de una reunión de amigos en algún bar de Madrid, aunque en todo momento se encarga de que el público se sienta integrado, invitado a esa reunión, como si en conjunto se tratara de un amigo más.

De movida aparecen sus partenaires, primero Fredi Marugán, director musical y encargado de ejecutar con autoridad guitarras y bajo, luego el simpático tecladista Jacob Sureda y, por último, el genial Javier Bergia, un entrañable abuelito que se encarga de hacer reír (a veces a carcajadas) a la audiencia cada dos por tres, principalmente a través de sus desopilantes diálogos con el propio Serrano, que le da el pie constantemente.

Disfrazados de marineros los tres, en un escenario decorado como una suerte de puerto (con redes y salvavidas aquí y allá) y un fondo de atardecer sobre el mar en la pantalla, montan un perfecto clima costero propicio para la aparición del protagonista de la noche. Flaquísimo y muy animado, Serrano se siente a gusto integrando al público, participándolo con sus anécdotas y hasta bromeando con la actualidad local (se ríe por igual de la década menemista y de la adjudicación del tren bala). Y, por cierto, lo hace muy bien, con sutileza y humor. Para ello se sitúa desde un principio en un sitio imaginario, el puerto de Peumayén (en lengua mapuche: lugar soñado) y presenta a sus músicos cual si fuesen personajes de esa comunidad.

El cantautor abre la noche con Somos, de su nuevo álbum y explica que ha echado mano de una frase de Aristóteles para escoger el título (Serrano estudió física en la Universidad Complutense), porque según dice, el filósofo griego “afirmaba que la esperanza es el sueño de los hombres despiertos”. Le sigue la también nueva Canción para un viejo amigo, con gran performance del guitarrista Marugán y, previo hacer alusión al mito de Sísifo y su destino (Serrano tiene ganas de hablar y se nota), toca la hermosa Sucede que a veces, del anterior disco Naves ardiendo más allá de Orión (2004).

Luego presenta Canción de amor y oficina que, según explica, ilustra la relación amor/odio que lo une con Madrid, con “días terribles y noches maravillosas” y continúa con las clásicas Caperucita y La mujer más vieja del mundo, cantadas prácticamente por el teatro en pleno y con teclados muy lucidos. Entre tanto, Serrano crea un pacto ficcional con el público, juega con sus músicos, ríe (principalmente a causa de las ocurrencias del inspiradísimo Bergia), se divierte, interactúa: el feed-back es total. Y sigue otro clásico: la bellísima Vine del norte, que luego le da paso a su homenaje a las madres de plaza de mayo (A las madres de mayo).

Es el momento de más presentaciones, Zamba del emigrante, grabada en estudio junto a su admirada Mercedes Sosa, porque “A Europa la están convirtiendo en una fortaleza inexpugnable”, y la preciosa Si se callase el ruido, con una guitarra rasgada con el alma por Marugán. El público celebra otros clásicos interpretados en forma más intimista, acompañado solamente por una guitarra: Tantas cosas y Ya ves (dedicada al comedor Pelota de trapo); es este uno de los puntos altos de la noche unido a la poética introducción a Recuerdo (tocada sólo junto al piano), una triste y bella canción que habla de un reencuentro en el subte con un viejo amor.

Le sigue un gag imperdible, donde el percusionista le entrega un mensaje dentro de una botella (que acabará siendo un texto del padre de Serrano que es poeta) y juntos cantan Reflejos perdidos, compuesta por Bergia (gran letra). Llegan luego las simpáticas Canción del amor propio y La sonda voyager (con Serrano al bajo) y el turno de los hitazos más celebrados de la noche: Últimamente y Vértigo, ésta última acompañada de una solvente guitarra y cantada con el corazón.

Cierra el show el corte de difusión de su nuevo disco, Cassandra, y otra bonita canción de su álbum debut Atrapados en azul: La extraña pareja, ejecutada con un piano muy poderoso. Pero Serrano la está pasando bien y vuelve a salir una y otra vez. Primero para tocar La cigarra (bastante bien) y Papá cuéntame otra vez, también de su primer disco. Luego hace la nueva Testamento vital y la clásica Ana (aquí deja todo) y finalmente, en su tercer y ya sorpresivo bis, solo frente a la audiencia, canta la exquisita Qué andarás haciendo y, previo disculparse por el atrevimiento y sumársele su pianista, ejecuta una digna versión de Cambalache.

Serrano canta parecido a Serrat, es cierto. Pero eso no implica que lo haga mal, todo lo contrario. Tiene lindas canciones, algunas con letras bellísimas. Y ha sabido rodearse por un grupo de músicos sólidos y simpáticos (chapeau para Javier Bergia) que lo acompañan muy convincentemente. Todo eso, sumado a un planteo conceptual imaginario bastante bien logrado, convierten a su presentación en un show muy placentero de ver y escuchar.

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León Gieco y su nuevo compilado

