Wednesday, May 31, 2006

Héroes igual


Mal pronóstico


La noche anterior nos dieron mucho vino que traían ya descorchado de la cocina (recordar el bidón de branca en el mundial 90) y mucho duby, hay que decirlo. El pobre mairal nunca pudo reponerse de sus once horas de viaje, de hecho no pudo pegar un ojo, se quedó toda la noche soñando despierto con sabrina love mientras escuchaba los sinfónicos ronquidos de funes. Además, falco les metió un gato (felino, animal, valga la aclaración) en la habitación, sospechando quizás la alergia que le provoca a pedro este tipo de criaturas domésticas. Terra y maxi habían bajado del colectivo procedente de buenos aires tan sólo tres horas antes y precalentaban como zombies, tratando de no pensar en lo inhumano que era jugar un partido en esas condiciones. Tal vez con conocimiento de este detalle los locales reprogramaron un cotejo que estaba previsto en horas de la tarde, para las 11 de la mañana. A eso hay que sumarle que además de estar extenuados, éramos justo y apenas cinco jugadores, sin recambio alguno, a diferencia de nuestros rivales que, una vez rodando el balón, se darían el lujo de entrar y salir, descansar, tomar agua a un costado, cambiar la mitad del equipo, sacar fotos, etc. Por si esto fuera poco, la cancha era de tierra, superficie casi inhallable en nuestra ciudad. Desconozco a esta altura si ordenaron regarla un rato antes o no, pero sí puedo decir que la superficie escogida nos hizo acordar a los visitantes la vieja táctica de los equipos de copa davis, o por qué no la altura de la paz y otras ciudades en las eliminatorias latinoamericanas. En fin, todo hacía presagiar una abultada diferencia en el tanteador a favor de los locales. Salimos, igualmente, a la cancha, con la energía en baja pero el orgullo en alto.

Heroica performance

El partido se mantuvo empatado la mayor parte del tiempo. Con funes sacando todo lo que le tiraban, quien suscribe aguantando en el fondo, terranova yendo y viniendo, maxi lidiando con frescos defensores que se turnaban para golpearlo y mairal empujándola a la red (a pesar de que su humildad no le permita atribuirse los goles), con la única fuerza de nuestro amor propio (en un momento tuve que rogarle a terra que inventara un entretiempo porque estábamos a punto de morir -literalmente- por la camiseta), nos encaminamos hacia una hazaña épica. De no haber sido por el enorme lamberti, custodio infranqueable del arco rival, que se encargó de ahogar numerosos gritos de gol porteños, la historia hubiera sido otra. Así y todo, faltando minutos, tal vez segundos, para el final del encuentro, ganábamos por diferencia de un gol. Y, en realidad, debió haber terminado ahí. Pero, confiados en sus innegables dotes de anfitrión, cedimos el conteo del tiempo a desfalco y eso hizo torcer la historia, alejándonos de una gloria merecida. El descuento se estiró y se estiró, como un chicle jirafa. Hasta que una jugada por demás dudosa (habría que verla por televisión), resuelta, obvio es decirlo, en favor de los locales, les valió el empate y, para nosotros, fue el principio del fin. Porque cuando ya todos firmábamos la igualdad, nuestro gran funes, que hasta ese entonces había completado una infalible faena, cometió el único error de la mañana (así es el fútbol) y la pelota ingresó por última vez en nuestro arco, a la vez que el parcial cronometrista anunciaba el final del partido dando rienda suelta a la algarabía cordobesa. Resultado final: 12-11 para los locales. Sabemos que la fría estadística es la que quedará en la historia, pero sabemos también que no fue justo, que dejamos todo y merecimos más, que hicimos bien en irnos con el cuerpo deshecho pero la frente alta. Y sobre todo, sabemos, que habrá revancha en el oupen gayo.