Friday, December 29, 2006
Wednesday, December 27, 2006
Loyds en el interpretador
Salió el interpretador nro. 29, el último del año. Y, por vez primera, un relato de superloyds. Con ustedes, queridos seres.
Tuesday, December 26, 2006
Friday, December 22, 2006
Thursday, December 21, 2006
¿Complotaron mushashos?
"en muy raras ocasiones la violencia colectiva es espontánea. En 2001 hubo elementos de espontaneidad, pero también muchos elementos que apuntaron a la coordinación, explícita o implícita, entre vecinos que buscaban mercadería, dirigentes partidarios con distintos grados de poder político y policías... una serie de mecanismos activados por dirigentes políticos y policías se pusieron en juego en los saqueos. Se crearon oportunidades para actuar, desprotegiendo a zonas comerciales, se hicieron circular rumores sobre inminentes saqueos o sobre distribución inmediata de comida, la policía participaba en algunos saqueos y se hacían circular rumores sobre la invasión de un barrio contra otro"
(opinión de Javier Auyero, sociólogo, profesor en la Stony Brook de Nueva York y autor de "La Política de los pobres" y "Clientelismo político, las caras ocultas", para el suplemento enfoques (a cinco años de la crisis de 2001) del diario La Nación del domingo 17 de diciembre de 2006)
"Cualquiera que no quisiera ilusionarse podía divisar la caída del gobierno encabezado por Fernando de la Rúa y, si era realista, anticipar también una crisis de disgregación social y representación política. Nadie creía en nada. Los saqueos a supermercados, mercados y pequeños negocios que se disparaban en todo el país se desplegaron de manera perfeccionada en la provincia de Buenos Aires, donde la existencia de zonas liberadas, los avisos de su temporaria liberación recibidos por punteros peronistas y la masividad de la intervención en ellos de vecinos indican que, sobre las acciones espontáneas de la miseria, operaba el aparato político de la provincia gobernada por Carlos Ruckauf. Nadie daba nada por el gobierno. Su caída era cuestión de días, que se cumplieron el 19 y 20 de diciembre con las manifestaciones en Plaza de Mayo. La suerte estaba echada y la violencia de la represión no podía salvar a ningún presidente sino contribuir a enterrarlo. La crisis era inevitable."
(de la nota "Furia, ilusión y melancolía", por Beatriz Sarlo, para el suplemento enfoques (a cinco años de la crisis de 2001) del diario La Nación del domingo 17 de diciembre de 2006)
(opinión de Javier Auyero, sociólogo, profesor en la Stony Brook de Nueva York y autor de "La Política de los pobres" y "Clientelismo político, las caras ocultas", para el suplemento enfoques (a cinco años de la crisis de 2001) del diario La Nación del domingo 17 de diciembre de 2006)
"Cualquiera que no quisiera ilusionarse podía divisar la caída del gobierno encabezado por Fernando de la Rúa y, si era realista, anticipar también una crisis de disgregación social y representación política. Nadie creía en nada. Los saqueos a supermercados, mercados y pequeños negocios que se disparaban en todo el país se desplegaron de manera perfeccionada en la provincia de Buenos Aires, donde la existencia de zonas liberadas, los avisos de su temporaria liberación recibidos por punteros peronistas y la masividad de la intervención en ellos de vecinos indican que, sobre las acciones espontáneas de la miseria, operaba el aparato político de la provincia gobernada por Carlos Ruckauf. Nadie daba nada por el gobierno. Su caída era cuestión de días, que se cumplieron el 19 y 20 de diciembre con las manifestaciones en Plaza de Mayo. La suerte estaba echada y la violencia de la represión no podía salvar a ningún presidente sino contribuir a enterrarlo. La crisis era inevitable."