El viernes 13 de junio en Niceto, con trasmisión en directo para Radio Mega, el carismático cantautor presentó su flamante triple compilado frente a un nutrido grupo de periodistas y público amigo. Por partida triple, tal su título, debió haberse llamado Compartida triple, según confesó León le habría sugerido su mujer poco antes del lanzamiento. Es que se trata de tres discos integrados por rarezas, temas versionados y covers, muchos de ellos compartidos con músicos de los más variados estilos y edades. Y León, como el Rodolfo de su célebre Los Orozco, tocó con todos.
Alternando su canto con respuestas a las preguntas de una entrevistadora radial, el músico interpretó con gran claridad Cinco siglos igual y la preciosa La colina de la vida, acompañado de dos jóvenes en piano y guitarra acústica (la guitarra de León permaneció casi intocable a raíz de algunos problemas técnicos). En charla abierta también con el público, no quiso olvidarse de su admirado Charly García, “alguien que se escapa de todos los cánones”, aludiendo a su genialidad musical y deseando que se recupere porque “en la forma en que está ahora, Buenos Aires está más gris”.
Fue el tiempo de varias zambas, tocadas con maestría por dos guitarristas de Abel Pintos invitados para la ocasión: pasaron entonces Zamba por vos, del gran Alfredo Zitarrosa, Puentecito de mi río de Los cantores del alba y Cuando llegue el alba, homenajeando a Jorge Cafrune y con un percusionista ejecutando el cajón peruano. Entre una y otra, León aprovechó para saludar cariñosamente a los niños de un jardín de infantes llamado La rata Lali (en alusión a su famosa canción), que colgaron una bandera de uno de los balcones, y para contar que entre el rock y el folclore prefiere a éste último, aunque le gusten ambos géneros.
Fue entonces el tiempo de los músicos brasileños, porque Gieco hizo una versión de Mar y luna, de Chico Buarque, y otra de A nuestros hijos, del compositor y pianista Iván Lins, dedicada especialmente: “a los hijos sólo cabe pedirles perdón, por este mundo”. Allí confesó que cuando canta este tipo de canciones, al igual que con La cigarra, le dan ganas de llorar, algo que jamás podría hacer en escena.
Y haciendo gala de su constante papel de embajador de los pueblos sudamericanos: “no existen culturas superiores, yo toco y grabo con todos”, se posó sobre Chile, interpretando el charango en su tributo a Víctor Jara: Plegaria a un labrador (que compuso en el subte en el año 73) y homenajeando por igual a la gran Violeta Parra.
En lo que hace a la entrevista, tuvo tiempo de criticar al actual jefe de gobierno porteño: “no cambió nada en Buenos Aires” y de elogiar, como siempre que puede, a su colega y amiga Mercedes Sosa.
Dos vueltas le tomó, a causa de los problemas técnicos ya mencionados, el inicio de Guitarra, una letra de Atahualpa Yupanqui a la que le puso música, que acabó conformando a todos con una perfecta base del bajista eléctrico invitado para la ocasión.
Para finalizar, no cejó en reivindicar su política de derechos humanos, aludiendo a “la justicia que mira y que no ve” e interpretando la bella La memoria, en tono intimista, solo en el escenario, acompañado de su guitarra y armónica. Y llegó la hora de la despedida, a toda orquesta, con todos los músicos invitados arriba del escenario haciendo El ángel de la bicicleta.
Falta solamente que León se convenza de presentar su flamante compilado en un show en vivo, para la gente, algo a lo que lo está alentando la gente de su discográfica pero que, por ahora, según dijo, no tiene previsto: “tendría que ser algo grande, por la cantidad de invitados, es difícil”. Ojalá que se haga, porque merece la pena.

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Tuesday, June 17, 2008

No te va gustar

La banda oriental más famosa (junto a La vela puerca) sigue pisando fuerte en Buenos Aires. Con entradas agotadas, brindaron un interesantísimo show el 12 de junio pasado en el Estadio Luna Park. La cita comenzó puntual a las 21 horas, con la apertura del grupo Socios de Uruguay, que hicieron cuatro canciones para ir calentando el ambiente.
Y 50 minutos más tarde, No te va gustar hizo su aparición en el escenario. Sonaron los primeros acordes de Al vacío, de su tercer disco Aunque cueste ver el sol (2004) y la gente se dispuso a disfrutar de un espectáculo que duraría aproximadamente 2 horas y media. Emiliano Brancciari y los suyos dieron cuenta de su experiencia y su talento, porque la banda no sólo sonó realmente bien sino que también lució aceitada como un reloj (con la destacable solvencia de sus instrumentos de viento, en especial en el tema No hay dolor, de su segundo álbum, Este fuerte viento que sopla, editado en 2002).
Antes ya habían interpretado, de este mismo disco y con gran acompañamiento de una audiencia muy familiar, en la que podían verse desde niños pequeños hasta gente adulta de ambos sexos, Más mejor, Te quiero más y La única voz, e incluso la más moderna Vivir muriendo, del último cd Todo es tan inflamable (2006).
Fue el turno de uno de los temas nuevos que anticiparon en la noche del Luna, perteneciente al próximo disco, con fecha tentativa de salida el 25 de julio: Niño, anteriormente llamado Tu lugar. Una muy original versión de No lo ves, también del cuarto álbum, y los sinceros agradecimientos al público por parte del cantante y líder Brancciari, fue lo que siguió antes de que la banda abriese el arcón de los recuerdos, anunciando que resucitaría algunas canciones de su álbum debut Sólo de noche (1999): Cosa linda y Déjame bailar. Y luego de Ya entendí, otro tema de la tercera placa, subió al escenario el uruguayo Marcelo Fernández, de Buenos muchachos, para tocar la guitarra como invitado en la interesante En la cara, del último disco.
La soledad, Solo y Verte reír se sucedieron a partir de allí sin solución de continuidad, como enganchadas, llegando incluso a ensamblarse con Nada para ver (con un impactante solo del saxo tenor Mauricio Ortiz, muy celebrado por el público), alternando a los brincos entre los tres primeros discos de la banda.
Fue entonces el momento de otro estreno: Tu nombre, tema dedicado por el guitarra y voz Brancciari a su hermana, y el turno para otra canción del tercer disco, la bellísima Cielo de un solo color. Y vuelta al segundo álbum, con No necesito nada, Clara, Tenés que saltar y Me cuesta creer. En el medio y al final de la seguidilla, sonaron El oficial (con una gran intro a dos baterías y los integrantes de Buenos muchachos como invitados especiales) y Pensar, ambas del último disco.
Y aquí algo para resaltar: la solidaridad característica uruguaya, evidenciada no solamente por el grupo soporte y los invitados, sino también porque los muchachos de No te va gustar se dieron el gusto de hacer en vivo Zafar, de la banda compatriota La vela puerca (cantada a capella), y de cederle el micrófono al cantante de Once tiros (otro grupo uruguayo) para que interpretara Fuera de control.
Prácticamente a la medianoche se despidieron con No era cierto, otra perla del primer disco, pero ante la insistencia de un público entusiasta aunque tranquilo, salieron para el clásico bis, que comprendió Voy, del tercero, y los temas Mucho más feliz y Te voy a llevar, ambos del segundo.
Y la gente se retiró muy contenta a casa. Es que habían pasado dos horas y media de buena música, con una calidad de sonido casi perfecta, una puesta en escena excelente y una banda en gran forma, aceitada y solvente. Muy buen show de No te va gustar.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

(gracias romi por la autoría intelectual)

Y en verano...

Monday, June 16, 2008

En invierno, cucharita

Claro que sí.
Fuerza Charly !

