Wednesday, May 31, 2006
Héroes igual
Mal pronóstico
La noche anterior nos dieron mucho vino que traían ya descorchado de la cocina (recordar el bidón de branca en el mundial 90) y mucho duby, hay que decirlo. El pobre mairal nunca pudo reponerse de sus once horas de viaje, de hecho no pudo pegar un ojo, se quedó toda la noche soñando despierto con sabrina love mientras escuchaba los sinfónicos ronquidos de funes. Además, falco les metió un gato (felino, animal, valga la aclaración) en la habitación, sospechando quizás la alergia que le provoca a pedro este tipo de criaturas domésticas. Terra y maxi habían bajado del colectivo procedente de buenos aires tan sólo tres horas antes y precalentaban como zombies, tratando de no pensar en lo inhumano que era jugar un partido en esas condiciones. Tal vez con conocimiento de este detalle los locales reprogramaron un cotejo que estaba previsto en horas de la tarde, para las 11 de la mañana. A eso hay que sumarle que además de estar extenuados, éramos justo y apenas cinco jugadores, sin recambio alguno, a diferencia de nuestros rivales que, una vez rodando el balón, se darían el lujo de entrar y salir, descansar, tomar agua a un costado, cambiar la mitad del equipo, sacar fotos, etc. Por si esto fuera poco, la cancha era de tierra, superficie casi inhallable en nuestra ciudad. Desconozco a esta altura si ordenaron regarla un rato antes o no, pero sí puedo decir que la superficie escogida nos hizo acordar a los visitantes la vieja táctica de los equipos de copa davis, o por qué no la altura de la paz y otras ciudades en las eliminatorias latinoamericanas. En fin, todo hacía presagiar una abultada diferencia en el tanteador a favor de los locales. Salimos, igualmente, a la cancha, con la energía en baja pero el orgullo en alto.
Heroica performance
El partido se mantuvo empatado la mayor parte del tiempo. Con funes sacando todo lo que le tiraban, quien suscribe aguantando en el fondo, terranova yendo y viniendo, maxi lidiando con frescos defensores que se turnaban para golpearlo y mairal empujándola a la red (a pesar de que su humildad no le permita atribuirse los goles), con la única fuerza de nuestro amor propio (en un momento tuve que rogarle a terra que inventara un entretiempo porque estábamos a punto de morir -literalmente- por la camiseta), nos encaminamos hacia una hazaña épica. De no haber sido por el enorme lamberti, custodio infranqueable del arco rival, que se encargó de ahogar numerosos gritos de gol porteños, la historia hubiera sido otra. Así y todo, faltando minutos, tal vez segundos, para el final del encuentro, ganábamos por diferencia de un gol. Y, en realidad, debió haber terminado ahí. Pero, confiados en sus innegables dotes de anfitrión, cedimos el conteo del tiempo a desfalco y eso hizo torcer la historia, alejándonos de una gloria merecida. El descuento se estiró y se estiró, como un chicle jirafa. Hasta que una jugada por demás dudosa (habría que verla por televisión), resuelta, obvio es decirlo, en favor de los locales, les valió el empate y, para nosotros, fue el principio del fin. Porque cuando ya todos firmábamos la igualdad, nuestro gran funes, que hasta ese entonces había completado una infalible faena, cometió el único error de la mañana (así es el fútbol) y la pelota ingresó por última vez en nuestro arco, a la vez que el parcial cronometrista anunciaba el final del partido dando rienda suelta a la algarabía cordobesa. Resultado final: 12-11 para los locales. Sabemos que la fría estadística es la que quedará en la historia, pero sabemos también que no fue justo, que dejamos todo y merecimos más, que hicimos bien en irnos con el cuerpo deshecho pero la frente alta. Y sobre todo, sabemos, que habrá revancha en el oupen gayo.