(de la nota "Furia, ilusión y melancolía", por Beatriz Sarlo, para el suplemento enfoques (a cinco años de la crisis de 2001) del diario La Nación del domingo 17 de diciembre de 2006)
Reflexiones sobre la creación y la moral
"...se considera, erróneamente y a priori, que los escritores y los artistas -y tanto más cuanto más grandes- son como representantes de lo espiritual, casi sacerdotes laicos de la verdad, de la humanidad y de la justicia, como maestros de vida. Sin embargo, no es así. Crear una obra de arte, aunque ésta sea grande, no garantiza en absoluto -como, por otra parte, lo sabía bien Thomas Mann- la posesión permanente de cualidades morales (y mucho menos de inteligencia) capaces de evitar las aberraciones éticas y políticas. Muchos entre los grandes escritores del siglo pasado han sido fascistas, como Pirandello; nazis o filonazis, como el gran Hamsun; antisemitas a pesar de sí mismos, como el autodestructivo y también grande Céline; estalinistas, como esos escritores franceses que iban con devoción a Moscú para asistir a la 'misa roja' o a los linchamientos de tantos de sus compañeros. Continuamos amándolos y comprendemos el itinerario de autolesión que los ha llevado a esta automutilación espiritual y a aprender de ella hasta valores esenciales como el amor y la rebelión, negados por las ideologías perversas que tienen indulto, pero no podemos esperar de ellos más claridad o sabiduría que la de la así llamada gente común. Por otra parte, hasta Goethe escribió la inmortal historia de Margarita que nos enseña para siempre la piedad y la comprensión por ella, y algunos años más tarde votó a favor de la condena a muerte de una joven que había cometido la misma falta que Margarita. Pobres diablos. El espíritu sopla donde y cuando quiere, y no siempre en el corazón y en la mente de un gran escritor. Cuando no sopla, todos son pobres diablos capaces de hacer cualquier tontería..."
(de la nota "No hay que esperar que los artistas sean maestros de la vida", escrita por Claudio Magris del Corriere della Sera con motivo de la polémica por el pasado de Günter Grass, publicada en el diario La Nación el lunes 21 de agosto de 2006)
(de la nota "No hay que esperar que los artistas sean maestros de la vida", escrita por Claudio Magris del Corriere della Sera con motivo de la polémica por el pasado de Günter Grass, publicada en el diario La Nación el lunes 21 de agosto de 2006)
Tuesday, December 19, 2006
Quinteteros: el flaco
"Desde la última vez que lo había visto, el lunes a la noche en un hotel de la calle Paraguay, Juliana no había logrado comunicarse con Esteban. El teléfono le daba siempre ocupado o la atendía el contestador. El sábado a la tarde, viajando con su hermana en colectivo por la avenida Santa Fe, vio en la cartelera de Metrópoli Bailable que esa noche tocarían Los Pantanos.
Carmen estaba en Capital porque a la tarde iba a dar una prueba en una peluquería cerca de la terraza. La notábamos un poco nerviosa. Había traído sus tijeras en un bolso y, después de insistir, me convenció de que no me vendría mal un nuevo corte de pelo.
Más tarde, para entrar al boliche, tuvimos que hacer una cola de cincuenta metros. Yo no había logrado convencer a Mariela y su lugar lo ocupaba el nuevo inquilino. Desde afuera sólo se oían los graves de la música. En la puerta nos palparon de botellas o de armas y nos dejaron pasar.
La pista estaba llena de parejas que bailaban al ritmo de un cuarteto. Dimos una vuelta y las chicas fueron juntas al baño. Adrián y yo subimos al entrepiso y nos acodamos en la punta de una barra. Él me dijo algo al oído, yo le respondí con un gesto y le preguntó al barman por el trago más barato.
-Mezcladito -me gritó sobre la música, señalando la lista de precios-, el culo de todas las bebidas.
Volvimos a ver a las chicas un rato largo después, justo cuando un locutor presentaba a Los Pantanos. Al principio me costó distinguir a Esteban entre sus compañeros; todos tenían el pelo suelto y un traje blanco y largo hasta debajo de las rodillas. Cuando desapareció el humo artificial, pude ver su instrumento en una punta del escenario, se lo mostré a Juliana y, durante varios compases, mientras ella lo miraba a los ojos, yo miré la figura que dibujaban sus dedos sobre el diapasón.
Aunque iba por el cuarto mezcladito, Adrián todavía no me hablaba como si nos conociéramos de antes. Yo empecé a bailar frente a Carmen; no estaba acostumbrado a tomar alcohol y con la segunda cerveza ya me había emborrachado. Miraba el sistema lumínico que colgaba del techo y, acariciándome los mechones que ya no tenía, como un tic o como parte del paso, cada algunos segundos me llevaba una mano a la cabeza.