Saturday, June 14, 2008

Vibrante show de Catupecu Machu

En la primera presentación de Laberintos entre aristas y dialectos, su obra conceptual en 4 actos, el jueves 12 de junio en el Teatro Ópera la versión 2008 de Catupecu Machu brindó un espectáculo apto para todos los gustos. Sin detalles librados al azar, el show se plantea en las 4 etapas ya preestablecidas, cada una de ellas delimitada con gran originalidad y sincronización. Media hora después de lo anunciado, la apertura del Acto 1: Los cuadros, estará a cargo de la mini orquesta encabezada por el violinista Javier Weintraub, acompañado por Elizabeth Ridolfi en viola y María Eugenia Castro en cello. Enseguida hará su aparición la banda, integrada en esta ocasión por el solvente percusionista Herrlein, la versatilidad en guitarras y bajos (en versión acústica y eléctrica) de Sebastián Cáceres y los teclados a cargo de Macabre. Será el turno de salir a escena para Fernando Ruiz Díaz. El carismático líder, leit motiv de Catupecu Machu, independientemente de lo bien que sepa rodearse, transmite algo muy poderoso desde el escenario: hipnotiza. Lookeado como una especie de cruza entre el Neo de Matrix y el Cholo Simeone, Ruiz Díaz casi no hablará con el público (sólo presentará su versión de Seguir viviendo sin tu amor con un "vamos a hacer una canción de un artista que nos gusta mucho") en el correr de las 12 canciones que integran el acto primero, el más acústico y melódico de la prolija obra presentada.
El número imperfecto, ya un clásico a esta altura, será la canción elegida como puntapié inicial. Todos de negro sobre el escenario en una obra muy conceptual, con un sonido casi perfecto (el bajo es escalofriante, lo levanta a uno de la butaca) y cada acto presentado con una imagen acorde en la pantalla del fondo. La sucederá la bellísima En los sueños, que incorporará la flauta traversa de Gabriela Conti, probablemente el instrumento menos percibido de la noche. El bajo alcanzará un poder inusitado en Entero o a pedazos y los violines y, excepcionalmente, la flauta, tendrán su lucimiento en una hermosa versión acústica de Magia veneno. Ruiz Díaz dejará entonces su guitarra y tomará la posta Cáceres, su comodín, para permitirle focalizarse únicamente en el canto de Cuadros dentro de cuadros. De nuevo a cargo de su guitarra, interpretará luego con mucho ritmo la versión del clásico de Spinetta ya mencionado, aunque tal vez pueda reprochársele la ausencia de mayores rasgos de originalidad en la adaptación. Le seguirán Refugio, más íntimo, con gran bajo y sin orquesta, la fantástica A veces vuelvo, punto alto de esta primera parte, con el público por primera vez de pie, Cuentos decapitados, nuevamente con Cáceres en guitarras y el líder en rol único de cantante, y Grandes esperanzas, tocado sin guitarras. El cierre, con Épico, mostrará una orquesta en perfecta sincronía y acabará con un grito a capella de Ruiz Díaz.
El Acto 2: El viaje, sin orquesta y mucho más eléctrico, concebido probablemente para el público más desatado, abrirá con Viaje del miedo, mientras la pantalla proyecta las preciosas imágenes del video clip grabado en las salinas grandes jujeñas. Cáceres alternará ahora bajo y guitarra eléctrica, Macabre cobrará mayor notoriedad con su sintetizador y Herrlein le sacará chispas a sus parches. En Foto en blanco y negro Ruiz Díaz nuevamente sólo cantará, aunque mucho más alto y con la gente bailando de pie. Luego harán Ritual con dos guitarras (y un solo impactante) y trocarán con Cáceres guitarra por bajo para tocar la poderosa Dialecto. Acaba el fin, acompañada por un fondo visual de rayos y centellas será quizá el punto más alto de este segundo acto, que mantendrá su fuerza vital en la posterior Origen extremo. El cierre, con la instrumental Tangoide, encontrará a Ruiz Díaz en el bajo, acompañado únicamente por el baterista Herrlein que, hay que destacarlo, se luce mucho en su interpretación.
La batalla es el nombre del Acto 3, que comenzará con Ruiz Díaz solo con su guitarra acústica, dando muestras de sus dotes de cantante (se animará a hacerlo a capella y sin micrófono) en la bella Hay casi un metro al agua. Y a partir de aquí sí interactuará mayormente con su público explicando, por ejemplo, lo que se siente al tocar en un grupo de rock (comparándolo con una película de David Lynch). Batalla y La llama, dos viejos temas recuperados para la ocasión e interpretados en forma acústica y no por ello menos poderosa (con los músicos sentados y un inspirado Herllein percusionando un cajón peruano), serán el cierre perfecto para esta parte.
Con el Acto 4: El lugar, llegará el momento de los invitados. Ruiz Díaz, sueltísimo ya, presentará primero a su banda y agradecerá los 14 años en la ruta con Catupecu, brindando detalles de su inicio, distintas formaciones y sus integrantes. Luego, para dar inicio con El lugar, serán introducidos por Ruiz Díaz con cariño y admiración y entrarán en escena el guitarrista Esteban "Pichu" Serniotti (que tocará un enorme solo con su acústica) y Zeta Bossio (presentado graciosamente como un bajista que formó una banda que ahora está teniendo algo de éxito). La gente, muy entusiasmada, permanecerá de pie hasta el final del espectáculo. Ya sin Serniotti y con Bossio aún sobre el escenario, le seguirá Preludio al filo en el umbral y luego, con el nuevo invitado Fabián Von Quintiero haciendo doble bajo con el integrante de Soda Stereo, un tema que Ruiz Díaz confesará con mucha nostalgia haber compuesto en poco más de cinco minutos: Plan B, Anhelo de satisfacción. Y habrá más invitados. Uno de los puntos más altos del show tendrá lugar con la poderosa Muestrame los dientes, con los ya mencionados Bossio y Quintiero, el baterista Leonardo De Cecco de Attaque 77, la voz a cargo de Wallas y un solo de guitarra impresionante de Pablo M, estos últimos integrantes de Massacre. Habrá tiempo entonces para despedir entrañablemente a los músicos invitados, para presentar a la orquesta y para más sintetizadores, en un impecable cierre con Opus/Final de épico y Viaje lur.
Y no habrá bises porque no serán necesarios, porque posiblemente alterarían el concepto de esta obra, así concebida e interpretada con sincronía casi perfecta. Una banda en gran forma esta versión 2008 de Catupecu Machu. Un show vibrante el del Teatro Ópera, que podrá verse también los días 13, 14 y 15 de junio.