Tuesday, May 30, 2006
Vagando por las sierras
El jueves a la noche me fui a córdoba, a un encuentro interprovincial de fútbol y literatura. Llegué a retiro a las 10 de la noche y media hora más tarde partí a bordo de "el práctico". Asientos espectaculares, refrigerio, una película horrible que se tildaba todo el tiempo, nadar de noche. Al rato me dormí y me desperté casi llegando. Un placer. Bajé en la terminal a las 7.20 de la mañana, me clavé un café con medialunas y tomé un taxi hasta lo de prima daisy. Como ella entra muy temprano al laburo, no estaba, pero sí me esperaba fer, su legítimo esposo desde marzo. Un fenómeno, me mostró mi cuarto, me dio un juego de llaves, me ofreció desayunar de vuelta y cuando se fue a laburar me tiró en red hot chili panchos (googleen loco), la panchería que regentea mi primo césar. Me caté un super super pancho con todos los condimentos, tipo 9.30 de la mañana, de lujo. Conversamos y después me recomendó algún lugar para pasar el resto del día que estaba espectacular. Volví a la terminal y me trepé a otro bondi que me llevó hasta anisacate, un pueblo que queda para el lado de alta gracia. Me bajé en un puente sobre un río lleno de piedras y me puse a caminar por las calles de tierra, hasta llegar a una playita de arena. Me tiré un rato a descansar al solcito, leí un poco y me quedé dormido. Cuando me desperté, seguí la caminata hasta la bolsa, me senté en un barcito al borde de la ruta y me salió un cuento de punta a punta, así, de un tirón. Como no tenía papel usé el libro de forn, la contracara de las hojas con los títulos, que viene en blanco. Buenísimo, hacía rato que no escribía un cuento entero. A la noche hubo comida de primos, en lo de la sole (mi prima más grande) y roger, con todos mis sobrinitos por ahí dando vueltas. Picada, cerveza, locro, vino, helado y coca cola, una fiesta de sabores. Después, fer y prima daisy me dejaron en lo de falco, el gran anfitrión cordobés. Subí a un piso 14 de la gran puta, con jacuzzi y todo y me encontré con funes y mairal, que habían viajado once horas desde buenos aires. Los locos se perdieron en la ruta y tardaron más que pier nodoyuna. Ahí conocí también a los locales godoy y lamberti, dos personajes extraordinarios que nos harían reir sin parar los dos días siguientes. Entre vinos y duby se hizo tarde. Volví a casa de mis primos, fumé un pucho y me fui a dormir. Al día siguiente era el partido, a las 11 de la mañana y había que recuperar.
Wednesday, May 24, 2006
La poesía extravagante
-¿Qué es lo más extravagante que hizo?
-Escribir poesía, me da mucha vergüenza. Es la única literatura que está fuera de comercio. Acá estoy haciendo la promoción de un libro. Los empresarios de la editorial me pagan el viaje y me traen para que haga promoción. Y la poesía todavía es pura. Los únicos que la compran son los propios poetas.
(de la entrevista al artista chileno alejandro jodorowsky, publicada en el suplemento de cultura de Perfil del domingo 14 de mayo de 2006)
-Escribir poesía, me da mucha vergüenza. Es la única literatura que está fuera de comercio. Acá estoy haciendo la promoción de un libro. Los empresarios de la editorial me pagan el viaje y me traen para que haga promoción. Y la poesía todavía es pura. Los únicos que la compran son los propios poetas.
(de la entrevista al artista chileno alejandro jodorowsky, publicada en el suplemento de cultura de Perfil del domingo 14 de mayo de 2006)
Tuesday, May 23, 2006
Palabra de gaita por elección
Este blog adelantó la primicia exclusiva ya en diciembre del año pasado. Este muchacho, por más premios gardel que le den, se siente más madridista que el santiago bernabeu. Si no, fíjense lo que dijo ahora:
"Yo creo que la final será entre la Argentina y España y que gana España"
Todo bien andrés, metele con la música a fondo, te felicito por la cardinali, pero un tipo que era de independiente y de grande se hizo hincha de boca por maradona, y que ahora en una rueda de prensa en madrid tira tal pronóstico, es un hincha de la demagogia nomás, qué me va a venir a hablar de fútbol.
"Yo creo que la final será entre la Argentina y España y que gana España"
Todo bien andrés, metele con la música a fondo, te felicito por la cardinali, pero un tipo que era de independiente y de grande se hizo hincha de boca por maradona, y que ahora en una rueda de prensa en madrid tira tal pronóstico, es un hincha de la demagogia nomás, qué me va a venir a hablar de fútbol.
Saturday, May 20, 2006
Palabra de gaita II
-¿Le asigna un papel redentor al arte?
-No: el arte es una solución. El arte es el signo de la cultura y la cultura es lo que da consuelo frente a la certeza del caos y a la contundencia del horror que viene ocurriendo desde hace muchísimo tiempo. Es lo que te permite entender que eso forma parte de nuestra naturaleza. Hablo del horror interior y exterior. No hay modo de evitarlo ni de impedirlo. Ante ello, la cultura es un analgésico, no un anestésico. La cultura es lo que da serenidad frente al desastre.
-Si, como usted dice, somos producto de reglas ocultas y el mundo es un cúmulo de paradojas y convergencias, ¿qué hay, entonces, del libre albedrío?
-Es lo que yo llamo la carrera del prisionero. El ser humano está de rodillas, como un prisionero ante su verdugo. El universo nos tiene puesta una pistola en la sien y al final siempre aprieta el gatillo. Puede apretarlo con un tsunami, con el atentado a las Torres Gemelas, con el sida, con la vejez. La diferencia está en que hay seres humanos que se quedan de rodillas esperando el fin con resignación, o que buscan congraciarse con el verdugo. Y hay otros, los menos, que intentan echar a correr. Intentan ser libres y vivir durante 15 metros. Es muy poco, porque el tiro al final llega igual. Pero durante esos 15 metros que corre, el ser humano es libre. Esos 15 metros se llaman amor, amistad, dignidad, decencia, caridad, honradez, coraje, compasión, solidaridad. En esos 15 metros, aparentemente muy cortos, el ser humano puede hacer muchas cosas importantes. Toda la diferencia entre los hombres, para mí, reside en cómo corre o no corre esos 15 metros. Eso es el libre albedrío posible dentro de las reglas generales de un cosmos que no tiene sentimientos.
