Wednesday, November 23, 2005

Crónicas marcianas

El fin de semana anterior me quedó en el tintero. Tranquila, charlotte, que no voy a joder más con mi cumpleaños. La cosa fue así. El viernes a la noche, con la petisa, hicimos unas tapas en el club social. La moza, según decía, tenía órdenes de no sentar a nadie afuera, pero loyds, encaprichado y luego de mucho insistir, logró copar mesa al aire libre. Después partimos a una reconstrucción de los hechos. Nos habíamos enterado con la petisa de que había una fiesta en la misma casa en que nos conocimos, meses atrás, disfrazados. Gran revival romántico, hasta subimos a la terraza en que le robé la primera sonrisa.

Sábado: jugando al fútbol soy un limado. Clasificación se aleja, nos llenaron la canasta. Loyds, cual Paolo Montero, se enorgullecía ordenando la defensa con unos cuantos gritos. Pero bastó que Ratactor me pidiera que me calle un poco la boca y para qué, quilombo absoluto, goles en contra, puteada va, puteada viene, terminamos todos con cara de culo y además, con el propio culo roto. Como perla negra, referí rené higuita cobra penal en contra, cuando la goleada ya era papelón. Le sugiero: "patealo vos". Referí no comparte irónico sentido del humor y esgrime enorme tarjeta roja en su mano derecha. Telón lento.

Termina el partido y maldito goleador rival propone a sus compañeros: ¿vamos a la crema? Lo imagino saltando empastillado con anteojos recordando la goleada y lo odio un poco más. Creo que lo último que haría, con tanto calor, sería ir a esa mega adoración de dj's.

Busco a la petisa por casa de amiga. Cansado, tirado en el jardín, siento vibrar telefonito. Judas id me indica que es Gran jefe. No trabajo los fines de semana. Dejo morir el llamado. Poco después chequeo mensaje. Gran jefe tiene dos entradas para la fiesta que rato antes juraba sería lo último que haría. A la petisa le intriga la idea, cuñadita va y a ella le divierte, así que cambio de opinión. A caballo regalado...

La entrada es interminable, me recuerda a mis épocas de caminante a Luján. La clave, no perderse en ese mar de gente, imposible volver a encontrarse. Ni bien llegamos aparece un loco saltando por el pasto como un ñandú. Qué estado, dios mío. Petisa tiene pis, la cola es interminable. Después encontramos una amiga de ella, con vincha y viaje incluidos. Su compañero me da unos papelitos con una X marcada. Voy a la barra y se transforman en vodka con speed. La cosa va tomando color. Lo vemos a duby también. Más color. Recorremos una a una las distintas carpas, no tengo ni puta idea cómo se llaman los tipos encaramados en las bandejas, pero no importa, es impresionante ver a la gente posesionada bailando como si fuese el fin del mundo. Un espectáculo digno de ver. No tan digno un gordo que veo sentado colgando de otro, en el medio de una carpa, tomando frula de su también gordo dedo. Flashes, bombas, pantallas gigantes, el cuerpo te salta solo, no hacen falta químicos para sentirlo. Paramos un rato a descansar en el pasto. Dos anfetosos desconocidos juran y perjuran que nos casaremos pronto y que ellos serán invitados. Como cierre, carismático Oakenfold, el único que conozco, tira notable sesión de nunca acabar. Im pre sio nan te. Días después me preguntarán por Prodigy, Cattáneo, Tenaglia, Saunderson y la verdad que no los juno ni tengo forma de saber si los escuché o no, porque fue todo un gran quilombo.

A la salida, nos sentamos un rato en costanera sur a mirar el amanecer. Un gran final, de película.

Domingo resacoso, el interpretador lecturas. Dalcio y sus canciones de la la la, Rexona y un cautivante ataque a Villa Celina, ovación final para el portavoz del gran Ramón Paz (ausente con aviso) y sus pornosonetos. Me perdí la comida grupal posterior porque entonces, sí, empezaba mi semana de cumpleaños.