Tuesday, April 24, 2007

Del desierto a quarzazate

La noche en el desierto fue increíble, dormimos con la petisa en una tienda y tapados con varias frazadas porque el frío a la noche se pone espeso. Cuando estaba por salir el sol, uno de los guías nos despertó aplaudiendo desde afuera para que podamos disfrutar del amanecer en el sahara. Salimos mientras clareaba y nos trepamos a una duna bien alta para poder ver el sol aparecer entre las montañas de arena y puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue el mejor amanecer que vi en mi vida. Una vez que la bola de fuego empezó a escalar el cielo celeste, sin una nube a la vista, emprendimos el regreso en los camellos. Le dejé a la petisa el primero en la fila y me subí al que le seguía, un poco más alto. Volvimos tranquilos y felices hasta el albergue, donde ahmed nos esperaba con un suculento desayuno mirando al sahara. Después nos despedimos, le intercambié un turbante por un gorro de lana que compré en jujuy y nos subimos al taxi de rashid, que recién entonces, después de dos días en que le dijimos rashid unas mil quinientas veces, nos dijo que en realidad su nombre era houssin. Esa maldita costumbre que tenemos los argentos de cambiarle el nombre a todo el mundo. En fin. Houssin (en la foto junto a su taxi del real madrid) también nos confesó que era su primera vez en el sur de marruecos (y a nosotros nos habían vendido un conductor experimentado) y que, por suerte, había enganchado otro taxi para seguir cuyo conductor conocía la zona. Este otro llevaba a tres yanquis muy simpáticos, de nueva york. Lo seguimos (siempre chupados, bien de cerca) por la ruta, haciendo dos paradas en los cañones o gargantas de dadés y de todra, donde el camino pasa a través de unos gigantescos acantilados de piedra y donde podés encontrar, con un poco de imaginación, las figuras más inesperadas. Mientras observábamos uno de los cañones, houssin nos dijo que haríamos esa noche en quarzazate y que al día siguiente ya nos dejaba en marrakech, lo que significaba (aunque parezca increíble) otro cambio en el itinerario acordado, que incluía en realidad dos noches en quarzazate. De nuevo discusión, esta vez con el otro taxista (que hablaba en inglés) de intermediario. Que el precio acordado, que el itinerario, que los otros dos (sharif y abdul) no le habían explicado bien, que el seguro del auto le vencía al día siguiente y tenía que volver a fés, etc, etc. El tramo final hasta quarzazate, plagado de unos paisajes maravillosos, transcurrió sin acuerdo y con caras largas. Cada tanto houssin, con cara de ofendido, me pedía fuego y nos pasábamos el encendedor sin hablar. Finalmente llegamos y nos ubicaron en un hotel en las afueras de la ciudad. Nos querían meter en una habitación sin baño, pero tampoco era lo acordado, así que les reclamé y nos pasaron a una con. Con la petisa, una vez instalados, decidimos tomarnos estas discusiones y regateos como un juego, para no estresarnos más. Entonces planteamos la táctica del policía bueno y el policía malo, que dicen que nunca falla. En pocas palabras, yo era el loco que se enojaba con todos y me levantaba de la mesa dando un golpe y ella se hacía la amiga comprensiva que trataba de componer, mientras les aclaraba que yo era un fucking freak imposible de contener, una especie de asesino serial. Repartidos los roles, bajó ella primero mientras yo me bañaba. Cuando llegué a la recepción estaba sentada en una mesa con los dos taxistas. La petisa me explicó que el pobre houssin pensaba que no debíamos pagarle más que lo que ya había recibido y que estaba preocupado por su presupuesto ya que no le quedaba mucha guita encima. Entonces le comentó que faltaba una parte, que ya no era la mitad porque le descontaríamos el día de menos que nos habían quitado con el nuevo itinerario. A mí me pareció bien, estaríamos un día menos en quarzazate que no es una ciudad muy grande y uno más en marrakech donde hay miles de cosas para hacer. Pero me sonó rara una solución tan fácil y el tiempo me daría la razón. Igualmente estreché la mano de los dos taxistas y nos fuimos a cenar todos felices y contentos. Comimos un tajine de carne y uno de pollo bastante buenos (aunque los yanquis se quejaban de que estaba muy seco) y nos fuimos a dormir, ya más tranquilos. Al otro día, bien temprano, iríamos a conocer la moderna ciudad de quarzazate, meca de los estudios de cine, donde ruedan casi todas las películas con imágenes del desierto. Y después, teníamos que cruzar el altísimo gran atlas, siempre y cuando nos lo permitiera la nieve.