-¿Por qué dice que el cosmos nos tiene con una pistola en la cabeza?
-Porque nacemos y morimos. Hay un largo proceso cultural de Occidente que nos ha hecho creer que somos especiales, que somos absolutamente diferentes del resto de los seres vivos. Y no es así. Yo he visto muchos hombres muertos en las guerras. Y puedo asegurarte que olemos igual y nos rodean las mismas moscas, la misma podredumbre. El ser humano es un animal con inteligencia superior, pero también con más crueldad y sometido a todas las vilezas, decadencias, enfermedades, miserias y limitaciones de los seres vivos. Somos peones de un ajedrez enorme.
(de la entrevista a arturo pérez-reverte publicada en la nación, el miércoles 17 de mayo de 2006)
-No: el arte es una solución. El arte es el signo de la cultura y la cultura es lo que da consuelo frente a la certeza del caos y a la contundencia del horror que viene ocurriendo desde hace muchísimo tiempo. Es lo que te permite entender que eso forma parte de nuestra naturaleza. Hablo del horror interior y exterior. No hay modo de evitarlo ni de impedirlo. Ante ello, la cultura es un analgésico, no un anestésico. La cultura es lo que da serenidad frente al desastre.
-Si, como usted dice, somos producto de reglas ocultas y el mundo es un cúmulo de paradojas y convergencias, ¿qué hay, entonces, del libre albedrío?
-Es lo que yo llamo la carrera del prisionero. El ser humano está de rodillas, como un prisionero ante su verdugo. El universo nos tiene puesta una pistola en la sien y al final siempre aprieta el gatillo. Puede apretarlo con un tsunami, con el atentado a las Torres Gemelas, con el sida, con la vejez. La diferencia está en que hay seres humanos que se quedan de rodillas esperando el fin con resignación, o que buscan congraciarse con el verdugo. Y hay otros, los menos, que intentan echar a correr. Intentan ser libres y vivir durante 15 metros. Es muy poco, porque el tiro al final llega igual. Pero durante esos 15 metros que corre, el ser humano es libre. Esos 15 metros se llaman amor, amistad, dignidad, decencia, caridad, honradez, coraje, compasión, solidaridad. En esos 15 metros, aparentemente muy cortos, el ser humano puede hacer muchas cosas importantes. Toda la diferencia entre los hombres, para mí, reside en cómo corre o no corre esos 15 metros. Eso es el libre albedrío posible dentro de las reglas generales de un cosmos que no tiene sentimientos.
-¿Por qué dice que el cosmos nos tiene con una pistola en la cabeza?
-Porque nacemos y morimos. Hay un largo proceso cultural de Occidente que nos ha hecho creer que somos especiales, que somos absolutamente diferentes del resto de los seres vivos. Y no es así. Yo he visto muchos hombres muertos en las guerras. Y puedo asegurarte que olemos igual y nos rodean las mismas moscas, la misma podredumbre. El ser humano es un animal con inteligencia superior, pero también con más crueldad y sometido a todas las vilezas, decadencias, enfermedades, miserias y limitaciones de los seres vivos. Somos peones de un ajedrez enorme.
(de la entrevista a arturo pérez-reverte publicada en la nación, el miércoles 17 de mayo de 2006)
Wednesday, May 17, 2006
Peligro en el viejo gasómetro
Cuando era muy chiquito, antes de que el ciclón comenzara su periplo de local en todos lados por distintos estadios de la ciudad de la furia (incluida la quema), el rubio me llevaba de tanto en tanto al viejo gasómetro de avenida la plata. Como casi todo lo que me pasó de los diez años para abajo y a diferencia de primogénita que se acuerda de su infancia a la perfección como si fuese una película, conservo hoy en día solamente algunos flashes, sin saber realmente qué ocurrió primero ni si el mismo día pasó más de una cosa. Antes tenía buena memoria, qué voy a hacer.
La cuestión es que hay dos anécdotas que recuerdo muy nítidas y, en un momento dado, me di cuenta que ambas estaban vinculadas a la misma palabra: peligro. No pretendo hacer un análisis psicoanalítico del asunto, sencillamente lo atribuyo a la mecánica repetición que, de grande muchas veces he podido observar, hacen los niños en la cancha de lo que escuchan de sus padres. Me cansé de ver pendejitos puteando, cual eco en la platea, usando palabras con significados desconocidos, ya sea para ellos o para el resto de la gente por sus errores de pronunciación.
