Friday, June 13, 2008

Una Belle Hélène desembarca en Buenos Aires

La versión de La Belle Hélène que se está ofreciendo en el Teatro Avenida debió esperar aproximadamente 80 años (no hay registro exacto) para que el público argentino pudiera verla representada. Sin desprestigiar a esa hermosa sala, es de lamentar que no haya sido nunca dada en nuestro Primer Coliseo. Es que en las otras oportunidades en que fuera vista en la Argentina, el Teatro Colón no existía y ahora, en el año en que festejaríamos su centenario, permanece cerrado; parafraseando al maestro Daniel Barenboim: "El Colón es símbolo del espíritu cultural de nuestro pueblo y si está cerrado para sus 100 años, es evidente que algo anda mal en ese, nuestro espíritu...".
La Belle Hélène es una de las varias bellísimas operetas escritas por Jacques Offenbach, nacido en Colonia, Alemania, en 1819 y muerto en París, Francia, en 1880, país que tomó por adopción y donde vivió la mayor parte de su vida. Allí donde el teatro ocupaba un lugar importantísimo, el compositor no conseguía quien estuviera dispuesto a montar sus espectáculos con el despliegue, desparpajo, bailes y coros que él pretendía, todo dentro del sesgo satírico, irónico, hasta hiriente con el que se expresaba, sin disimular en nada su burla y su crítica al momento histórico-político-social que por ese entonces se vivía en Europa, algo que siempre dio y sigue dando lugar a que artistas como Offenbach, con gran sentido del humor e ironía, compusieran casi compulsivamente.
En París, junto a sus poetas-guionistas (Meilhac y Halévy), pudo fundar su propia compañía "Bouffes-Parisiens" y exponer desde allí su melódica obra. Aunque tuvo cierta resistencia de parte de la elite parisiense por su "ligereza musical" y por su manera de mofarse de algunos valores intocables de la cultura de la época, con el tiempo los mismos que lo criticaban le dieron su visto bueno, al punto que acabó resultando indispensable acudir a sus funciones para la gran mayoría.
La Belle Hélène se estrenó en diciembre de 1864 en París y fue tal el éxito que tuvo entre el público, que se ofrecieron mas de 600 funciones consecutivas.
La versión argentina de esta obra maestra de Offenbach logra con creces satisfacer las pretensiones generales del autor, algo bastante elogiable dado que éste, desde su musicalidad, ofrece un abanico melódico y expresivo muy revelador de su espíritu abierto, vivaz, ingenioso, melódico y contagioso.
Parte de esto logra transmitirlo Peter Macfarlane a través de la dirección teatral e iluminación y con el desarrollo de un acertado e ingenioso movimiento escénico. Junto con Juan Casasbellas -director del Coro de Buenos Aires Lírica cuya actuación es de excelencia- también se hace cargo de la acertada adaptación de los textos al castellano, algo especialmente destacable. La escenografía de Nicolás Rosito resulta digna, aunque por momentos aparezca algo inconsistente. El vestuario a cargo de Daniela Taiana es uno de los elementos para celebrar por su acierto y belleza y la coreografía de Carina Vargas da nota de gran gusto y disciplina artística.
Dante Ranieri, a cargo de la dirección musical, sabe dar a la opereta la energía melódica precisa dentro de un ensamble perfecto entre foro y escenario, demostrando así su experiencia y trayectoria. La orquesta responde correctamente, aunque con algunos altibajos.
El elenco es solvente en general, comenzando por Héléne, reina de Esparta, compuesta con gracia y soltura por la mezzosoprano Mariana Rewerski, a lo que hay que sumarle su muy digna condición vocal. París, hijo de Priamo, rey de Troya, es representado sobriamente por el tenor Carlos Ullán, tal vez debido a una voz no del todo expresiva a causa de su reducido registro. Ménélas, rey de Esparta, está a cargo del tenor Osvaldo Peroni, que desarrolla un gran trabajo actoral acompañado de una voz clara y llena de matices, todo ello digno de su experiencia: uno de los puntos más altos del elenco. Agamemnon, rey de Micenas y de Argos, es desempeñado muy correctamente por el barítono Leonardo Estéves, quien da cuenta de su ingenio actoral y canta con gran emoción y sonoridad. Calchas, Gran Augur de Júpiter, es compuesto con suma expresividad por el bajo Walter Schwarz, sólido actor que a nivel vocal, debe decirse, canta cada día mejor. Por último, destaca la interpretación musical de Oreste, hijo de Agamemnon, a cargo de la mezzosoprano Vanesa Mautner, dueña de una voz virtuosa, dúctil y aplomada, y decepciona un poco Achille, rey de Ftiótide, compuesto por el tenor Pablo Pollitzer, por su escasa desenvoltura y su por momentos casi inaudible sonoridad.
En líneas generales, una función convincente que dejó al público -que aplaudió con muchas ganas aunque sin ovacionar- muy satisfecho. Probablemente Offenbach hubiese quedado muy conforme con esta representación de su "Belle Héléne".

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)

(gracias madder por la autoría intelectual)