Friday, July 14, 2006

Colgados

La sastrería nueva va tomando color. Hoy ya dejaron colgados mis cuadros, ahora mi cubículo está vestido. En primer plano, un viejo mapa reproduce lo que eran las islas británicas en el año 1579. Lo rescaté hace muchos años revisando la biblioteca que me dejó mi abuelo. Con sólo verlo me enamoré. Después de guardarlo prolijamente durante un tiempo, decidí enmarcarlo. En cuadro, es todavía más lindo y ahora cuelga de una de las paredes, junto a dos pequeñas láminas de caza (una regalada y otra robada), justo encima de mi máquina de coser. En la otra pared, mis dos títulos: sastre y sastre avanzado, para impresionar a las señoras que vienen a las pruebas de vestuario. Y atrás mío, al lado de la ventana, dos distinciones recibidas por la confección de antiguos trajes. Por la ventana se ve la autopista, miles de autos que vienen y van ininterrumpidamente. Me quedo mirándolos pasar y me pregunto qué estarán pensando todos esos hombres sin cara que pasan al volante por unos segundos frente a mis ojos. Me pregunto si ellos pensarán lo mismo al observar las ventanas de los edificios que van atravesando. Quién sabe. Lo que más me gusta en estos días despejados es que los rayos del sol se reflejan en los chasis y en los parabrisas. Entonces juego a mirar fijo el reflejo hasta incomodarme la vista. Pienso en todas las cosas que tengo que hacer antes de bajar la cortina de esta semana post mundialista. Las costuras por terminar, vestidos para arrancar de cero, pruebas. Pequeño oko me llama para que le salga de garante, la madder para pasarme revista de la búsqueda que le encomendé. Tengo que hablar con el contador de la sastrería, con primogénita, contactar a mi agente de viajes y en el medio me llaman de parte de un famoso que necesita un vestido urgente. En fin, demasiadas cosas juntas para un viernes de limadura. Por el momento, mientras espero mi almuerzo, yo miro por la ventana.