En fin, se ve que el rubio no puteaba mucho pero sí que era un tanto paranoico. Una vuelta, típico del casla, estábamos sufriendo como locos y de pronto se paró todo el partido. La gente le gritaba cosas al referí que yo ni entendía, nuestros jugadores se empezaron a ordenar uno al lado del otro. El rubio se tapaba los ojos, ni miraba. Yo me asusté un poco y pregunté: ¿qué pasa papá? Me contestó una voz potente y nerviosa que nunca más olvidé: ¡pasa que es un tiro libre peligrosísimo, eso pasa! Me quedé calladito mirando. Finalmente zafamos y la gente respiró aliviada. Terminó el partido y nos fuimos todos contentos. Al llegar a casa, cuando nos preguntaron cómo había estado, yo le conté a todo el mundo, con los ojos enormes: ¡hubo un tiro libre peligrosísimo!
Otra vez, en una de mis recorridas por los tablones de madera, mientras el rubio se olvidaba por completo de mi existencia y miraba el partido concentrado (de hecho una vez dicen que estuve perdido todo el segundo tiempo), encontré un agujero enorme. Era un hueco en el medio de la tribuna, producto de la falta de varios tablones. Me acuerdo que estaba toda la gente amontonada y de pronto aparecía un espacio vacío. Cuando te ibas acercando pensando que habías encontrado el lugar perfecto, te alertaban: cuidado nene que hay un agujero. Esas cosas del fútbol, los hinchas disfrutando del partido al borde del abismo. Corrí a buscarlo al rubio para mostrarle mi descubrimiento, pero recién en el entretiempo logré que me acompañara hasta el lugar. Llegamos y nos paramos a un costado, el rubio observó el hueco y peló una voz de indignación que dijo: ¡es un peligro! Debí ser bien chiquito en este episodio, porque durante muchos años mi abuela me recordó que cada vez que veía un pozo en algún lado yo les avisaba a todos, asustado: ¡hay un peligro, hay un peligro!
Cuando liquidaron el viejo gasómetro, el rubio dejó de llevarme a la cancha. De hecho pequeño oko nunca conoció ese estadio y quizá por eso terminó haciéndose gallina. Más adelante empecé a ir por las mías y al rubio lo invito cuando hay algún partido importante. Hasta ahora, en el nuevo gasómetro, no encontramos ningún peligro.
La cuestión es que hay dos anécdotas que recuerdo muy nítidas y, en un momento dado, me di cuenta que ambas estaban vinculadas a la misma palabra: peligro. No pretendo hacer un análisis psicoanalítico del asunto, sencillamente lo atribuyo a la mecánica repetición que, de grande muchas veces he podido observar, hacen los niños en la cancha de lo que escuchan de sus padres. Me cansé de ver pendejitos puteando, cual eco en la platea, usando palabras con significados desconocidos, ya sea para ellos o para el resto de la gente por sus errores de pronunciación.
En fin, se ve que el rubio no puteaba mucho pero sí que era un tanto paranoico. Una vuelta, típico del casla, estábamos sufriendo como locos y de pronto se paró todo el partido. La gente le gritaba cosas al referí que yo ni entendía, nuestros jugadores se empezaron a ordenar uno al lado del otro. El rubio se tapaba los ojos, ni miraba. Yo me asusté un poco y pregunté: ¿qué pasa papá? Me contestó una voz potente y nerviosa que nunca más olvidé: ¡pasa que es un tiro libre peligrosísimo, eso pasa! Me quedé calladito mirando. Finalmente zafamos y la gente respiró aliviada. Terminó el partido y nos fuimos todos contentos. Al llegar a casa, cuando nos preguntaron cómo había estado, yo le conté a todo el mundo, con los ojos enormes: ¡hubo un tiro libre peligrosísimo!
Otra vez, en una de mis recorridas por los tablones de madera, mientras el rubio se olvidaba por completo de mi existencia y miraba el partido concentrado (de hecho una vez dicen que estuve perdido todo el segundo tiempo), encontré un agujero enorme. Era un hueco en el medio de la tribuna, producto de la falta de varios tablones. Me acuerdo que estaba toda la gente amontonada y de pronto aparecía un espacio vacío. Cuando te ibas acercando pensando que habías encontrado el lugar perfecto, te alertaban: cuidado nene que hay un agujero. Esas cosas del fútbol, los hinchas disfrutando del partido al borde del abismo. Corrí a buscarlo al rubio para mostrarle mi descubrimiento, pero recién en el entretiempo logré que me acompañara hasta el lugar. Llegamos y nos paramos a un costado, el rubio observó el hueco y peló una voz de indignación que dijo: ¡es un peligro! Debí ser bien chiquito en este episodio, porque durante muchos años mi abuela me recordó que cada vez que veía un pozo en algún lado yo les avisaba a todos, asustado: ¡hay un peligro, hay un peligro!
Cuando liquidaron el viejo gasómetro, el rubio dejó de llevarme a la cancha. De hecho pequeño oko nunca conoció ese estadio y quizá por eso terminó haciéndose gallina. Más adelante empecé a ir por las mías y al rubio lo invito cuando hay algún partido importante. Hasta ahora, en el nuevo gasómetro, no encontramos ningún peligro.