Thursday, April 19, 2007

El desierto antes de morir



Nadie debería morirse antes de pasar al menos un día en el desierto. Es una sensación inexplicable, sentirte un granito de arena tan insignificante entre todas esas dunas altísimas, puede llevar tu mente a rincones insospechados y despojarla de tantas cosas intrascendentes que a veces la ocupan y torturan sin sentido. Temprano a la mañana desayunamos sobre un deck de madera con vista a la entrada del sahara. Después ahmed nos prestó una tabla de snowboard y nos internamos a pie hasta unas dunas bien altas, no muy lejos, y bajamos surfeando como una hora (el problema era volver a subir trepando por la arena con la tabla en la mano). Espectacular el sandboard, un deporte que nunca había practicado. Al mediodía rashid nos llevó en el taxi hasta el interminable mercado de rissani, una ciudad próxima, donde venden desde burros, ovejas, cabras, gallinas (todas vivas por supuesto) hasta ropa, especias, frutas y verduras, artículos de limpieza y muebles antiguos. Podés encontrar lo que quieras y es muy pintoresco. Por la tarde, finalmente, nos subimos a los camellos y emprendimos nuestra recorrida por el sahara. In cre í ble. El andar del camello es muy cansino, es un placer, casi como que te acunen. Desde lo alto uno puede ver cómo el animal va eligiendo el lugar para dar cada paso, a veces sobre el filo mismo de una duna tan grande que trae un poco de vértigo. El océano de arena cambia de color a medida que va bajando el sol, desde marrón claro hasta un dorado furioso. Para llenarse los ojos, como diría madder, con esa vista imponente. Unas cuantas horas después llegamos hasta una especie de valle entre las dunas, donde pasaríamos la noche en tiendas de campaña. Del calor de la tarde soleada al viento frío cuando cae la noche hay una brecha bastante importante, es que las temperaturas son extremas en el desierto. Dos guías bereberes preparan un tajine alumbrados por una luz de noche en una pequeña carpa, pelan papas y batatas, cortan zanahorias y esparcen comino y otras especias sobre una enorme olla colocada sobre una garrafa. La luna está casi llena y el cielo súper estrellado. Con la petisa caminamos un poco alejándonos del campamento, fumamos y reímos. Al regresar la cena está servida, comemos dentro de una tienda sobre una mesa redonda y bajita, sentados en el suelo y acompañados de una pareja de franceses muy simpáticos que han venido también a la expedición. Después tomamos más té de menta y salimos muy abrigados a acostarnos sobre las dunas, mirando las estrellas mientras hacemos la digestión. No se escucha más que el viento y un poco de arena que vuela. Cualquiera diría que estamos en el medio del desierto.