A la salida del boliche, ya de madrugada, me pareció ver a Esteban subirse a una combi entre un grupo de fanáticas. Se había sacado el traje y atado el pelo en una cola. Cuando se lo mostré a Juliana, ella corrió hacia la ventanilla polarizada gritando su nombre, se enmarcó la cara con las manos, y, al darse vuelta, cerró los ojos sin decir una palabra.
Volvimos caminando a la terraza. Carmen y Adrián se quedaron charlando en la vereda. Al subir la escalera noté que Juliana seguía conteniendo las ganas de llorar. Cuando entré en la pieza, después de lavarme los dientes, la vi meterse en mi cama y escuché que me pedía, sacándose la ropa, que le frotase las mejillas para que le volviese el color."
(Fragmento del cuento "El sistema" arbitrariamente escogido por superloyds. El cuento forma parte del libro "Los estantes vacíos", de Ignacio Molina, editado por Entropía en el año 2006)
Carmen estaba en Capital porque a la tarde iba a dar una prueba en una peluquería cerca de la terraza. La notábamos un poco nerviosa. Había traído sus tijeras en un bolso y, después de insistir, me convenció de que no me vendría mal un nuevo corte de pelo.
Más tarde, para entrar al boliche, tuvimos que hacer una cola de cincuenta metros. Yo no había logrado convencer a Mariela y su lugar lo ocupaba el nuevo inquilino. Desde afuera sólo se oían los graves de la música. En la puerta nos palparon de botellas o de armas y nos dejaron pasar.
La pista estaba llena de parejas que bailaban al ritmo de un cuarteto. Dimos una vuelta y las chicas fueron juntas al baño. Adrián y yo subimos al entrepiso y nos acodamos en la punta de una barra. Él me dijo algo al oído, yo le respondí con un gesto y le preguntó al barman por el trago más barato.
-Mezcladito -me gritó sobre la música, señalando la lista de precios-, el culo de todas las bebidas.
Volvimos a ver a las chicas un rato largo después, justo cuando un locutor presentaba a Los Pantanos. Al principio me costó distinguir a Esteban entre sus compañeros; todos tenían el pelo suelto y un traje blanco y largo hasta debajo de las rodillas. Cuando desapareció el humo artificial, pude ver su instrumento en una punta del escenario, se lo mostré a Juliana y, durante varios compases, mientras ella lo miraba a los ojos, yo miré la figura que dibujaban sus dedos sobre el diapasón.
Aunque iba por el cuarto mezcladito, Adrián todavía no me hablaba como si nos conociéramos de antes. Yo empecé a bailar frente a Carmen; no estaba acostumbrado a tomar alcohol y con la segunda cerveza ya me había emborrachado. Miraba el sistema lumínico que colgaba del techo y, acariciándome los mechones que ya no tenía, como un tic o como parte del paso, cada algunos segundos me llevaba una mano a la cabeza.
A la salida del boliche, ya de madrugada, me pareció ver a Esteban subirse a una combi entre un grupo de fanáticas. Se había sacado el traje y atado el pelo en una cola. Cuando se lo mostré a Juliana, ella corrió hacia la ventanilla polarizada gritando su nombre, se enmarcó la cara con las manos, y, al darse vuelta, cerró los ojos sin decir una palabra.
Volvimos caminando a la terraza. Carmen y Adrián se quedaron charlando en la vereda. Al subir la escalera noté que Juliana seguía conteniendo las ganas de llorar. Cuando entré en la pieza, después de lavarme los dientes, la vi meterse en mi cama y escuché que me pedía, sacándose la ropa, que le frotase las mejillas para que le volviese el color."
(Fragmento del cuento "El sistema" arbitrariamente escogido por superloyds. El cuento forma parte del libro "Los estantes vacíos", de Ignacio Molina, editado por Entropía en el año 2006)
Saturday, December 16, 2006
Friday, December 15, 2006
En Neuquén
Aguardan el arribo de un super héroe. Como diría el tigre, voy a prenderme fuego. De ahí para arriba, todo.