Palabra de gaita
"Ocurre que no tengo una personalidad fija, marcada -dice el escritor para explicar por qué ese juego (de las contradicciones) aparece, de manera recurrente, en sus libros-. Cuando estoy con dos personas que discuten, si los argumentos están bien explicados, les doy la razón a las dos. A menos que se trate de un criminal, tengo facilidad para ponerme en el lugar ajeno y siempre termino por entenderlo. Un novelista, alguien que narra, tiene que huir de las certezas y ponerse en la piel de varias personas, como hacía Pessoa con sus heterónimos."
-Doctor Pasavento, como usted mismo la definió, trata sobre "la imposibilidad de no ser". ¿La idea de desaparecer lo seduce?
-Si hubiera querido desaparecer, supongo, no habría escrito la novela. Habría desaparecido y punto. En realidad conviven en mí el sentido de exhibicionismo, a lo Salvador Dalí, y el sentido de introspección, a lo Marcel Duchamp. Son los dos opuestos en el mundo del arte. Tanto puedo disfrutar aparecer en público, dar una entrevista o recibir aplausos como, según el día, que todo eso me disguste profundamente. Pasavento mismo desaparece porque quiere reaparecer. Y a mí me ocurre muy seguido algo parecido: por lo general me quejo en mi casa de Barcelona de que no paran de llamarme todas las mañanas y de enviarme e-mails, pero basta que un día nadie lo haga para que me queje de lo contrario.
(de la entrevista a enrique vila-matas publicada en el suplemento de cultura de la nación, el domingo 14 de mayo de 2006)
-Doctor Pasavento, como usted mismo la definió, trata sobre "la imposibilidad de no ser". ¿La idea de desaparecer lo seduce?
-Si hubiera querido desaparecer, supongo, no habría escrito la novela. Habría desaparecido y punto. En realidad conviven en mí el sentido de exhibicionismo, a lo Salvador Dalí, y el sentido de introspección, a lo Marcel Duchamp. Son los dos opuestos en el mundo del arte. Tanto puedo disfrutar aparecer en público, dar una entrevista o recibir aplausos como, según el día, que todo eso me disguste profundamente. Pasavento mismo desaparece porque quiere reaparecer. Y a mí me ocurre muy seguido algo parecido: por lo general me quejo en mi casa de Barcelona de que no paran de llamarme todas las mañanas y de enviarme e-mails, pero basta que un día nadie lo haga para que me queje de lo contrario.
(de la entrevista a enrique vila-matas publicada en el suplemento de cultura de la nación, el domingo 14 de mayo de 2006)
Wednesday, May 10, 2006
Peace & love
-¿Qué piensa de la política?
-La política es algo de lo que no me gusta hablar mucho. No logra otra cosa que hacer que la gente se pelee entre ella todo el tiempo. La política siempre ha sido muy deshonesta con la gente pobre, y con toda la gente en general. Prefiero vivir mi vida diciéndole a la gente que busque los aspectos positivos de la suya, de su vida de todos los días. Este mundo está enfermo y se empeña en destruirse, pero nosotros lo podemos detener con la música, con alegría y amándonos los unos a los otros cada día más.
(De la entrevista de ciudad.com.ar a Fully Fullwood, bajista de Marley y Tosh que tocará mañana en el luna park en el homenaje por los 25 años de la muerte de Bob)
-La política es algo de lo que no me gusta hablar mucho. No logra otra cosa que hacer que la gente se pelee entre ella todo el tiempo. La política siempre ha sido muy deshonesta con la gente pobre, y con toda la gente en general. Prefiero vivir mi vida diciéndole a la gente que busque los aspectos positivos de la suya, de su vida de todos los días. Este mundo está enfermo y se empeña en destruirse, pero nosotros lo podemos detener con la música, con alegría y amándonos los unos a los otros cada día más.
(De la entrevista de ciudad.com.ar a Fully Fullwood, bajista de Marley y Tosh que tocará mañana en el luna park en el homenaje por los 25 años de la muerte de Bob)
Tuesday, May 09, 2006
Friday, May 05, 2006
El linyera de enfrente este feriado
"El cuzco negro se ha perdido en la noche. Adán cruza la calle Warnes y se interna en la de Monge Egmont: a la crisis de su alma sucede ahora un gran silencio interior que nace del mutismo en que han entrado su memoria, su entendimiento y su voluntad. Pero, ¿qué figura es aquella que duerme tendida en el umbral de su casa?
-Un linyera -se responde Adán-. Un pobre linyera que ha dado con sus huesos en Buenos Aires y se tumba donde lo agarra la noche.
Llaves en mano, Adán considera ese montón de trapos y envoltorios que se arrebuja en el umbral. Pero aquel hombre o no dormía o ha despertado, porque ahora se pone de pie y aguarda mansamente, como si el de aguardar fuera su gesto ineluctable. A la luz del farol esquinero, Adán contempla un rostro de barbas cobrizas y dos ojos entre consternados y alegres.