Monday, April 16, 2007

Negociando se llega al sahara



Después de un día agitado, una negociación todavía más agitada. A la tarde noche nos sentamos en un café con nuestro guía abdul y un taxista que nos trajo que se llamaba sharif. Estuvimos negociando unas dos horas, fácil. Nos pedían una fortuna por el recorrido que pretendíamos ida y vuelta hasta el pie del sahara, más del doble de lo que le habían cobrado a broder alex. Después de estirar un poco nuestro presupuesto y bajarse ellos un poco de su locura, llegamos a una posición cercana, pero tanto ellos como nosotros nos plantamos ahí. No hubo acuerdo. Con la petisa decidimos encarar nuestro periplo en bondi y sharif se fue. Abdul, y esto claro era parte de la negociación, siguió insistiéndonos en solitario que subiéramos un poquito más. No lo hicimos. Entonces volvió a llamarlo al taxista ausente y nos dijeron que sí, que les pagáramos una parte que al otro día a las 8 de la mañana nos pasaban a buscar por el hotel. Ni en pedo. Les pagamos la mitad al subir al taxi y la otra mitad al fin del recorrido, retrucamos. Tuvieron que aceptar. A la mañana siguiente aparecieron abdul, sharif con su taxi lleno con unas turistas yanquis y otro chabón que no conocíamos con un auto mucho más pedorro. Nos pusimos medio locos, sobre todo la petisa. No era lo acordado. Habíamos contratado un taxi bastante bueno, nos traían otro mucho peor. Habíamos acordado con un flaco que hablaba francés e inglés y supuestamente conocía el sur de marruecos a la perfección y ahora nos traían un kía que cagando hablaba francés y ni idea si dominaba o no el mapa trazado de antemano. Es todo lo mismo, vamos en caravana, decían los tres. Contestamos que sólo aceptaríamos si nos bajaban un poco el precio y finalmente llegamos a un acuerdo. Entonces partimos siguiendo al otro taxi. Nuestro conductor, que creímos entender se llamaba rashid, era un fanático del real madrid. Su luneta estaba cubierta por una bandera del equipo merengue, arriba de la guantera colgaba una bufanda y una pequeña camiseta se balanceaba desde el espejito. También manejaba bastante rápido y le gustaba chuparse constantemente al auto de adelante, pero su música marroquí a todo volumen era genial y muy alegre. A los pocos kilómetros hicimos buenas migas. Comenzamos a subir por el atlas medio y atravesamos el centro de ski más famoso de marruecos, ifrane, muy alpino, lleno de casas de montaña con sus techos a dos aguas. Empezó a nevar bastante fuerte, nunca imaginé que iba a estar en marruecos en medio de una nevada, yo pensaba que era un viaje de bermudas y ojotas. Encima nuestro auto no tenía calefacción y la ventana de la petisa se bajaba sola. En fin. Hicimos una parada en un parque donde decenas de monos subían y bajaban de los árboles en busca del maní que los visitantes como nosotros les daban de comer en la boca. Muy divertido, sobre todo cuando uno enorme se le fue al humo a la petisa y ésta vino cagando aceite a esconderse atrás mío. Tiramos unas fotos y seguimos viaje, hasta un pueblito cercano a er