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Friday, June 13, 2008

Una Belle Hélène desembarca en Buenos Aires

La versión de La Belle Hélène que se está ofreciendo en el Teatro Avenida debió esperar aproximadamente 80 años (no hay registro exacto) para que el público argentino pudiera verla representada. Sin desprestigiar a esa hermosa sala, es de lamentar que no haya sido nunca dada en nuestro Primer Coliseo. Es que en las otras oportunidades en que fuera vista en la Argentina, el Teatro Colón no existía y ahora, en el año en que festejaríamos su centenario, permanece cerrado; parafraseando al maestro Daniel Barenboim: "El Colón es símbolo del espíritu cultural de nuestro pueblo y si está cerrado para sus 100 años, es evidente que algo anda mal en ese, nuestro espíritu...".
La Belle Hélène es una de las varias bellísimas operetas escritas por Jacques Offenbach, nacido en Colonia, Alemania, en 1819 y muerto en París, Francia, en 1880, país que tomó por adopción y donde vivió la mayor parte de su vida. Allí donde el teatro ocupaba un lugar importantísimo, el compositor no conseguía quien estuviera dispuesto a montar sus espectáculos con el despliegue, desparpajo, bailes y coros que él pretendía, todo dentro del sesgo satírico, irónico, hasta hiriente con el que se expresaba, sin disimular en nada su burla y su crítica al momento histórico-político-social que por ese entonces se vivía en Europa, algo que siempre dio y sigue dando lugar a que artistas como Offenbach, con gran sentido del humor e ironía, compusieran casi compulsivamente.
En París, junto a sus poetas-guionistas (Meilhac y Halévy), pudo fundar su propia compañía "Bouffes-Parisiens" y exponer desde allí su melódica obra. Aunque tuvo cierta resistencia de parte de la elite parisiense por su "ligereza musical" y por su manera de mofarse de algunos valores intocables de la cultura de la época, con el tiempo los mismos que lo criticaban le dieron su visto bueno, al punto que acabó resultando indispensable acudir a sus funciones para la gran mayoría.
La Belle Hélène se estrenó en diciembre de 1864 en París y fue tal el éxito que tuvo entre el público, que se ofrecieron mas de 600 funciones consecutivas.
La versión argentina de esta obra maestra de Offenbach logra con creces satisfacer las pretensiones generales del autor, algo bastante elogiable dado que éste, desde su musicalidad, ofrece un abanico melódico y expresivo muy revelador de su espíritu abierto, vivaz, ingenioso, melódico y contagioso.
Parte de esto logra transmitirlo Peter Macfarlane a través de la dirección teatral e iluminación y con el desarrollo de un acertado e ingenioso movimiento escénico. Junto con Juan Casasbellas -director del Coro de Buenos Aires Lírica cuya actuación es de excelencia- también se hace cargo de la acertada adaptación de los textos al castellano, algo especialmente destacable. La escenografía de Nicolás Rosito resulta digna, aunque por momentos aparezca algo inconsistente. El vestuario a cargo de Daniela Taiana es uno de los elementos para celebrar por su acierto y belleza y la coreografía de Carina Vargas da nota de gran gusto y disciplina artística.
Dante Ranieri, a cargo de la dirección musical, sabe dar a la opereta la energía melódica precisa dentro de un ensamble perfecto entre foro y escenario, demostrando así su experiencia y trayectoria. La orquesta responde correctamente, aunque con algunos altibajos.
El elenco es solvente en general, comenzando por Héléne, reina de Esparta, compuesta con gracia y soltura por la mezzosoprano Mariana Rewerski, a lo que hay que sumarle su muy digna condición vocal. París, hijo de Priamo, rey de Troya, es representado sobriamente por el tenor Carlos Ullán, tal vez debido a una voz no del todo expresiva a causa de su reducido registro. Ménélas, rey de Esparta, está a cargo del tenor Osvaldo Peroni, que desarrolla un gran trabajo actoral acompañado de una voz clara y llena de matices, todo ello digno de su experiencia: uno de los puntos más altos del elenco. Agamemnon, rey de Micenas y de Argos, es desempeñado muy correctamente por el barítono Leonardo Estéves, quien da cuenta de su ingenio actoral y canta con gran emoción y sonoridad. Calchas, Gran Augur de Júpiter, es compuesto con suma expresividad por el bajo Walter Schwarz, sólido actor que a nivel vocal, debe decirse, canta cada día mejor. Por último, destaca la interpretación musical de Oreste, hijo de Agamemnon, a cargo de la mezzosoprano Vanesa Mautner, dueña de una voz virtuosa, dúctil y aplomada, y decepciona un poco Achille, rey de Ftiótide, compuesto por el tenor Pablo Pollitzer, por su escasa desenvoltura y su por momentos casi inaudible sonoridad.
En líneas generales, una función convincente que dejó al público -que aplaudió con muchas ganas aunque sin ovacionar- muy satisfecho. Probablemente Offenbach hubiese quedado muy conforme con esta representación de su "Belle Héléne".

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

(gracias madder por la autoría intelectual)