-¿Qué hace aquí? -le interroga.
-Espero.
-¿A quién?
El hombre de la noche ha sonreído.
-¡Qué sé yo! A todos.
Abriendo la puerta de calle, Adán piensa en el colchón que le sobra, en el escándalo que le armará doña Francisca no bien lo sepa y en el júbilo rencoroso de Irma.
-Entre -le dice al linyera, que ya recoge sus trastos.
Sin decir palabra, el hombre de la noche ha obedecido; y Adán lo ayuda en la tarea de cargar los atados roñosos que forman su equipaje. Luego, en plena oscuridad, sube hasta la puerta cancel y hace girar el llavín de la luz. Pero, al volverse, descubre que su hombre ha desaparecido. Baja corriendo la escalera, sale a la calle y escudriña en todos los rumbos: nada.
-Un pobre linyera -se repite Adán Buenosayres-. Claro, ha preferido su libre intemperie."
(Leopoldo Marechal, "Adán Buenosayres", año 1948, fragmento tomado del libro quinto, capítulo III; el título se lo afané a mi amigo ramón paz)
-Un linyera -se responde Adán-. Un pobre linyera que ha dado con sus huesos en Buenos Aires y se tumba donde lo agarra la noche.
Llaves en mano, Adán considera ese montón de trapos y envoltorios que se arrebuja en el umbral. Pero aquel hombre o no dormía o ha despertado, porque ahora se pone de pie y aguarda mansamente, como si el de aguardar fuera su gesto ineluctable. A la luz del farol esquinero, Adán contempla un rostro de barbas cobrizas y dos ojos entre consternados y alegres.
-¿Qué hace aquí? -le interroga.
-Espero.
-¿A quién?
El hombre de la noche ha sonreído.
-¡Qué sé yo! A todos.
Abriendo la puerta de calle, Adán piensa en el colchón que le sobra, en el escándalo que le armará doña Francisca no bien lo sepa y en el júbilo rencoroso de Irma.
-Entre -le dice al linyera, que ya recoge sus trastos.
Sin decir palabra, el hombre de la noche ha obedecido; y Adán lo ayuda en la tarea de cargar los atados roñosos que forman su equipaje. Luego, en plena oscuridad, sube hasta la puerta cancel y hace girar el llavín de la luz. Pero, al volverse, descubre que su hombre ha desaparecido. Baja corriendo la escalera, sale a la calle y escudriña en todos los rumbos: nada.
-Un pobre linyera -se repite Adán Buenosayres-. Claro, ha preferido su libre intemperie."
(Leopoldo Marechal, "Adán Buenosayres", año 1948, fragmento tomado del libro quinto, capítulo III; el título se lo afané a mi amigo ramón paz)
Thursday, May 04, 2006
La angustia no es sólo argentina
Anoche me di una vuelta por una lectura de poetas brasileños que tradujeron las editoriales siesta y eloísa cartonera. Una movida muy interesante, para destacar lo de llach, de nápoli, cucurto y marina mariasch porque de esta forma dan a conocer obras a las que, al menos yo, difícilmente hubiera accedido. Fue muy gratificante escuchar, por ejemplo, a Vivien Kogut, sus poemas, su hablar cansino. En un momento, cuando alguien le preguntó porqué escribía, ella contestó algo así como que lo hacía porque vivía angustiada por el paso del tiempo, por la fugacidad del instante, que escribir era para ella como una forma de atrapar ese instante en una palabra y así detener el tiempo al menos por un momento. O quizá eso es lo que entendí o lo que quise entender. Y me gustó.
Suck my dick
"Uno de los errores cardinales de la crítica literaria es creer que los puntos de vista del propio autor pueden deducirse de su escritura; Freud, por ejemplo, comete este error realmente horrible una y otra vez. Un escritor logrado puede adoptar cualquier punto de vista que sus personajes pueden necesitar para funcionar; ésta es la medida de su oficio, la capacidad de liberar su obra de sus propios prejuicios"
(Escrito en 1969 por Philip K. Dick, según la nota "Una sombra donde sueña Philip K. Dick", publicada en el suplemento de cultura de Perfil del domingo 16 de abril de 2006)
(Escrito en 1969 por Philip K. Dick, según la nota "Una sombra donde sueña Philip K. Dick", publicada en el suplemento de cultura de Perfil del domingo 16 de abril de 2006)
Wednesday, May 03, 2006
Ciclotímico: 61 veces madder (hasta siempre broder)
Todos los fines de semana deberían tener tres días. Sólo así, al menos yo, logro desenchufarme, disfrutar de la vida y pensar un poco.
