Wednesday, March 21, 2007

Estar en casa

La semana pasada pasé bastante tiempo en el mini monoambiente. A pesar de su escaso tamaño le empecé a agarrar cariño. El lunes estuve todo el día esperando la llegada del transporte con los muebles y utensilios de cocina. Cayó 45 minutos más tarde de la última de las cuatro horas entre las cuales debía hacerse la entrega. Y bueno, así es el primer mundo, je. Cuando me dejaron todos los paquetes no pude ni abrirlos, tuve que salir corriendo al curso. Llegué 15 minutos tarde pero no había nadie y nadie se había encargado de avisarme de la suspensión de clases. Volví a casa pensando que tal vez no era un buen día y ordené todas las cosas de la cocina, mis hermosas sillas rojas de plástico y algunas cosas más antes de abordar el sofá cama sobre el que dormiría la primera noche en mi nuevo hogar. La funda cobertora traía instrucciones. El colchón también. El sofá cama, que venía todo desarmado y había que montarlo ahí mismo sin ayuda de nadie, NO. Increíble, ¿cómo iba a armar un sofá cama solo si nunca fui capaz siquiera de armar esos avioncitos que me regalaban cuando era chico? Definitivamente no era un buen día. Pensé en ir a recuperar la cama originaria de una plaza que había guardado en la baulera. Pensé en llamar para quejarme y reclamar las instrucciones, aunque fuese muy tarde ya. Pensé en tirar el colchón en el piso y dormir ahí. Pero no podía rendirme tan fácilmente. Utilizando a fondo mi cerebro, casi al ciento por ciento (aunque algunos digan que usamos solo un 5 % o que los perros ven en blanco y negro) y forzando a tope mi limitado don de manualidad, fui colocando pieza por pieza hasta terminar. Y lo más importante es que no me sobró ninguna. Lo probé en versión sofá y en versión cama. Lo abordé con cuidado y resistía. Resiste hasta el día de hoy. Me fui a dormir orgulloso y sorprendido. El martes fui a Día, el supermercado del ahorro, y compré todo marca Día, que es lo más barato. Desde las bombitas de luz hasta el falso queso philadelphia, todo, cuando llegue la petisa me va a matar. Y a partir de ahí empecé a cocinar más y a casi no gastar plata en bares de tapeos. A veces a la noche, después de comer con un poco de vino, me salgo a caminar solo por malasaña, con las manos en el bolsillo de mi sobretodo, y me meto en algún barcito a escuchar un poco de música y a tomar un único trago antes de irme a dormir. Como las copas son muy caras y las sirven muy fuertes, yo pido otro vaso con hielo y las divido en dos: así las disfruto más y me salen más baratas. De tan incomunicado que se me veía, el amigo matt se apiadó y me regaló un celular que ya no usa y que pude habilitar por la módica suma de cinco euros. Pasé un buen tiempo borrando su agenda y grabando mis escasos contactos, a quienes envíe un sms dándoles la buena nueva. El miércoles a la noche, después de la clase en la autónoma con la hija de su eminencia, comí algo en casa y me fui para el bukowski club. Ya estaban leyendo. Apenas entrar, carlos, el pirata dueño del bar, también escritor y oriundo de neuquén, me agregó a la lista de lecturas que ya llegaba a su fin. Leí tres poemas y estuvo bien, la audiencia del lugar ya comienza a conocerme. Conocí un pibe que acaba de crear una editorial que va a publicar tres novelas iniciales ahora en abril y está interesado en conocer obras de novelistas argentinos jóvenes. Le comenté algunas que leí y me gustaron. Le hablé de laura palmer y el tipo conocía más de lo que yo esperaba, había leído la novela del tigre harapiento y le había encantado. Intercambiamos mails para seguir hablando en otro momento y pasarnos contactos. El jueves fui a los talleres de la universidad autónoma a juntar unas telas que me pidió ex gran jefe y que en baires no se consiguen. Me llevó casi todo el día. Aproveché y me recorrí la facultad de filosofía y letras. No me pareció gran cosa. A la vuelta, en el tren o en el metro o cuando hice combinación, creo que en alguno de esos momentos, me chorearon el pasaporte, aunque no lo descubriría hasta el día siguiente. Novatada total: lo tenía en el bolsillo de atrás del jean, qué pelotudo. Para que no panda el cúnico, sepan que ya lo solucioné. Ese mismo día a la noche nos encontramos con leo zelada, el escritor peruano amigo, en la presentación del libro de un escritor checo de la editorial lengua de trapo, en el bandido doblemente armado. Estuvo bastante interesante. Después pasamos por el bukowski y nos encontramos con una tertulia de poetas beodos muy divertida. Igual yo me fui a dormir temprano. El viernes me levanté y dije: hoy voy a lavar la ropa. Entonces me di cuenta que mi ropa siempre la había lavado en casa de madder o en algún lavadero. Nunca tuve un lavarropas. Intenté ponerlo a funcionar y nada. Lo llamé a alex, me tiró algunas instrucciones y nada. Estaba desenchufado. Tuve que desconectar la heladera, sacarla de lugar y tirarme abajo de las hornallas eléctricas para poder enchufarlo. Ahí funcionó. Otra prueba superada, bien loyds. A los pocos minutos me encontré con un ruido a agua perdiendo y un pequeño lago que, saliendo de abajo de la pileta de lavar los platos, inundaba a buen paso el living, el comedor, el cuarto (que viene a ser todo lo mismo). Agarré balde, palangana y fregona y limpié todo, sequé lo que se había mojado y dejé un recipiente bajo la pérdida para que no volviera a ocurrir. Pero el lavado recién empezaba, la manguera que va del lavarropas a la pileta estaba mal colocada y no podía solucionarse sin herramientas (que no tengo), perdía mucha agua y el recipiente no era lo suficientemente grande para resistir sin rebalsar. En fin, me quedé toda la tarde mirando el lavarropas girar, hacia un lado, hacia el otro y cambiando recipientes que rápidamente se llenaban de agua con jabón en polvo y suavizante, y que vaciaba en el inodoro del baño. En esos momentos me acordé lo mucho que me gustó siempre mirar el fuego encendido, en un hogar por ejemplo, o en una fogata propiamente dicha. Es mejor que cualquier televisión, como muchas veces digo. Y ahora, a esta edad y tan lejos, vengo a descubrir que mirar el agua girar y caer entre la ropa también puede resultar muy atractivo. Así llegaba a su fin mi primer semana como ama de casa.