rachidia donde paramos a almorzar. Nos clavamos un kebab y una porción de kafta (una especie de carne picada condimentada con perejil, cebolla y pimienta) y seguimos viaje, no sin antes ver cómo nuestros choferes se peleaban con todo el puestito de comidas negociando el precio (estos muchachos negocian todo precio a toda hora y en todo lugar). Paramos en un par de points fotográficos, donde sharif y rashid tomaban largos tragos de no se qué brebaje que según ellos los mantenía despiertos. Me dieron de probar un poco y quedé pelotudo por unos cuantos kilómetros mientras la petisa se cagaba de risa. Finalmente llegamos a la entrada de erfoud, donde derivaron a las yanquis a una combi de un chantún que decía tener una hostería al pie del desierto. Y pretendían que nosotros nos uniéramos al tour. Quilombo otra vez, porque tampoco era lo acordado. Ahí nos enteramos que sharif se volvía a fés, nosotros seguíamos viaje con rashid y supuestamente íbamos a dormir al albergue de este chabón que acababa de aparecer. Pero nosotros habíamos arreglado que dormíamos en otro lugar que se llamaba les hommes bleus, donde había estado broder alex, y que al otro día desde ahí nos llevaban a pasar el día y la noche al desierto. Si hasta les habíamos mostrado el folleto del lugar. Pero ellos decían que era lo mismo, que todos los albergues eran iguales, que incluso el del chantún era mejor. Entonces nos volvimos a plantar, hartos de que quisieran vendernos gato por liebre todo el tiempo. Y logramos ir a les hommes bleus, por suerte, porque el albergue era increíble y la gente copadísima. Apenas llegamos hamed, el encargado, un morocho con turbante en la cabeza que resultó un capo total, nos recibió con los brazos abiertos y un perfecto español, nos instaló en un cuartito comodísimo y nos dijo que no nos preocupáramos por nada que él arreglaría todo con el chofer (porque en nuestro acuerdo estaba todo incluido, la noche, la morfi y al otro día la expedición en camello). Entonces nos relajamos, nos pegamos un buen baño y nos quedamos disfrutando de la puesta del sol sobre las dunas del desierto. Cuando se hizo de noche nos sirvieron un tajine de carne con huevos espectacular. Es el típico plato marroquí, ponen carne con aceite de oliva, papas, zanahorias, cebolla, comino (a todo le ponen comino) y otras especias, todo adentro de una olla y lo dejan hacer a fuego lento. Estaba excelente. Después aparecieron unos muñecos con tambores y se mandaron una especie de batucada muy entretenida. Para terminar se armó una ronda de chistes. Me quedé con hamed y uno de los guías del desierto contando chistes hasta las 3 de la mañana. Nos cagamos de risa sin parar. Es que habiendo tan buena vibra, como en ese lugar al pie del inicio del sahara, no podés pasarla mal. Cuando nos fuimos con la petisa a dormir nos dimos cuenta que nuestro cuarto había sido invadido por cientas de mariposas o polillas nocturnas, andá a saber qué mierda eran. Tapados hasta la cabeza los dos, escuchando cómo aleteaban en la oscuridad y riéndonos, nos quedamos dormidos.

