Sunday, November 18, 2007

El gran PESH

Qué placer escuchar una voz tan amiga después de tanto tiempo. Con sus kilos de siempre, una flamante hernia de disco a cuestas y su tabaco continuado, el gran pesh apareció en la T4 de Barajas arrastrando su valijita de ejecutivo de LAN y me dio el mejor abrazo de los últimos diez meses. Es increíble cómo se siguen manteniendo los mismos códigos y complicidades a pesar del tiempo, la distancia, lo diferentes que somos ya a esta altura, las realidades opuestas que nos ha tocado vivir a cada uno y lo lejos que pensamos en muchas cuestiones. En fin, como en la cancha: a pesar de los años los momentos vividos... Pasamos por mi mono, dejamos las cosas y empezó la recorrida turística. Lo llevé de la glorieta de Bilbao hasta Alonso Martínez, bajamos por calle de Génova hasta plaza Colón y de ahí por paseo de Recoletos hasta el café Gijón, donde paramos a desayunar y a ponernos un poco al día. Foto va, foto viene, pasamos por Cibeles y seguimos hacia abajo hasta el museo del Prado y, bordeando el jardín botánico, nos sumergimos en el Retiro. Al borde del estanque siguió nuestra interminable charla mientras el gran pesh vaciaba uno y otro paquete de lucky strike. Después de un par de horas de paseo por el parque nos salimos por puerta de Alcalá y bajamos todo por esa calle hasta Puerta del sol, donde empezamos a ver una marea de suecos coloridos y cantarines que llegaron a Madrid para alentar a su selección frente a España. Al llegar a la Plaza Mayor el marco era increíble: habían copado el lugar con banderas, pelucas, megáfonos, cornetas, todo. El gran pesh filmaba y flipaba. Desde ahí por calle Mayor hasta el puente de Segovia y a seguirla en La latina, donde paramos a por una birra en la plaza de La cebada y nos paseamos por ese barrio, de los más lindos de la ciudad. Nos matamos a tapas en Tirso de Molina y bajamos hacia la Almudena, la Ópera y el Palacio Real con sus jardines de Sabatini. Y entonces lo llevé a difrutar de la mejor puesta de sol que se puede ver en Madrid, en el templo de Debod. Cuando el sol desapareció cruzamos plaza de España y subimos por la Gran Vía hasta Fuencarral. De ahí derechito a casa, previo stop en El bandido doblemente armado, para presentarle a mis súper amigos Diego y Bea. Los pies nos latían, la hernia del gran pesh ya pedía perdón, se le dormían las gambas. Mucho rélax, cerveza y lucky strike hasta que llegó la hora de volver a Barajas, al disfraz de ejecutivo y a su vuelo en business. Pero fue un día inolvidable y me sirvió de repaso a pocos días de mi retorno a BA. Cuando llegué a casa eran las 12 de la noche y me moría del sueño, así que pasé del MOMA y me metí en la cama. Lo bien que hice. Hoy tempranito me levanté muy activo, me clavé un desayuno por ahí y fui caminando a través del Retiro a despedirme del Reina Sofía. Cada vez que veo el Guernica descubro nuevas imágenes, más muerte y más dolor. Pero me transmite mucha fuerza a la vez, cómo explicarlo, es como un influjo muy poderoso que me da más ganas de seguir viviendo. Después de ahí me colgué en la cuesta del Moyano un largo rato a revisar pilas de libros antiguos y usados, algo que a esta altura, a pesar de los pocos euros, sigo sin poder evitar. Caminando al sol del domingo de Madrid me volví para casa, a acabar con mi última edición de Corte latino antes de partir de regreso al húmedo verano porteño.