Tuesday, November 28, 2006

cri cri

Hay un aviso que pasan por la radio que es muy gracioso. Personalmente creo que tenés que ser más ingenioso para que te salga algo creativo o gracioso para radio que para televisión. Sencillamente por el poder de la imagen, que muchas veces vale más que mil palabras. O, como hacen ahora, te ponen una cancioncita o un jingle pedorro y una sucesión de imágenes. Puede estar bueno, pero que es más fácil lo es. Igual cada día miro menos televisión y escucho más radio. Volvamos entonces al aviso. No me acuerdo de qué carajo era porque no soy muy consumista ni presto mucha atención a esas cosas. Hay quienes dicen que si no te acordás el producto publicitado entonces el aviso es malo, porque no cumple su objetivo que es, justamente, publicitarlo. Suena lógico, pero yo no creo que sea así. No tengo una fundamentación concreta, simplemente no creo que sea así, o me chupa un huevo en realidad. Lo que sí sé es que hay avisos que me divierten más que otros. Hace poco pasaban ese que escuchabas charlando a varios amigos y le preguntaban a uno: ¿qué tal tu fin de semana? y el tipo todo cagado de risa relataba un periplo insólito y aburridísimo, que incluía concursos de ecuaciones matemáticas, paseos de tortugas y colecciones de estampillas, como si fueran programas de la gran puta. Además había dos o tres versiones distintas y eso lo hacía más entretenido. Pero el aviso que digo es otro: también se oye a varios amigos reunidos tirando comentarios, en este caso acerca de cosas que son capaces de hacer en situaciones incómodas: uno dice, ponele, ¿y nunca te pasó que abriste la heladera y no había nada de nada y te terminaste comiendo un limón porque estabas muerto de hambre? Sisisis, contestan todos. Y otro tira ¿y nunca te pasó tal otra cosa? Y el resto de nuevo sisisis. Hasta que uno dice: ¿y nunca les pasó que tenían todos los calzoncillos lavando y no tenían qué ponerse y se clavaron una bombacha de su hermana para zafar? Y ahí los demás se quedan callados y otro con voz de asco le pregunta: ¿en serio hiciste eso? Es genial, me da mucha risa cada vez que lo escucho.
Lo que nunca me imaginé es que a mí me iba a pasar lo mismo. La semana pasada, después del fútbol de los jueves en el oupen gayo, terminamos funes, pedro y yo morfando algo en el bolichón de salguero y sarmiento. Pasado un rato de hablar de cosas intrascendentes (qué estábamos escribiendo, los proyectos para el año que viene y otras trivialidades), derivamos en los mismos temas de siempre, los únicos importantes en una conversación de hombres: fútbol y sexo. Que gol, que casi gol, que una buena jugada, que otra, que cómo nos ganaron en el último minuto. Después, sexo: que esto, que lo otro, que sin es más lindo pero hay que ponérselo igual. Que al principio se puede sin pero sólo en la primera vuelta. Que ojo con el preseminal porque además de lubricar también embaraza. Que hay que hacer el cocodrilo, te guste o no. Que cómo se hace para aguantar más y esperar a que ella también acabe. Entonces yo, de lo más tranquilo, tiré sobre la mesa que para bancarla me ponía a pensar cosas horribles y así podía durar mucho más, algo que me parecía muy natural, por cierto. Cri cri. Cri cri. Al parecer a ellos no les resultó tan obvio. ¿En serio hacés eso? me preguntaron entre extrañados y riéndose. Yo dupliqué y dije que sí, que recreaba en mi cabeza algo muy desagradable que me acordara y que la técnica me daba buenos resultados. Entonces pedro, cagándose de risa, hizo la pregunta del millón: ¿y en qué pensás justo en ese momento? Yo le respondí: y mirá, por ejemplo, me acuerdo que en una época siempre pensaba en....

(continuará)