Thursday, December 14, 2006
Y sí cholo
Cuando nadie te tenía fe, yo ya te bancaba. A principio de año todavía eras jugador. De un día para otro (dicen que te lo pidió K) te convertiste en técnico. Te calzaste el traje italiano y agarraste un hierro caliente (racing, casi sin puntos y con riesgo de promoción). Lo sacaste adelante con mucho huevo y te corrieron para llevar a mostaza, que se fue del pincha como un traidor. Y el león te fue a buscar para dirigir la vuelta de la brujita y caldera, para que pavone se quedara un rato más. Con toda la fe, armaron un equipo con mística, que logró dar vuelta todo y arruinar un tricampeonato ya vendido y marketineado. Ahora sos campeón. Vos cholo, el del cuchillo entre los dientes, el que siguiendo a su corazón volvió al aleti y quiso terminar su carrera en racing, el que cuando se ponía la celeste y blanca de la selección "no tenía ni frío ni calor" (sic.). Que lo disfrutes chabón.
Wednesday, December 13, 2006
un infierno
este fin de año: entre los trajes para las fiestas que todos quieren ya en la sastrería, el calor insoportable y los fucking eventos, encuentros y despedidas que no entiendo (yo el 1º de enero voy a seguir acá, no me voy a plutón), no me quedan fuerzas ni para tirarme un pedo; bendito el momento en que estemos en neuquén con la galera literaria alzando nuestras copas, no veo la hora.
Friday, December 08, 2006
Thursday, December 07, 2006
En todos y en ningún lugar
Mi ex buscapanner está lleno de cajas. Hasta dos bolsas con envases de cerveza y un rollo de cartón corrugado tengo en el asiento de atrás. Soy una especie de cartonero botellero motorizado. Me siento un poco como el viejo barbudo de amores perros que alguna vez tuvo todo y de pronto se encuentra cual paria deambulando por las calles y juntando perros heridos. Ayer a la tarde lo dejé estacionado abajo de lo de madder, me saqué el disfraz y me vestí con ropa que había dejado ahí el fin de semana, en la repartija de cosas a destinos tan diversos como lo del rubio, primogénita, pequeño oko, madder y la petisa. Después salí caminando en sandalias hacia la pizzería donde despedimos a una amiga que supo trabajar en la sastrería hasta que decidió mandar a todos a la mierda. Y eso que era de la familia. En fin, unos huevos de novela la flaca. Ahora se va a vivir a Miramar. Su viejo es de allá y le hace un lugar en su casa. Ella no se banca más la ciudad de la furia y parte de regreso a su playa de nacimiento en busca de paz y tranquilidad.
Caminar por la zona en que pasé toda mi vida hasta hace tres años atrás, ya no se siente igual. Se ve que me fui acostumbrando a barrios más verdes y tranquilos, sin tanto colectivo ni cemento por todos lados. Ayer me trasmitió una vibra como muy cargada, no sé que onda, pero volver no quiero. Después de una pizza y unas cuantas birras, la conversa se fue sincerando un poco. La flaca nos contó que largó la sastrería porque estaba saturada: no era lo que quería para su vida, a pesar de que se llevaba unos buenos mangos que le permitían alquilar un departamento super equipado y con balcón terraza. Cuando renunció tenía juntados unos ahorros, pero se los fue comiendo todos estos meses porque con el laburo posterior, mucho más modesto, no le alcanzaba. Ahora se va a Miramar con seiscientos mangos y sin trabajo a la vista. Me meteré de moza en algún parador, al menos con eso zafo la temporada, pero voy a ser más feliz que acá seguro, nos dijo. Para reflexionar. Tal vez me esté mostrando el camino, tal vez en febrero, quién te dice, sigo sus pasos. Veremos cómo se van dando las cosas.
Llegar a la noche al depto de madder fue medio déjà vu. Cuando mis viejos se separaron la planta baja interna quedó muy grande y la vendieron. Madder pegó un pequeño piso 12 esquinado y con mucha luz y el rubio un dos ambientes aún más alto, pero a sólo una cuadra de distancia: increíble. Primogénita ya se había casado y pequeño oko y yo nos instalamos en el piso 12: dos cuartos y dependencias. Sorteamos. Por supuesto que perdí, como siempre, y me tocó el mínimo cuarto de servicio. Era como un pasillito, cagando cabía la cama. Entrabas y prácticamente caías sobre ella. Pero bueno, la verdad es que yo no estaba nunca y tan terrible no fue porque madder además se ocupó de malcriarnos un poco más que de costumbre. Un buen día partimos los dos hijos y, tiempo después, ella tiró la pared que había entre mi cuartito y el suyo, instaló ahí el living comedor en una especie de enroque y llevó su cuarto al living. El de pequeño oko quedó en su lugar y, por cuestiones económicas, fue alquilado a una chica peruana que vino a estudiar a buenos aires. Pero da la casualidad que esta chica dejó la habitación a fin de noviembre, justo para cuando quedé homeless. Así que esparcí algunas de mis cosas ahí, en la vieja pieza de pequeño oko abandonada por la peruana.