Thursday, June 12, 2008

Penderecki y la Orquesta del Festival de Vilna

Presentado por Mozarteum Argentino, volvió a actuar en Buenos Aires el genial compositor polaco Krzysztof Penderecki, a cargo de la dirección de la Vilnius Festival Orchestra, integrada por los más destacados jóvenes instrumentistas de cuerdas de esa ciudad lituana y encabezados por Yuri Bashmet, su director artístico y, sin lugar a dudas, el más importante violista de la actualidad. La primera de las dos citas (o galas, si tenemos en cuenta que el público asistió de punta en blanco) tuvo lugar el lunes 9 de junio en el Teatro Coliseo.
Previo anuncio de que el programa de la función sufriría un enroque en su primera parte (Penderecki no abriría la noche con su propia obra), hicieron su aparición los 6 primeros violines, los 5 segundos, las 4 violas, los 3 violoncelos y el contrabajo. Finalmente, irrumpió en escena la gran estampa de su director, que con firme batuta dio inicio a la interpretación de la densa y apasionada Sinfonía de cámara Op. 110 bis del compositor ruso Dmitri Schostakovich (1906-1975). Largo-Allegro-Allegretto-Largo-Largo, todo encadenado sin solución de continuidad, es la estructura de esta amarga y violenta partitura que tenía para el autor un valor autobiográfico vinculado a la segunda guerra mundial. La orquesta, impecable, logró transmitir a la audiencia la fuerza arrolladora de la árida y potente sinfonía, abordando cada brusco cambio de dinámica o ritmo sincopado con absoluta maestría. Se asemeja por momentos la pieza a la banda sonora de una película de terror y, vaya coincidencia, al parecer fue concebida por Schostakovich mientras visitaba la ex Alemania Oriental para musicalizar una película sobre el terror de la guerra.
Llegado el turno de su Sinfonietta per archi, Penderecki optó por bajarse del estrado y sentarse detrás de sus dirigidos a escuchar. La versión para orquesta de lo que originariamente fue concebido para un trío de cuerdas, de un estilo bastante más accesible (pertenece a su etapa de estilo más melódico) que la anterior en cuanto a tonos o armonías, resultó largamente ovacionada por los espectadores antes de retirarse al intervalo.
En la segunda parte, el más famoso representante de la “escuela polaca” hizo lucir a sus dirigidos con una conmovedora interpretación de la Serenata para cuerdas en Mi mayor, Op. 22, del gran compositor checo Antonin Dvorák (1841-1904). Esta maravilla de pieza, de honda evocación poética, melódica y luminosa, cuyo quinto movimiento rompe la estructura de los cuatro anteriores y la hace alcanzar allí su clímax, ofició como perfecto cierre para una noche mágica, cuyo privilegiado público supo reconocer aplaudiendo largo rato y de pie, al maestro Penderecki y a su orquesta de prodigiosos músicos lituanos.

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Wednesday, June 11, 2008

Hoy me pareció ver un Vips en una esquina de Once

Hace tiempo que no sé quien soy
Hace tiempo que no sé quien soy...

(Cualquier semejanza con el comienzo de Visions of paradise de Jagger es una mera casualidad, ¿no cierto Pity?)

BUONAESTETIKA 2008

El fin de semana del 7 y 8 de junio tuvo lugar en el Hotel Sheraton de Buenos Aires el evento de estética más completo e importante de Argentina: BuonaEstetika. Organizado por Fore-Run Emprendimientos y desbordado de público femenino en su gran mayoría, constó de dos salones que se dividieron las tareas: mientras en uno se exhibían los distintos productos (aceites, cosméticos, línea capilar, maquillajes y hasta indumentaria descartable) y maquinaria afín (estética, fisioterapia, kinesiología, rehabilitación), en el otro se ofrecían demostraciones en vivo y en directo. El sábado fue el día del maquillaje en acción, con tratamientos de despigmentación cutánea, lifting de 4 capas, técnica con sombras y rejuvenecimiento; el turno del spa en acción llegó el domingo, con técnicas de radiofrecuencia, estética quántica, tratamiento para celulitis, modelación de cintura y abdomen y renovación celular. Las asistentes, de todas las edades, de parabienes: escuchaban, miraban, preguntaban, juntaban folletos y hablaban unas sobre otras, mientras el personal las invitaba a inscribirse al simposio y a los distintos cursos que comenzaban el lunes siguiente. Una verdadera fiesta de la estética.

Tuesday, June 10, 2008

TANGO x 2: función despedida

El domingo 8 de junio fue la última función en el Teatro Astral de la calle Corrientes (distribuido a lo café concert) para los talentosos bailarines que integran Tango x 2, la compañía dirigida por el enorme Miguel Angel Zotto. Girarán por el mundo ahora, como es ya su costumbre: cumplidos 20 años han visitado nada menos que Canadá, Estados Unidos, México, prácticamente todo Centro y Sudamérica, España, Inglaterra, Holanda, Italia, Austria, Suiza, Grecia, Israel, Francia, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Finlandia, Rusia, Australia, China y Japón. Zotto y los suyos tienen muy claro cómo presentarle el tango a la gente. Concebido como un espectáculo for export, lo principal para todos es el show; y hay que decir chapeau, porque el público se rompe las manos aplaudiendo. Es espectacular el vestuario, que resalta la esbelta figura de las bailarinas y la estampa tanguera de los muchachos, e impecable la pequeña orquesta liderada por el bandoneonista Pocho Palmer, acompañado del talentoso pianista Miguel Pereiro más dos violines, un contrabajo y otro bandoneón. El cantante Claudio Garcés arrancó en la función despedida algo dubitativo, aunque enseguida despejó cualquier sombra con su solvente interpretación de Sin Lágrimas en piano y voz. Los bailarines, que por momentos parecen acróbatas o contorsionistas, son brillantes todos, sin excepción: Daiana Gúspero, Gabriel Ponce, Analía Morales, Leandro Oliver, Laila Rezk, Pablo García, Mariana Dragone, Facundo Gallo, Magdalena Valdez, Ernesto Candal, Mariana Norando, Gonzalo Cuello y Carolina Leonardelli. Es un verdadero placer verlos deslizarse por la pista de baile. Y Zotto, responsable no sólo de su selección y renovación, lo es además de una coordinadísima coreografía plagada de erotismo y sensualidad. Podrá decirse que en algún momento abusa de algunos firuletes o revoleos que lo alejan del tango tradicional, pero también es justo reconocer que son precisamente esos los momentos más festejados por la gente. Como puntos altos de un espectáculo muy reconfortante, válido tanto para nativos como para extranjeros, destacan el homenaje a Osvaldo Pugliese y la “Coreografía de piernas” del Segundo Acto, con la exquisita seguidilla de La Cumparsita, Quejas de Bandoneón, Mala Junta y Canaro en París, tocada y bailada en vivo por esta gran compañía que es Tango x 2.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Paren las rotativas

El sábado en el calcio la clavé en el ángulo y me eligieron figura de la cancha.
Cuando volví de la liga española fue una gran apuesta pero nunca imaginé estar viviendo este presente en el fútbol local, lo quiero compartir con todos mis compañeros y con el grupo inversor que hizo posible mi regreso.
Loyds figura... digo yo ¿no se habrán equivocado?
Qué país generoso.