Thursday, April 12, 2007

Un viaje a la edad media


La medina (ciudad vieja y amurallada) de fés el bali retratada en la foto del post anterior es una de las más grandes del mundo y, dicen, la más fascinante de marruecos. Esa mañana nos levantamos con la petisa en el hotel royal, en la ciudad nueva y lo llamamos por teléfono a abdul, un guía que nos había pasado broder alex y que dominaba la medina a la perfección. El tipo apareció a los pocos minutos en el bar donde desayunábamos, un personaje total, un pendejo alto y flaco con un tranco larguísimo (por momentos se hacía muy complicado seguirle el rastro) que desaparecía de repente cuando nos cruzábamos con algún policía (porque no era un guía autorizado) y volvía a aparecer a las pocas cuadras sin que te dieras casi cuenta (una especie de agente 13 de maxwell smart, salía de los lugares menos pensados). Primero nos llevó al palacio real, un edificio imponente con una explanada impoluta, donde curiosamente sólo dejaban acceder a los turistas y donde la petisa le sacó un montón de fotos a los muchachos que limpiaban sus enormes puertas doradas (pronto pondremos en el aire un fotolog, seguiremos informando). De ahí tomamos un petit taxi (unos renault chiquitos ideales para la petit) que nos llevó a la entrada de la medina y fue como retroceder mil años en el túnel del tiempo. Encaramos las estrechas callecitas, siempre siguiendo a abdul porque era un laberinto: te perdés ahí y podés terminar en cualquier parte y tornarse una situación muy claustrofóbica. La enorme cantidad de gente que vive o trabaja en la medina parece haberse quedado suspendida en el tiempo, porque la influencia del mundo occidental no ha logrado penetrar en sus talleres de artesanía, en la vestimenta de las figuras que caminan encapuchadas o en los medios de transporte, que se limitan a filas de burros muy cargados con cestas llenas de lo que sea. Los habitantes de fés el bali viven de sus industrias y sus artículos de piel, vajillas de plata y trabajos de madera de cedro. Los tintoreros, curtidores y artesanos del latón y la plata siguen utilizando las antiguas técnicas, no hay espacio para introducir las nuevas tecnologías en la ciudad. La medina se divide en distintos souk o barrios especializados según la actividad que desempeñan sus artesanos y moradores, y abdul nos dio un pantallazo de cada uno de ellos. El trabajo sigue el sistema medieval, un capataz dirige una cooperativa hereditaria y los conocimientos se transmiten de generación en generación. Y en todas las cooperativas te quieren vender algo, eso seguro. Los marroquíes pueden ser muy insistentes, aunque no quieras comprar nada ellos van a insistir hasta la exasperación. La primera visión fue escalofriante, era la cooperativa de alimentos, especialmente aceitunas, que hay por todos lados: nos mostraron un patio en cuyo centro ponían a reposar las bolsas llenas sobre un charco y, al costado nomás, pudimos ver una rata muerta patas para arriba del tamaño de un gato. En la cooperativa de las alfombras subimos a una terraza donde unas mujeres semi esclavizadas tejían alfombras en un enorme telar de lana. Nos invitaron a sentarnos entre ellas para poder observar su trabajo y al minuto ya nos estaban mangando de los dos lados, una se probaba mis anteojos, la otra me mostraba un billete de 50 dirhams y me pedía plata mientras me tiraba de la manga, muy loco. Cuando bajábamos el jefe nos ofreció un té (los marroquíes toman té de menta todo el día y en todo lugar), hasta que se dio cuenta que más que españoles éramos argentos y que no íbamos a comprar ninguna alfombra: ahí desapareció el té, la amabilidad, todo. Salimos arando y encontramos a abdul, que nos llevó a la cooperativa de perfumes y especias, donde compramos un poco de curry y otro de comino (espectaculares). Luego fuimos a la de las sedas, después a la de platería (la petisa pegó una mano de fátima chiquita y barata para el monoambiente). Finalmente un amigo de abdul nos condujo por los techos hasta que pudimos ver una de las visiones más espectaculares de la ciudad: el barrio de los curtidores de pieles. Las pieles de camello, vaca, cabra y oveja son sumergidas en distintas tinas para sacarles la carne, el pelo, enjuagarlas y finalmente teñirlas. Desde arriba toda esa especie de recipientes parece una gigante paleta de colores, como se ve en la foto que ilustra este post, y para el teñido los tipos se meten hasta media pierna dentro de las tinajas pisoteándolas intensamente. Es un paisaje inolvidable. Después de caminar casi toda la medina, abdul nos metió en un restorán típico ubicado en un riad (una casa árabe antigua con patio interno) espectacular, donde comimos harira (típica sopa con carne y legumbres) y después un cuscús (base de sémola cocinada al vapor) con pollo que estaba de película. Para terminar, nuestro guía nos invitó a la casa de su hermano, en plena medina, donde nos convidó una vuelta de té de menta y un poco de chocolate. Un día completo y anacrónico, un viaje a mil años de distancia.