Brando (la escuadra) tuvo fecha libre por el fin de semana largo. Teniendo en cuenta que broder chanch se iba el domingo a la noche, y que el sábado tenía el casorio que lo devolvió a estas pampas, armé una movida con la galera para el viernes a la noche. La asistencia fue casi perfecta, copamos una mesa en un boliche de moda (aunque estemos totalmente fuera del circuito) y le entramos duro al champú con energizante. Mucha charla, poco baile. La chanch dio la nota, como siempre, espantando furiosamente unas moscas adolescentes que se abalanzaron sobre una de nuestras botellas. Después la seguimos en un lugar resucitado cerca del río. Una especie de regresión. La chanch y ratactor se encontraron con duby en el medio de la pista y, al poco tiempo, fuimos amablemente invitados a retirarnos por el anabólico personal de seguridad. Telón lento.
El sábado amanecí bien entrada la tarde. La ansiedad de la chanch resonaba en mi contestador. El kía necesitaba una corbata que me había prestado hace unos años para lucirla en el casorio. Lo pasé a buscar y fuimos a almorzar por ahí. Le di la famosa corbata y lo deposité en el salón de fiestas. Pequeño oko andaba de mudanza. Pasé el resto del día subiendo y bajando muebles de una camioneta y metiéndolos a presión en la baulera del rubio. Claustrofóbico y agotador. Por suerte a la noche me pude relajar, pasé por la petisa y terminamos en el bajo comiendo delicias varias (ravioles de salmón, lomo de búfalo, etc.).
La feria del libro ocupó casi todo nuestro domingo. Caminé mucho (la petisa me abandonó a la mitad atacada por la horda de gente), me encontré con kukurten presentando una poeta brazuka, compré unos pocos libros (la consigna era no gastar más de un diego por unidad) para mí y un par para la madder que cumplía años, uno de saccomano y el otro para dejar de fumar porque llegó a los 61 y sigue echando humo como un sahumerio. A la noche encaramos para el mangrullo, alta parrilla cerca de ezeiza donde broder chanch había decidido despedirse de las carnes rojas. Una fiesta de achuras y cordero, sobremesa y cuando su viejo lo llevó al aeropuerto (previo dejar todo garpo), con la petisa seguimos hacia cañuelas a lo de primogénita, a esperar el festejo de la madder del día siguiente.
Nos despertaron las nenas. Un día espectacular. Me encargué del asado a medias. Lastramos todo el día. Pequeño oko no pudo venir, quedó en el centro con la mudanza. Regalos, torta y velitas. Las nietas todo el tiempo encima de ella. El festejo estuvo genial. Fue un placer ver a la madder tan contenta. Después hicimos una siesta con la petisa y a última hora partimos de regreso, tranquilos por la autopista vacía.
Muy movilizante todo. Con la petisa, por suerte, últimamente siento que estamos más juntos. Los libros están ahí, no tanto por la feria, pero ver tantos por leer y tener tan poco tiempo, soñar con los míos y todo eso, qué se yo. Con mi broder siempre estamos cerca, todo sigue igual, aunque es fuerte pensar que probablemente el tipo que mejor me entiende en el mundo no va a volver en los próximos dos años. La madder es lo más, tiene 61 años y una vitalidad contagiosa, aunque por momentos me cuelgo a pensar en cómo pasó el tiempo, en qué grandes estamos y muy bien no se cómo explicarlo, pero me agarra una especie de nostalgia. A veces padezco de ciclotimia emocional, mi vida pasa de ser fantástica a una mierda y vuelta a empezar. Y yo paso caminando como un equilibrista por la mitad de las cosas y así sigo existiendo, hasta que en una de esas llegue el momento de patear el tablero, o no.
Brando (la escuadra) tuvo fecha libre por el fin de semana largo. Teniendo en cuenta que broder chanch se iba el domingo a la noche, y que el sábado tenía el casorio que lo devolvió a estas pampas, armé una movida con la galera para el viernes a la noche. La asistencia fue casi perfecta, copamos una mesa en un boliche de moda (aunque estemos totalmente fuera del circuito) y le entramos duro al champú con energizante. Mucha charla, poco baile. La chanch dio la nota, como siempre, espantando furiosamente unas moscas adolescentes que se abalanzaron sobre una de nuestras botellas. Después la seguimos en un lugar resucitado cerca del río. Una especie de regresión. La chanch y ratactor se encontraron con duby en el medio de la pista y, al poco tiempo, fuimos amablemente invitados a retirarnos por el anabólico personal de seguridad. Telón lento.
El sábado amanecí bien entrada la tarde. La ansiedad de la chanch resonaba en mi contestador. El kía necesitaba una corbata que me había prestado hace unos años para lucirla en el casorio. Lo pasé a buscar y fuimos a almorzar por ahí. Le di la famosa corbata y lo deposité en el salón de fiestas. Pequeño oko andaba de mudanza. Pasé el resto del día subiendo y bajando muebles de una camioneta y metiéndolos a presión en la baulera del rubio. Claustrofóbico y agotador. Por suerte a la noche me pude relajar, pasé por la petisa y terminamos en el bajo comiendo delicias varias (ravioles de salmón, lomo de búfalo, etc.).