Monday, June 09, 2008

Don Adams

Sábado 7 de junio. A metros de la porteña avenida 9 de julio un ND Ateneo casi completo fue el marco perfecto para la presentación de Segunda temporada completa, nuevo disco de Don Adams, la banda de rock liderada por los carismáticos Frankie Langdon (en voz) y Esteban Pil Del Villar (en guitarras). El show comenzó poco antes de la medianoche: con el telón bajo se escucharon los primeros acordes de Cangrejos, el tema que abre el álbum. Una vez levantado, pudo verse al grupo que completan Nacho Roche Arroche (guitarra), Sebas Sacla (bajo) y Koroco (batería) aparecer en escena lookeado con un vestuario muy glamoroso. Y fue casi una hora y media de rock & roll parejísimo. Para deleite de su mayormente joven público, los chicos de Don Adams, como Los Ramones, nunca dejaron de tocar. Siguiendo el orden del disco, Nuez para vos, Anteojos de sol, No son anillos son ruedas (con un bellísimo final enlazado con la spinettiana Maribel se durmió) y Nada nuevo fueron revelando una banda compacta, precisa, que sabe bien lo que hace en escena. Fue el turno de la ya clásica Brooke McQueen, con un cantante muy encendido, en contacto permanente con la audiencia. Vuelta al álbum presentado, le siguió Alguna vez, una balada para tener en cuenta, por letra y por música, con ciertas reminiscencias stones del guitarrista Pil (emulando a Brian Jones con un slide y a Keith Richards al tocar con un cigarrillo en la boca), Gasolina, con la intro de la ochentosa Beat it de Michael Jackson, y La bomba, que encontró a Langdon susurrando dame un beso a las chicas de las primeras filas. Hubo entonces más temas del primer disco: Siempre fuimos tres, en el que Pil tuvo algunos problemas con su banjo eléctrico, Ayer soñé con vos y la nostálgica Italpark. Y completaron en prolijo orden el disco nuevo: La chica de Venus (por el canal para adultos), la potente Autocine, una jocosa República de Las Vegas, y dos canciones con letras preciosas sobre la soledad y el despecho: Palmeras y Como pasas de uva. Luego de algún desafortunado cambio de vestuario que hizo decaer un poco el encanto inicial, hubo tiempo para un poco más de rock. Llegaron Febrero y Amanda como anticipo del celebrado cierre con Nada que perder y la emblemática Sos mi remera. Sólida performance de los chicos de Don Adams, presentando un disco maduro, sin altibajos y plagado de buenas letras.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Prima e tigre

"...en este punto del planeta es común que la gente encuentre algún tesoro de la bisabuela sobre su velador, o dentro del vajillero, o en una esquina de la sala, que en situaciones de inestabilidad monetaria, o por no saber qué más hacer con ello, se pueda vender rápido en algún mercadillo que le solvente la necesidad inmediata. Por lo que objetos de mucho valor quizás han sido sacrificados por menos de la mitad de su precio, y estos van circulando dentro de los mercados, como una costumbre dentro la cultura del país..."

(Aisha le cuenta a España de nuestro mercado de pulgas. El texto completo, acá)

Sunday, June 08, 2008

Trenes

Van y vienen. De Madrid, México, Montevideo, da igual.
Se nos fueron. A vos, a mí, a quien sea. No están más.
O esperan, a que alguien se les suba. Pero nadie sube,
al menos no cuando nosotros queremos. Mientras tanto
pasa la vida y no puedo evitar pensar que estamos perdiendo
el tiempo, dejando que se vaya, eso, ese tren, un algo
que hace caer los disfraces, que hace que seamos nosotros,
los dos, ambos, diluidos en nuestras propias certezas.

Saturday, June 07, 2008

Friday, June 06, 2008

Ballet estable del Teatro Colón. Obras clásicas y un invitado de lujo: Maximiliano Guerra

Enmarcado en los festejos por el centenario del actualmente cerrado Teatro Colón, anoche el Ballet Estable interpretó tres obras en el Teatro Ópera: Acto III de “El lago de los cisnes” (Galizzi-Tchaikovsky), Acto II de “La Bayadera” (Belfiore-Minkus) y Acto III de “Coppélia” (Martínez-Delibes); un acto de cada clásico, con las primeras figuras Gabriela Alberti, Karina Olmedo, Carla Vincelli, Dalmiro Astesiano y Edgardo Trabalón, y Guido De Benedetti como debutante director de la compañía en este 2008. Fueron acompañados por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida respectivamente por Carlos Calleja, Bruno D’Astoli y Mario Benzecry. El artista invitado fue el primer bailarín Maximiliano Guerra, quien protagonizó La Bayadera junto a Gabriela Alberti.

El lago de los cisnes, sin duda el ballet más popular a lo largo de la historia, con la atractiva coreografía de Mario Galizzi, resultó muy bien interpretado por Karina Olmedo y un particularmente inspirado Dalmiro Astesiano. La obra transcurre entre el amor y la magia, enlazando en sus cuadros la eterna lucha del bien y del mal. La protagonizan el príncipe Sigfrido, enamorado de Odette, joven convertida en cisne por el hechizo del malvado Von Rothbart y Odile, cisne negro e hija del brujo. El Acto III transcurre en el gran salón del castillo, donde todo está dispuesto para iniciar el baile. Anunciadas por los heraldos aparecen las cinco princesas con su séquito. El príncipe baila con cada una de ellas, pero sus pensamientos están tan lejos de la realidad que no repara casi en las bellas invitadas. La reina, preocupada por la indiferencia de Sigfrido, le da a elegir a la doncella que prefiera como esposa, pero un heraldo anuncia una inesperada visita: es el mago Von Rothbart quien, bajo el aspecto de un noble caballero, presenta a su hija Odile, una nueva pretendiente. Sigfrido queda impresionado por la enigmática mujer que le recuerda a su amada Odette. Odile toma su lugar junto a las demás princesas y baila con el príncipe. El engaño es ahora total y el príncipe está convencido de que se trata efectivamente de la princesa Odette. Radiante de felicidad la presenta a la reina como la esposa elegida. Von Rothbart exige ahora al príncipe un juramento de fidelidad y Sigfrido lo pronuncia con firmeza. Odile y el hechicero descubren su engaño a Sigfrido, quien advierte desesperado que traicionó el amor de Odette y corre al bosque a su encuentro para, arrepentido, pedirle perdón.