Wednesday, April 11, 2007

Tuesday, April 10, 2007

salam marruecos


Conseguimos un vuelo por easyjet que era para cagarse de risa. 45 euros (unos 180 points) madrid - casablanca ida y vuelta. Llegamos con nuestras mochilas después del mediodía y tomamos un tren desde el aeropuerto al centro de la ciudad. Pero el tren nunca llegó, aparentemente había que hacer una combinación que desconocíamos. Finalmente decidimos bajarnos y ya no nos daba el tiempo para hacer una pasadita por casablanca, que nos habían dicho no valía mucho la pena. El francés de la petisa nos salvó, enseguida se dio a entender con un guardia de la estación (casi todos los marroquíes hablan francés además de árabe) que nos indicó los horarios y destinos de los trenes que tocaban salir. Entonces agarramos uno que iba hasta fés, la primera parada de nuestro viaje. Éste último tren parecía el expreso de oriente, un pasillo largo y finito en cada vagón y muchas puertas corredizas para acceder a los distintos compartimentos donde la gente viajaba sentada cara a cara. Los asientos daban para cuatro personas más o menos y había pocos lugares. Conseguimos dos sitios al lado de una señora vestida con chalaba y turbante musulmanes, que llevaba una beba en brazos que era un espectáculo. La petisa se pasó la mitad del viaje jugando con ella. Cuando se hacía de noche nos dimos cuenta de que nuestro compartimento no tenía luz, así que nos cambiamos a otro un poco más iluminado, donde comencé la novela de javier marías que le soplé a broder alex de su biblioteca y que actualmente me tiene muy atrapado. El tren tardó unas cuatro horas, llegamos a fés bien entrada la noche y nos dirigimos al hotel royal, un lugar bien barato que nos habían pasado unos yanquis que tenían una guía con los alojamientos económicos de todas las ciudades. Por menos de 15 euros nos dieron un cuarto bastante respetable, con baño incluido y agua caliente entre las 7 y las 9 de la mañana. Nos instalamos y salimos a comer algo a una cuadra del lugar. Y la petisa volvió a ser mi intérprete, porque el mozo me miraba con cara de no entender nada de mi francés totalmente inventado. En esos momentos recordé a la vieja teñida que me daba clases en el secundario, a quien nunca jamás le presté la más mínima atención. Tal vez sus erres tan forzadamente pronunciadas entre gestos sexys y ampulosos (la gorda era un bofe total pero se vestía como si fuera catherine deneuve) me hubiesen servido de algo ahora, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. En fin, entre gestos y buena voluntad (el mozo llegó a aletear con los brazos para explicarme que el plato que yo señalaba tenía pollo, para morirse de la risa) llegué a hacerme entender bastante bien, y cuando ya entraba a desesperarme pedía auxilio a la petisa. Así empezó nuestro increíble viaje a marruecos. Fuimos a descansar temprano de los tramos de avión y tren con mochila al hombro porque al otro día saldríamos a descubrir esa increíble ciudad sumergida prácticamente en la edad media, que es fés.

Saturday, April 07, 2007

Última semana y la petisa

Fue como una semana de espera. Última cita con su eminencia, última clase con la hija de éste antes de rendir para catedrática. Nuevo pasaporte (saladito) obtenido en tiempo récord gracias a un contacto inesperado. Última lectura en el bukowski, en un ambiente cargado de borrachos, transumantes, resentidos, buscas y truculentos trovadores, mucha limpieza, aterrizaje con broder alex, incertidumbre, etc. El fin de semana llegaba la petisa, mis llamadas debían terminar de determinarla, mi estancia en madrid debía presentarse maravillosa, sin problemas, cual cuento de hadas, en eso estaba hasta la mala vibra del miércoles. Pero lo superé. El viernes a la noche recital del amigo leo zelada en amargord, acercamiento con compatriotas, literatura, literatura, a dormir temprano que el sábado caía la petisa y tenía que encontrar todo acogedor (y eso fue lo que pasó, por suerte). Además el lunes mismo nos íbamos a marruecos, con pasaporte nuevo y reencuentro. Y llegó nomás el día de la llegada. Me levanté tempranísimo, tipo cinco y media, me pegué un baño y metro hasta barajas. Una hora y media de espera, pese a que el avión ya había aterrizado (todo por unos pícaros argentos que habían metido, una semana atrás, una bocha de frula envuelta en alfajores havanna). Finalmente apareció la petisa, con su sonrisa de siempre y me dio tantos besos como esperaba. Llegamos al monoambiente y su cara fue muy favorable, broder alex me había dicho, la primera impresión es todo, vos mirale la cara apenas entra a ver qué pasa. Y todo salió lindo, la petisa se adaptó al monoambiente mejor que yo. Fue un placer. Caminamos por madrid todo el día, nos pusimos al día en nuestro sofá cama, todo muy lindo. Nos clavamos unas cañas, unas tapitas, unos besos, muchos recuerdos. El domingo a la noche fuimos a comer a lo de broder alex y blanca y la pasamos bárbaro, parece que hasta le consiguieron un laburo a la petisa, increíble, esos son amigos. Y el ciclón le ganaba al rojo 4 a 3 y seguía en la punta, cuánto placer. Encima el lunes siguiente arrancábamos para marruecos, nada más se podía pedir. Superloyds ya no estaba solo.