La feria del libro ocupó casi todo nuestro domingo. Caminé mucho (la petisa me abandonó a la mitad atacada por la horda de gente), me encontré con kukurten presentando una poeta brazuka, compré unos pocos libros (la consigna era no gastar más de un diego por unidad) para mí y un par para la madder que cumplía años, uno de saccomano y el otro para dejar de fumar porque llegó a los 61 y sigue echando humo como un sahumerio. A la noche encaramos para el mangrullo, alta parrilla cerca de ezeiza donde broder chanch había decidido despedirse de las carnes rojas. Una fiesta de achuras y cordero, sobremesa y cuando su viejo lo llevó al aeropuerto (previo dejar todo garpo), con la petisa seguimos hacia cañuelas a lo de primogénita, a esperar el festejo de la madder del día siguiente.
Nos despertaron las nenas. Un día espectacular. Me encargué del asado a medias. Lastramos todo el día. Pequeño oko no pudo venir, quedó en el centro con la mudanza. Regalos, torta y velitas. Las nietas todo el tiempo encima de ella. El festejo estuvo genial. Fue un placer ver a la madder tan contenta. Después hicimos una siesta con la petisa y a última hora partimos de regreso, tranquilos por la autopista vacía.
Muy movilizante todo. Con la petisa, por suerte, últimamente siento que estamos más juntos. Los libros están ahí, no tanto por la feria, pero ver tantos por leer y tener tan poco tiempo, soñar con los míos y todo eso, qué se yo. Con mi broder siempre estamos cerca, todo sigue igual, aunque es fuerte pensar que probablemente el tipo que mejor me entiende en el mundo no va a volver en los próximos dos años. La madder es lo más, tiene 61 años y una vitalidad contagiosa, aunque por momentos me cuelgo a pensar en cómo pasó el tiempo, en qué grandes estamos y muy bien no se cómo explicarlo, pero me agarra una especie de nostalgia. A veces padezco de ciclotimia emocional, mi vida pasa de ser fantástica a una mierda y vuelta a empezar. Y yo paso caminando como un equilibrista por la mitad de las cosas y así sigo existiendo, hasta que en una de esas llegue el momento de patear el tablero, o no.
Tuesday, May 02, 2006
Casas marcadas
"La esquina de Maza y Estados Unidos. Es una noche fría. Cuatro esquinas cruzadas por dos calles anchas, mucho cielo, ningún edificio y el farol del medio de la calle con su luz lunar. Por encima, y a los costados, la oscuridad y las frías estrellas. En las casas, algunas luces prendidas, el reflejo de una estufa o un televisor. Acabamos de hacer lo que hacemos siempre que nos juntamos y es invierno: amontonamos madera sobre la calle y prendemos fuego. Nos ponemos en círculo y el fuego es el núcleo. Está el gordo Noriega, el Tano Fuzzaro, los hermanos Dulces, el Tucho feo, el japonés Uzu y yo. Esperamos a Máximo que va a venir con Chamorro y los pibes de la Martín Fierro. Hay una calma tensa. Estamos arriba de un avión y de un momento a otro vamos a tener que empezar a arrojarnos en paracaídas... Entonces pasa un colectivo rojo, inmenso, pasa por Maza y cruza Estados Unidos y detrás de él, como si el colectivo hubiese sido un telón metálico y ruidoso, aparecen Máximo y unos diez chicos. Tiene, apenas lo vemos, los ojos desorbitados y brillosos. Yo y el Tano lo miramos y nos miramos. Los muchachos son de la Martín Fierro, son gente de Vainilla, dice Máximo. Vainilla, un moreno con la capucha del canguro puesta, se adelanta y nos saluda con una inclinación oriental. Musculito se separa de nosotros, se apoya contra un Valiant negro que siempre está estacionado casi en la esquina. Nunca vimos a nadie manejarlo. Pero está impecable, brilloso. Chamorro se nos une allá, así que tranquilos, vamos a darle su merecido a esos boludos, para que sepan quien manda en Boedo, dice Máximo. ¿El Parque Rivadavia queda en Boedo?, pregunta el imbécil de Chumpitaz. Boedo queda donde estemos nosotros, dice Máximo. Eso me quebró. Esa frase, esa puta frase, dicha en ese momento de la noche, me puso la piel de gallina y los ojos húmedos. Todavía recuerdo la campera roja, inflable, de Máximo, contra el resplandor del fuego. Bueno, vamos, dice Dulce grande. El Tano me mira. Empezamos a caminar por Estados Unidos..."
(Fragmentos del cuento "El Bosque Pulenta" arbitrariamente marcados por superloyds. El cuento forma parte del último libro de Fabián Casas, "Los Lemmings y otros", Santiago Arcos editor, año 2005)
(Fragmentos del cuento "El Bosque Pulenta" arbitrariamente marcados por superloyds. El cuento forma parte del último libro de Fabián Casas, "Los Lemmings y otros", Santiago Arcos editor, año 2005)
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