La Bayadera: en la antigua India se les daba el nombre de “bayadera” a las bailarinas que amenizaban con sus cantos y sus bailes tanto en las ceremonias religiosas como en las fiestas profanas. La obra narra los trágicos amores de Nikiya, una bayadera, y Solor, el más valiente de los guerreros. Nikiya debe enfrentar a Gamzatti, hija del Rajá, a la que su padre ha entregado como esposa a Solor. Nikiya recibe la orden de bailar en las bodas de su rival con el hombre que ella ama. La bayadera baila y lo hace portando un cesto con flores, en el que se oculta -por orden de Gamzatti- una serpiente venenosa que provoca la muerte de la danzarina. En el Acto II, “Las sombras”, Solor se entrega a la evasión del opio para calmar su profundo dolor y, en su delirio, tiene una visión del mundo espectral de las bayaderas muertas. En el reino de las sombras, el guerrero se encuentra con el espectro de su amada, pero el sueño se disipa y Solor debe tomar como esposa a la hija del Rajá. En el instante en que los esposos intercambian anillos, se desata la cólera de los dioses, los que provocan la destrucción del templo y la muerte de todos los presentes. Finalmente, Solor y Nikiya se unen en el reino de las sombras. Destacable la purísima coreografía de Liliana Belfiore y la firmeza del maestro Bruno D’Astoli en la batuta. Junto al enorme Maximiliano Guerra (en sus tour en l’air permanece suspendido en el aire más de lo normal, en una forma admirable) en la piel del guerrero Solor, lograron transmitir una paz verdaderamente absoluta al por momentos fervoroso en exceso, a destiempo y expectorante público que colmó el auditorio.

En el cierre, una impecable Carla Vincelli resultó la protagonista de Coppélia junto al correcto Edgardo Trabalón. Coppélia es otra de las más famosas obras del repertorio tradicional de ballet. La propia acción se desarrolla en un pueblo fronterizo donde hay influencias de varias etnias y de su folklore: húngaros, polacos, ucranianos y gitanos, lo que implica un espectáculo vivo, festivo, lleno de color y alegre. La acción transcurre en una aldea donde viven, entre otros, la traviesa Swanilda, su novio Franz y el juguetero Coppelius. Este último habita en una misteriosa casa donde guarda sus creaciones, desconocidas para el resto: muñecas de tamaño humano. Sin resistir la curiosidad, Swanilda y sus amigas entran un día a la casa de Coppelius dispuestas a averiguar qué oculta allí el juguetero. Después de curiosear por todas partes, Swanilda decide suplantar a Coppélia, la muñeca favorita del artesano. En el Acto III en particular, el doctor Coppelius ve maravillado cómo su creación preferida toma vida hasta convertirse en un ser humano. Swanilda, después de divertirse un rato, le confiesa la verdad y el juguetero casi no soporta la desilusión. Posteriormente, rescatada por su novio, Swanilda huye de la casa de Coppelius. Al final, durante las bodas de ambos, Coppelius los perdona y el pueblo queda feliz con el nuevo matrimonio.


Thursday, June 05, 2008

Colegas

El niño sexto sentido tiene celular. Parece que la mamá se compró el último modelo archi mega ultra moderno con ringtones espaciales y el pibe ligó su antiguo motorola con tapita rosa. A Otto le da igual, al menos ahora se entretiene un poco con el móvil y no jode tanto la paciencia. Por momentos nomás: "¿me bajás un poco la música que no escucho?". "¿Con quién hablás nene?". "Con mi mamá, con mi viejo, a veces lo llamo a mi hermano y lo puteo, es un cago de risa porque se re calienta, también la podría llamar a mi ex novia pero no tengo ganas". Otto no quiere ni preguntar, aunque la curiosidad puede más: "¿tenés una ex novia?". "Sí, se llama Martina, ¿vos no tenés novia?". "No, tengo una ex que se llama igual que la tuya". El niño sexto sentido se ríe cómplice y levanta la mano: "colegas, chocala". Otto extiende la mano desganado y vuelve a preguntar: "¿era linda?". "No, era un bagre, por eso le corté, le mandé un mail para que ella también supiera". Otto contiene la risa y sigue manejando. No más preguntas. El niño vuelve por un rato a sumergirse en su celular. El viaje llega a su término. Sexto sentido baja del auto, mira profundo y dispara: "¿y la tuya?". "¿Qué cosa nene?". "Digo, tu ex, ¿era linda?". Otto le pasa la mochila en silencio y lo saluda. "Sí, muy, hasta mañana". Después cierra la puerta, enciende el motor y se va.

(feliz cumpleaños che)

What it takes

Wednesday, June 04, 2008

Cine: La Ronda

El debut como directora de la experimentada Inés Braun (que fuera asistente de dirección de Damián Szifrón, Eduardo Mignona y Ariel Winograd) es en verdad auspicioso. No solamente por la originalidad de su enfoque sino también porque ha filmado una película muy linda, nunca mejor dicho, aunque suene poco erudito. La forma en la que trata Buenos Aires con su cámara, el recorrido que efectúa por distintos campos artísticos (nos pasea en poco rato por una intervención plástica, una obra de teatro bastante bizarra, un bellísimo concierto de piano y una vernissage, para acabar filmando una película dentro de su propia película, en una suerte de ejercicio de metacine), lo pintoresco de las locaciones cerradas (el Bar La Ronda, la casa de Luis el pintor, etc.) y, sobre todo, la música escogida para acompañar cada escena (con su pico más alto en un desgarrado Estadio Azteca de Andrés Calamaro), contribuyen a que ver esta película resulte una experiencia realmente placentera. El planteo argumental es, como su nombre lo indica, una ronda, en la que seis personajes se van relacionando sentimental y sucesivamente uno con otro hasta volver al punto de partida, en una especie de círculo vicioso y a la vez virtuoso. Se narran en el film historias creíbles, sin absurdas pretensiones ni dramatismos nacionales, de esas que pueden pasarle a cualquiera. Tal vez resulte un tanto lineal su tratamiento y hasta puede que alguna de las conexiones entre una y otra pareja sea más abrupta de lo deseado, pero en conjunto el producto final es homogéneo y satisfactorio. En lo que hace a los intérpretes, sin duda fue un acierto la elección de la carismática Sofía Gala para el papel de Lucía, la camarera, que no sólo sorprende por su gracia y soltura, sino también sale muy bien parada de su incursión en los números musicales que abren y cierran la cinta. Pero Rafael Spregelburd, hombre de teatro que debuta en cine en el rol de Luis, el pintor de paredes confundido por uno de cuadros, es probablemente la revelación de la película: cada intervención suya resulta fresca, impecable. Qué decir de Mercedes Morán (Mónica, la solitaria señora mayor), ella siempre está bien, siempre resulta convincente. Algo desdibujado, quizá, el personaje de Fernán Mirás (Javier, el vendedor inmobiliario), sobre todo al final de su aparición. Completan el elenco el coguionista Walter Jakob, que interpreta al cineasta Max: un tanto rígido en la galería de arte y ya mucho más suelto en el set de filmación, y la bellísima Leonora Balcarce, correcta en su papel de rubia frívola y tonta.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Vino & Moda 2008