Thursday, April 05, 2007

Pasan muchas cosas

Ya ni me acuerdo dónde dejé queridos blogadictos. Pasaron tantas cosas. Entre otras llegó finalmente la petisa y estuvimos como diez días en marruecos, algo increíble, ya les contaré. Por el momento volvamos al fin de semana posterior a la pérdida de mi pasaporte. Un bajón, me tenía que ir a marruecos con la petisa y de pronto me encontraba sin pasaporte. Lo descubrí la noche del viernes, después de asistir con mi amigo leo zelada a la presentación de una antología de cuentos de jóvenes escritores alumnos de una especie de sade española. Fue en el fnac, un shopping de cinco pisos que tiene una sala de conferencias y dos pisos enteros llenos de libros y cds, da para quedarse un día entero mirando solamente, porque los precios son un tanto salados. De ahí nos fuimos a la editorial amargord, en el corazón de lavapiés, donde leía unos relatos una española que cumplía años ese mismo día. Hubo uno que me gustó mucho, a esta altura ya ni me acuerdo de qué trataba pero sí que estaba muy bien. Salimos a comer algo con leo y rodrigo, un escritor argentino que labura en la editorial y después me fui al estudio del amigo matt donde me encontré con él, mi ex roomate y un amigo de ellos, un español llamado pepe. Un poco de birra y dubby y salimos por una vuelta a dubliners, aquel pub irlandés que ya se hizo costumbre: ahí descubrí que me faltaba el pasaporte y fue terrible, las siguientes 24 horas me la pasé recorriendo todos los lugares en que había estado buscándolo y nada. El sábado llamé a un contacto que me habían pasado y me dijo que hiciera la denuncia y el lunes a primera hora me presentara en el consulado que me daban uno nuevo. Me relajé un poco. A la noche me invitaron a leer a un ciclo de narrativa en un bar también de lavapiés y fue muy interesante. Un tipo hizo un strip relato, iba sacando papelitos de entre la ropa que se quitaba, terminó en calzones, muy performático, a lo funes. Yo leí un microrrelato y me aplaudieron bastante. Después, jesús, un escritor español que anda armando una antología con cuentos de los bares de malasaña me invitó a escribir un texto para el proyecto, será cuestión de empezar a recorrer. De ahí salí corriendo a un cumpleaños en hortaleza y la gran vía, me había invitado la amiga de mi amigo, la del grupo de teatro. Cuando llegué había cinco parejas sentadas alrededor de una mesa, varias de ellas embarazadas, todos charlando muy formales. Me quería matar. Decí que después me dieron de comer unos langostinos increíbles y empezaron a pelar helados y champagne, así que me di una panzada. El departamento del cumpleañero era increíble: terraza, jacuzzi, pantalla de cine. Para terminar lo pasé a buscar al amigo charlie que me había invitado a una mega fiesta en el moma, un boliche bastante electrónico, donde cada trago salía unos 12 euros (algo así como 48 points, un disparate, obviamente no tomé nada). Nos cruzamos con unos argentos de esos que dan vergüenza ajena, que andan bardeando por todos lados y se creen los dueños del mundo (y nos hacen quedar como el orto), pero rápidamente tiré un cambio de paso, los esquivé y seguí para la otra punta del boliche. La música excelente, el ambiente bastante bien, pero yo estaba muerto de cansancio y a pico seco, así que boludeamos un rato y nos fuimos al sobre. El domingo salimos con broder alex de paseo por el retiro, nos tiramos en el pasto a divagar y a ver pasar a la gente, había un solcito muy lindo, se podía andar en remera, un placer. A la noche me enteré que el ciclón había alcanzado la punta, qué felicidad, mi viejo en el teléfono no cabe de contento. Después me fui al bukowski, para no perder la costumbre. Habían armado un homenaje a benedetti y había que leer algún poema de él. Elegí el sur también existe, de rioplatense que soy nomás y una mujer desnuda y en lo oscuro, un clásico. Fue muy agradable volver a sentir esas palabras casi olvidadas de nuevo en mi boca. Y así transcurrió ese fin de semana, entre el stress del pasaporte, el relajo del retiro y paseándome entre lectura y lectura y alguna fiesta ajena. No me quejo.