Dormí como el orto. Me debo haber despertado más de diez veces para mirar el reloj despertador que le había robado a madder antes de acostarme, porque me habían encomendado entregar un traje a domicilio bien temprano y tenía miedo de quedarme frito. En un momento dado le eché un vistazo y eran las 7.30, hora prefijada para arrancar. Pegué un salto y me metí en el baño, me lavé la cara y los dientes y volví al cuarto para ponerme el disfraz. Miré nuevamente el reloj: eran las 5.30. Fucking paranoid. Me metí de vuelta en la cama. Minutos antes de la hora verdadera me desperté solo, desactivé el despertador y la vi a madder sentada en el comedor con un yeso desde el sobaco hasta la muñeca derecha, esforzándose con el otro brazo para desplegar las hojas del página 12. Me contó que el viaje había sido perfecto hasta un día antes de volver, cuando se cayó entre unas rocas y se dislocó la muñeca. Allá le pusieron una férula provisoria y al llegar acá le metieron el brazo entero en ese yeso incómodo que además le raspa. Para colmo parece que va a haber que operar para que no pierda movilidad. No sé cómo hizo para exprimir unas naranjas en ese estado, pero después de bajar a correr el ex buscapanner antes de las 8 para que no me lo llevase la grúa, encontré mi jugo esperándome sobre la mesa. Cuando quise prender el calefón para pegarme un duchazo, se habían acabado los fósforos y, como dos buenos ex fumadores que somos, no contábamos con generador de fuego alguno en nuestro haber. La madder terminó tocando el timbre de una vecina loca del piso de arriba que le entregó una pila de fósforos que trajo en la mano sana. Me dí una excelente ducha, me calcé el mismo disfraz del día anterior, partí en mi ex buscapanner y concreté la entrega a las 8.35 hora exacta.
En el camino pasé por lo del rubio que se fue a un congreso en la feliz y me dejó las llaves de su casa en portería. Viene a ser otra alternativa donde caer. Es que así paso los días y sobre todo las noches, en todos y en ningún lugar. Por momentos sueño que soy el ponja de hierro 3, un vagabundo que vive como un fantasma usurpando noche a noche una casa distinta, viviendo pedazos de las vidas de otras personas. Quién sabe dónde voy a terminar acostándome hoy cuando se apague la luz. Ya veremos. Mientras tanto, voy a comer unas empanadas y después, voy a aguantarme las ganas de fumar un cigarrillo.
Caminar por la zona en que pasé toda mi vida hasta hace tres años atrás, ya no se siente igual. Se ve que me fui acostumbrando a barrios más verdes y tranquilos, sin tanto colectivo ni cemento por todos lados. Ayer me trasmitió una vibra como muy cargada, no sé que onda, pero volver no quiero. Después de una pizza y unas cuantas birras, la conversa se fue sincerando un poco. La flaca nos contó que largó la sastrería porque estaba saturada: no era lo que quería para su vida, a pesar de que se llevaba unos buenos mangos que le permitían alquilar un departamento super equipado y con balcón terraza. Cuando renunció tenía juntados unos ahorros, pero se los fue comiendo todos estos meses porque con el laburo posterior, mucho más modesto, no le alcanzaba. Ahora se va a Miramar con seiscientos mangos y sin trabajo a la vista. Me meteré de moza en algún parador, al menos con eso zafo la temporada, pero voy a ser más feliz que acá seguro, nos dijo. Para reflexionar. Tal vez me esté mostrando el camino, tal vez en febrero, quién te dice, sigo sus pasos. Veremos cómo se van dando las cosas.
