Friday, August 03, 2007

Corte latino: entrevista al tigre harapiento

Leonardo Oyola, autor de Chamamé, otra de las novelas lanzadas por Salto de Página, nació en Buenos Aires en 1973, ciudad en la que vive y donde fue publicada Siete & el tigre harapiento, su primera novela, por la Editorial Gárgola. Leo forma parte del quinteto de la muerte, un grupo de cinco trovadores que recorren la ciudad y el país ofreciendo sus lecturas al público. Hablando con él vía msn se lo nota muy entusiasmado con esta posibilidad de publicar en España y de acceder al público latino que reside aquí. Leo estudió Ciencias de la Comunicación y trabajó en una escuela como bibliotecario. Paralelamente empezó a escribir crítica de cine para portales de internet, hasta que un compañero lo invitó a una presentación de Alberto Laiseca, un escritor de culto en Argentina, que se convertiría en su maestro. Lo fui a ver narrar un cuento en Palermo y cagué fuego, empecé a comprar los libros de él y sin propuestas laborales redituables en el campo de la crítica pateé el tablero y pasé a estudiar con Laiseca: fue lo mejor que me podía pasar. Otras influencias literarias de Leo son los clásicos: Conan Doyle, Chandler y sus contemporáneos Guillermo Orsi y Ernesto Mallo en el género policial. Tampoco puedo olvidarme de los comics, Hulk es mi personaje favorito. Leonardo sabe que lo de ser escritor no es fácil, hay que trabajar mucho para lograrlo. Después de varios cuentos del que sólo rescato uno, Oxidado, un policial, empecé a escribir el Tigre. De ahí en adelante supe que había que meterle mucho laburo y así lo hice. En Siete & el Tigre Harapiento, un policial ambientado a fines del siglo XIX en Buenos Aires, hay una gran labor investigativa. En Chamamé, la referencia fílmica y musical es constante. Leo es muy consciente de la influencia que su formación en ciencias de la comunicación y crítica de cine ejerce en su escritura. Los narradores estamos haciendo ficción, mentimos, y una de las cosas para lograr que el lector nos lea y crea en nuestra propuesta, en nuestra mentira, es darle un asidero de verdad, algo que el otro reconozca. En el Tigre ese asidero es la investigación, respetar lo verosímil de la época. Chamamé es tratarnos de igual a igual, hablar de cosas que sabemos todos. Para mí es muy importante la oralidad del texto y eso lo compruebo con las lecturas del quinteto. Su flamante Chamamé (música y baile típico del litoral argentino) se desarrolla precisamente allí, en sus rutas, cerca de la frontera con Paraguay, echando mano muchas veces a expresiones en la lengua guaraní que habla la gente de la zona. Mi madre es paraguaya, conozco bastante esas rutas de mala muerte. Entiendo perfectamente el guaraní aunque no lo hablo y muchas de las historias que cuento me las contaron a mí o las vi. Chamamé es una especie de western moderno, una eterna persecución entre dos aberrantes delincuentes, el Perro y Noé, que nunca quedan empatados. El Perro es un delincuente profesional, pero eso no impide que se emocione, se enamore o mire el pasado sin odio, recordando cómo le enseñó su viejo a boxear. Noé y el Perro son caras de una misma moneda, son tipos que saben hacer lo suyo. Noé quiere una segunda oportunidad. El Perro no sabe qué hacer porque ya nació con la mierda hasta el cuello, es un tipo que puede elegir entre el amor y la furia y elige la segunda. Lo cierto es que Oyola tiene la capacidad, tanto en Chamamé como en su novela anterior, de construir personajes que son despreciables, pero a su vez logra que uno acabe cogiéndoles cariño y hasta le parezcan invencibles, inmortales. Lo de hacer los personajes queribles no lo hago a propósito, me parece que humanizo la hijaputez de ellos y luego creo que todos, los lectores también, en el fondo contribuimos a que estos personajes se salgan con la suya, les perdonamos sus pecados porque están fuera del sistema y ese coquetear con lo salvaje que ellos hacen impunemente, a más de uno le gustaría poder concretarlo en lo que nos toca vivir diariamente. La novela, además de hacer mención expresa a películas como King Kong, Calles de fuego, Nueve semanas y media o Dirty Dancing, también homenajea sin decirlo a otras joyas como Magnolia (lluvia de ranas incluida) y, por la forma de plasmar los giros y los tiempos, Pulp Fiction. Y..., seguramente lo de Pulp Fiction es tal cual, Tarantino siempre me partió la cabeza por su forma de narrar. Lo de Magnolia sí fue adrede, jugando con la locura y el dolor del pastor Noé, pero también para hacer hincapié en las plagas bíblicas que él va interpretando con las señales. Oyola, además de cinéfilo se destapa como bastante melómano. Las alusiones a la música contemporánea, en especial al pop y rock argentinos, son constantes en su novela y aparecen en los momentos más inesperados con una originalidad devastadora. Amo la música, me encanta armar soundtracks de momentos de mi vida. Chamamé fue eso, armar los temas que pasaría en una rocola y poder darle ese ritmo a mi prosa. Y además burlarme de mis gustos, de lo de ser melómano, citando a Shakira, Airbag y Coti por ser canciones pegadizas. Como latinoamericano, Leo desea que el público latino se enganche y se divierta leyendo su novela. Me fascina pensar que muchos la van a leer y se van a enganchar con la historia y van a entender el argot carcelario sin necesariamente haberlo hablado o vivido, porque el contexto del bajo mundo lo instaura alguien que impone su lenguaje por gracia o presencia. Yo creo que el Perro logra eso con su labia y su andar: que lo disfrute cualquiera en cualquier punto geográfico. Así que ojalá que lo lean y que emocione al que está leyéndolo en un subte acá o en un metro allá. Que alguien se ría con lo de la canción de Coti allá, que se enamore de Julia... Es un honor que me lean los que hablamos el mismo idioma, ojalá les resulte entretenido, yo no pretendo cambiarle la vida a nadie ni dar respuestas, sólo escribo pensando en entretener.