Monday, August 27, 2007

Cambio de rumbo: lecturas

"Sólo hay un espectáculo más penoso que el del amor contrariado: el del deseo no correspondido. Porque en el amor nadan tanto el que ama como el que no, pero el que no desea -el que no desea está fuera del deseo, y no hay nada que pueda restituirlo al mundo del que se ha excluido. El no del que no desea es absoluto, no tiene retorno y convierte al que desea en alguien radicalmente ajeno, no diferente sino heterogéneo: no alguien que está en otro 'estado', del que finalmente, pasado cierto tiempo, cambiadas ciertas circunstancias, podría 'salir' o 'pasar' a otro, sino alguien que pertenece a otro reino. Un perro alzado, digamos, patrulla una plaza. Detecta a un perro como él, incluso de su misma raza, y antes de saber si es macho o hembra, si el diminuto sexo que tiene entre las piernas encontrará un hueco donde desahogarse, se abalanza sobre él, lo sorprende por detrás, se encarama sobre sus ancas y arremete contra su ciego, frenético vaivén. Pero he aquí que el otro no quiere. No quiere y punto. Su no querer es todo: es tan puro, tan de una pieza como el querer del otro. Se queda quieto, la lengua colgándole entre los dientes, mirando algún punto a lo lejos, hasta que le llama la atención otra cosa y mueve un poco la cabeza y sigue mirando, mientras el otro, el alzado, multiplica sus asedios y se afana inútilmente. ¿Quién no sufrió alguna vez con esa estampa patética? Porque ¿hay dos perros? ¿O hay más bien uno, el alzado, que desea, y luego su presa imposible, que no desea y que por no desear ya no es perro sino otra cosa: algo inerte, un pedazo de piedra, una planta, un tronco con forma de perro? Así, entre el que desea y el que no, el que hace el ridículo siempre es el primero, porque abalanzándose sobre la criatura que no le corresponde no comete un error de apreciación, ni de cálculo, ni de oportunidad, se equivoca de especie."


(Alan Pauls, El pasado, Editorial Anagrama, Barcelona, año 2003, fragmento tomado de la tercera parte, capítulo 3)