Llegar a la noche al depto de madder fue medio déjà vu. Cuando mis viejos se separaron la planta baja interna quedó muy grande y la vendieron. Madder pegó un pequeño piso 12 esquinado y con mucha luz y el rubio un dos ambientes aún más alto, pero a sólo una cuadra de distancia: increíble. Primogénita ya se había casado y pequeño oko y yo nos instalamos en el piso 12: dos cuartos y dependencias. Sorteamos. Por supuesto que perdí, como siempre, y me tocó el mínimo cuarto de servicio. Era como un pasillito, cagando cabía la cama. Entrabas y prácticamente caías sobre ella. Pero bueno, la verdad es que yo no estaba nunca y tan terrible no fue porque madder además se ocupó de malcriarnos un poco más que de costumbre. Un buen día partimos los dos hijos y, tiempo después, ella tiró la pared que había entre mi cuartito y el suyo, instaló ahí el living comedor en una especie de enroque y llevó su cuarto al living. El de pequeño oko quedó en su lugar y, por cuestiones económicas, fue alquilado a una chica peruana que vino a estudiar a buenos aires. Pero da la casualidad que esta chica dejó la habitación a fin de noviembre, justo para cuando quedé homeless. Así que esparcí algunas de mis cosas ahí, en la vieja pieza de pequeño oko abandonada por la peruana.
Dormí como el orto. Me debo haber despertado más de diez veces para mirar el reloj despertador que le había robado a madder antes de acostarme, porque me habían encomendado entregar un traje a domicilio bien temprano y tenía miedo de quedarme frito. En un momento dado le eché un vistazo y eran las 7.30, hora prefijada para arrancar. Pegué un salto y me metí en el baño, me lavé la cara y los dientes y volví al cuarto para ponerme el disfraz. Miré nuevamente el reloj: eran las 5.30. Fucking paranoid. Me metí de vuelta en la cama. Minutos antes de la hora verdadera me desperté solo, desactivé el despertador y la vi a madder sentada en el comedor con un yeso desde el sobaco hasta la muñeca derecha, esforzándose con el otro brazo para desplegar las hojas del página 12. Me contó que el viaje había sido perfecto hasta un día antes de volver, cuando se cayó entre unas rocas y se dislocó la muñeca. Allá le pusieron una férula provisoria y al llegar acá le metieron el brazo entero en ese yeso incómodo que además le raspa. Para colmo parece que va a haber que operar para que no pierda movilidad. No sé cómo hizo para exprimir unas naranjas en ese estado, pero después de bajar a correr el ex buscapanner antes de las 8 para que no me lo llevase la grúa, encontré mi jugo esperándome sobre la mesa. Cuando quise prender el calefón para pegarme un duchazo, se habían acabado los fósforos y, como dos buenos ex fumadores que somos, no contábamos con generador de fuego alguno en nuestro haber. La madder terminó tocando el timbre de una vecina loca del piso de arriba que le entregó una pila de fósforos que trajo en la mano sana. Me dí una excelente ducha, me calcé el mismo disfraz del día anterior, partí en mi ex buscapanner y concreté la entrega a las 8.35 hora exacta.
En el camino pasé por lo del rubio que se fue a un congreso en la feliz y me dejó las llaves de su casa en portería. Viene a ser otra alternativa donde caer. Es que así paso los días y sobre todo las noches, en todos y en ningún lugar. Por momentos sueño que soy el ponja de hierro 3, un vagabundo que vive como un fantasma usurpando noche a noche una casa distinta, viviendo pedazos de las vidas de otras personas. Quién sabe dónde voy a terminar acostándome hoy cuando se apague la luz. Ya veremos. Mientras tanto, voy a comer unas empanadas y después, voy a aguantarme las ganas de fumar un cigarrillo.
Monday, December 04, 2006
I'm a fucking homeless
Pocas cosas peores que desarmar una casa entera y ubicar todos tus petates en cinco lugares distintos: decí que la petisa me abrió las puertas de su hogar hasta que todo se defina para algún lado...
Adiós a las cañitas, un barrio que terminó encariñándose conmigo.
Fueron tres años fuertes, con muchos cambios.
Voy a extrañar un montón de cosas.
Mañana es mejor.
Chau.
Adiós a las cañitas, un barrio que terminó encariñándose conmigo.
Fueron tres años fuertes, con muchos cambios.
Voy a extrañar un montón de cosas.
Mañana es mejor.
Chau.
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