Monday, January 08, 2007

Epopeya neuquina (IV)

El cartel de cartulina decía superloyds. Pero quien se sentó frente al público fue una especie de clarkentloyds. Un tipo muy prolijo, camisa abrochada casi hasta el cuello, anteojos, peinado con gomina y raya al costado, con una carpetita bajo el brazo. La gente todavía miraba al escenario donde el pacha mendes agradecía los aplausos, mientras facu gorostiza se sentaba a su lado guitarra en mano. Entonces me senté en el banquito ubicado perpendicularmente al escenario y les hablé. Les dije que bueno, que me disculparan, que tal vez no era lo que ellos esperaban, que ningún superloyds, que sólo iba a leerles un cuento. Pero cuando comenzaba a captar tímidamente la atención del público los muchachos me deschavaron. Sí, en ese momento empezaron a hacer sonar, despacito pero in crescendo, el tema de superman: tan tanan, tanana nanan, tan tanan, tanana nanan, tanta nana, tanta nana, tanta nana nanan, tananana nanan (a ver quién lo pudo cantar). Fue muy fuerte. Mientras facu y el pacha descosían las cuerdas, apareció nomás superloyds y se apoderó de mi cuerpo sin pedir permiso. Voló la carpetita al carajo, cayeron los anteojos, se arrebató el pelo a morir. Hizo saltar uno a uno los botones de mi camisa y debajo, sí, pudo verse la enorme S de Superloyds. La gente entró en éxtasis. Yo también. Los músicos terminaron el tema a todo volumen y ahí pude, ya poseído, contarle a la audiencia que estaba de incógnito pero me habían deschavado, que la verdad era lo que veían, que estaban frente al mismísimo Superloyds, el único y verdadero super héroe venido a menos, que les iba a leer un breve relato para no aburrirlos y poder luego salir volando hacia otros horizontes del subdesarrollo. En fin, les leí un texto que escribí cuando fuimos a córdoba con la vanguardia del open gallo, aquella vez de la cuasi hazaña futbolística y los finales de todo en el piso 14. En primera persona, cual anti héroe, anti superloyds si se quiere, les conté las sensaciones de un tipo que, de a poco, humildemente y con muchas ganas, se va convirtiendo en escritor. Y les conté también de esa presencia imaginaria, virginal, inocente, que cada tanto se aparece en su cuerpo de niña adolescente y me observa escribir, como custodiando en forma paulatina esa vocación, por momentos adolescente también. La amiga moret me prestó su voz para la pregunta final del texto y gorostiza, una vez más, se apoderó del ambiente cerrando el concepto con los primeros acordes de Girl... you'll be a woman soon, aquella canción de neil diamond cuya versión por urge overkill fuera inmortalizada en la película pulp fiction. Es que el texto, sin título hasta entonces, fue llamado así a instancias del tigre harapiento, que tiene la capacidad de sacar de la galera la banda de sonido para cada cosa que pasa en este mundo. Y el aplauso final fue muy generoso con superloyds. Pero lo más importante es que por primera vez me olvidé realmente de que estaba leyendo. Es decir: aterricé una vez que terminó el aplauso, no estuve ahí todo el tiempo, pendiente de cómo iba mi lectura, de mis nervios o de la reacción del público. Me solté, me sentí cómodo, en paz con lo que tenía para decir. Realmente, y por primera vez, lo disfruté en un cien por ciento. Y estuvo bueno. Después agradecí, feliz por dentro y por fuera, la cálida recepción neuquina y le cedí mi lugar al mayor de los Kalamicoy.