Tuesday, November 21, 2006

Quinteteros: el tigre

"-Inspector Vals, ¿usted no me entendió cuando le dije que íbamos a ir a un casamiento? -visiblemente molesto le inquirió el Subcomisario Gallo.
-Sí que le entendí, ¿por? -respondió Vals.
-¿No tiene otro traje?
-¿Qué tiene de malo éste? -retrucó.
-Primero y principal, que toda la semana lo tuvo puesto. Y la anterior también. De hecho, no sé si se lo sacó alguna vez desde que lo conocí. Segundo, ¡qué está viejo y sucio! Como quien lo usa. ¡Por lo menos podría haberse afeitado, Raúl!
-Gallo, yo no soy ni por asomo el que va a contraer enlace, ni siquiera un familiar o un invitado del novio o de la novia ¿para qué me quiere elegante?
-¡Pero, hombre! Por respeto y por una cuestión de aseo personal.
-Mire, a las ceremonias no pensamos asistir, y si el dato es verdadero, ni siquiera vamos a tener que ir a los festejos. Todavía estamos a tiempo de tener la entrevista en el bar.
-¿Y si tenemos que ir al casorio? Raúl, usted en verdad es meticuloso sólo con la profesión. ¡Vea un poco más allá de sus narices querido!
-¿Y qué se supone que puedo llegar a ver?
-¡¿Qué sé yo?! -se encogió de hombros Gallo.
-Vamos, sea específico ¿a dónde quiere llegar con esto? Usted amagó con sacar un tema.
Ruborizándose, el Subcomisario Gallo le preguntó: 'No cree que por ahí puede existir, aunque sea muy remota, la posibilidad de encontrar...'
-¿Encontrar qué?
-Encontrar el amor de su vida que lo está esperando en una fiesta de este tipo. ¡Ya está! ¡Lo dije! Prácticamente es un evento único, Raúl. Además no le parece que ya va siendo hora de que abandone la puñe... de que abandone los kinetoscopios.
Vals negó con la cabeza mordiéndose el labio inferior.
-Una interesante combinación para la fuerza resultó ser la suya Gallo: policía y celestino. Mi madre que está en el cielo le agradece, el relevo. Yo no.
-No se burle, Inspector. Mire que así es como se esquiva de forma involuntaria a la felicidad: colaborar un poco con el destino. Eso se llama atender a las probabilidades. Hay que estar pendiente de ellas.
Vals lo cortó en seco: '¿Usted está casado, señor Subcomisario?'.
-Sí. Hace más de veinte años -detalló con orgullo impostado.
-Entonces, usted es una persona mucho más que idónea para corroborar, o refutar, esta hipótesis que he realizado: se dice que cuando el hombre se casa, recién descubre el verdadero significado de la palabra felicidad. Pero ya es demasiado tarde... porque ya dejó de ser soltero.
El Subcomisario exhaló resignado: 'No hay nada que hacerle, Inspector Vals. Básicamente usted y sus deducciones me sacan de las casillas porque sabe ingeniárselas para tener la razón... como en este caso'.
Vals sonrió."



(Leonardo A. Oyola, "Siete & el Tigre Harapiento", Gárgola Ediciones, año 2005)