Entre desgarbadas modelos, noteros de CQC y viejos beodos, Ocio en Buenos Aires tuvo también la oportunidad de pasearse por el siempre atractivo salón Tattersall de Palermo y deleitar el paladar con vinos de lo más variados. Ambientado con muy buen gusto por Josefina Espósito, el escenario vecino al hipódromo, en el cual predominan los espacios al aire libre, lució un tanto frío a raíz de la baja temperatura y de la discreta afluencia de público que se acercó en la jornada de apertura. De todas formas, a ritmo de degustaciones los concurrentes fueron entrando en calor, a la vez que combinaban los distintos varietales con los exquisitos quesos de la tradicional Magnasco Hermanos. Acompañada por importantes auspiciantes, esta primera edición del encuentro que busca conjugar los mundos del vino y de la moda, se destacó por su sobria y prolija organización, más allá de que los desfiles previstos –conducidos con soltura por Horacio Cabak- tuvieran inicio casi dos horas más tarde de lo anunciado. Un placer la apertura a cargo de la Banda Sinfónica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y la amabilidad del personal de cada una de las bodegas participantes de la muestra. Si bien nos faltó el acceso al sector de alta gama, nos dimos el gusto de ir calentando el cuerpo con algunos vinos tintos de diferente origen, cuerpo y sabor. Empezamos la recorrida con un correcto cabernet sauvignon en barrica de la sanjuanina Finca La Escondida. Nos fuimos luego al sur, donde la neuquina Valle Perdido nos sirvió un discreto Patagonia malbec 2006. Catamarca fue un mix entre la clásica Don Diego, con un agradable malbec roble acompañado de la gentil invitación a conocer la bodega en el valle de Fiambalá, y una gratísima sorpresa: el Alta Esperanza syrah, que nos atacó dulcemente con taninos suaves y su recuerdo a fruta madura. Más adelante, la centenaria bodega salteña El Esteco nos ofreció otro syrah de cuerpo, color y aroma equilibrados e intensos, en la conocida línea Don David. Y finalmente llegamos a Mendoza. Nos detuvimos entonces en Luján de Cuyo, que nos convidó un Ruca Malén malbec dulzón aunque agradable y un delicioso e intenso Atilio Avena malbec roble; pasamos por Tupungato, donde probamos un correcto Álamos cabernet sauvignon y recalamos luego en el Valle de Uco, donde Finca El Origen nos sirvió su gran reserva malbec, tal vez excesivamente frutal. En San Rafael nos encontramos con un clásico: Alfredo Roca malbec, un vino elegante de gran persistencia en boca, con alta concentración de taninos maduros. Por último, llegamos a Costa de Araujo, Lavalle, donde tuvimos otro feliz descubrimiento: el Telteca reserva cabernet sauvignon, un vino joven de noble carácter frutal y marcada expresión varietal que nos sorprendió por su intenso aroma y sabor. Y la ocasión fue más que propicia para bajar la cortina y emprender la retirada. Las pequeñas copas para degustación, acumuladas, comenzaban a hacer sentir su efecto. Y al otro día había que trabajar.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

Tuesday, June 03, 2008

Casi sin pensar

la vida voy viviendo.
Casi sin pensar
las cosas que voy haciendo,
parecen un sueño.
Casi sin darme cuenta,
se me va pasando el día y la vida.
Casi sin darme cuenta
dejé que te fueras...

Monday, June 02, 2008

La Bohème

La Ciudad Cultural Konex es uno de esos lujos que uno puede darse en Buenos Aires. El espacio, ubicado en pleno barrio del Abasto, fue montado sobre una vieja fábrica de aceite y mantiene parte de su estructura original, conjugada con estructuras metálicas modernas y coloridas con reminiscencias del parisino Centro Georges Pompidou. Con el Teatro Colón cerrado y la actividad lírica atomizada entre distintos escenarios alternativos, es para celebrar esta puesta de La Bohème, la ópera más representada de la historia, como homenaje por los 150 años del nacimiento de su autor, Giacomo Puccini. Y si bien ver esta bellísima obra siempre resulta un placer, su presentación en un espacio no convencional y el enfoque atemporal que le da Horacio Pigozzi a la famosa historia de los bohemios, tornan a la experiencia en muy interesante.
La escenografía, que toma prestada del musical Rent (basado en La Bohème y presentado en paralelo), resulta un tanto escueta, sobre todo en los cuadros segundo y tercero. El vestuario de Martín Churba afirma la atemporalidad de la propuesta, aunque no termine de entenderse la decisión de vestir a todos los integrantes del coro con guardapolvos viejos y manchados. Sin foso, la ajustada orquesta conformada por unos treinta músicos se ubica sobre la izquierda del escenario y es dirigida con mucho oficio por la batuta de Mario Perusso, más allá de que en algún pasaje se cubra un poco la voz de los solistas.
Es para destacar la línea de canto de la bella soprano María Florencia Fabris (Mimí), que es sin duda quien logra conmover mayormente al espectador, sobre todo en el tercer cuadro. Acompaña correctamente el tenor Carlos Vittori (Rodolfo). La histriónica pareja conformada por el barítono Luis Gaeta (Marcello), bien aunque con algún altibajo y Laura Penchi (Musetta), muy sexy y desenvuelta, completa un cuarteto vocal que aparece equilibrado y muy dúctil actoralmente. Es justo el desempeño del bajo Mario de Salvo (Colline), convincente el barítono Oscar Grassi en su doble papel (Benoit/Alcindoro) y muy bien cantado y actuado el Schaunard del barítono Norberto Marcos. Entusiastas y simpáticos en apariciones y movimientos resultan los integrantes de ambos coros (adultos y niños), aunque no siempre suenen del todo aceitados.
Una gran idea de la gente de la Ciudad Cultural Konex el animarse con esta representación de una ópera clásica en un espacio no convencional, apuesta superada con solvencia en base a la calidad general de sus participantes, que logran concentrar la tragedia en la música y la poesía de esta maravillosa historia de amor que es La Bohème.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)