Tuesday, December 20, 2005

Este Dios es argentino


"El primer dilema fue quererlo o no quererlo, el segundo fue amarlo u odiarlo, ahora, el conflicto de afectos se ha transformado en una cuestión de fe: el asunto es creer o no creer en Maradona.
Somos espectadores privilegiados del nacimiento de una religión: estamos inventando un Dios criollo a imagen y semejanza de nuestras miserias. Más allá de los mitos de Gardel, Perón, Evita y el Che, Maradona nos invita a construir su divinidad desde la resurrección y el éxito económico.
El morocho del abasto reunía las condiciones básicas para ascender a los cielos, pero su rollizo cuerpo rostizado en Medellín lo acercó apenas a la idolatría eterna. Cada día canta mejor, pero no hace milagros.
El General volvió de su beatífico exilio, pero decidió abandonar su pedestal de padre eterno para convertirse en un viejo traidor, capaz de expulsar del templo a los jóvenes que habían dado la vida por él.
Evita sigue en el altar, incólume e incorrupta, blanca frente a la historia, como una virgen protectora de los humildes y abanderada de los rebeldes, pero es una mujer, y en el Olimpo machista de la argentinidad al palo, no se entronizan 'minas'.
A Guevara lo vaciaron de contenido, su imagen está más cerca de una marca inofensiva que de un símbolo de adoración. Perdió su batalla final por una causa que los feligreses ya no reconocen como propia.
Pero Diego Armando Maradona murió y resucitó muchas veces, y eso lo convierte en un Dios indiscutible. Nació en un pobre pesebre y llegó a ser dueño de los más lujosos palacios. Le cortaron las piernas y logró que le vuelvan a crecer más fuertes que antes. Lo estaban llorando en el entierro y resucitó en plena fiesta funeraria. Además, es vengador, egocéntrico y poderoso, muy parecido a ese Yahvé que liquidaba pueblos indóciles con plagas, o ese Señor Eterno que permitió que crucifiquen a su propio hijo para escarmentar a la humanidad...
El Diez tuvo dos hijas con una mortal, "La Claudia", son Dalma y Giannina, pitonisas inmaculadas con poderes herméticos. Los padres de Dios, Don Diego y Doña Tota, son humildes trabajadores que han recibido al Todopoderoso en la tierra, como María y José, o como el matrimonio Kent, los padres de Superman. Esta versión restaurada de Diego Armando es bondadosa. Le perdona a Pelé sus antiguos improperios y denuncias, porque el negro tiene un hijo que se droga y merece misericordia. A Susana la indulta porque la necesita, no olvida que la Diva se asoció al mefistofélico "Guillote" Cóppola, pero la estrategia del Diez es reunir fuerzas para vencer y evangelizar al General Tinelli, y sumarlo a su reino.
No los perdona a todos el Diego. A su hijo italiano, aceptado pero no reconocido, le niega amor y dinero, y lo condena por el 'inconveniente de haber nacido', como diría el viejo Cioran...
Hubo un tiempo en que Maradona había dejado de ser Dios, momentáneamente, y andaba enloquecido por el mundo de los pecadores montado en su carrito de golf hacia la muerte. No hay nada más honesto que un tipo muriendo, ni nada más falso que un inmortal haciéndose el bueno...
Cuando confirma la leyenda de su mano (el gol ilícito que le hace a Inglaterra en el Mundial de fútbol de 1986), pone sobre el altar el milagro de la justicia divina. Con un toque de luz celestial de su puño, invisible para los humanos, hundió en las tinieblas al endemoniado pirata inglés. El gol lo hizo la mano de Dios, no la mano tramposa de un pícaro, y se lo hizo al enemigo, no a un equipo de fútbol...
Maradona sintetiza las dos figuras más perversas del poder, que en los mortales se da por separado en el tiempo y el espacio: la figura del ideólogo liberal que hace al hombre culpable de su desgracia, y la del cacique que lo viene a redimir de su deuda impagable. Su Yo es descomunal y aplastante (¡es el Yo de Dios!), y demuestra a cada paso que Él pudo, puede y podrá hacer lo que se le ocurra: dejar la droga, engordar o adelgazar 50 kilos, fumar o dejar de fumar habanos, volver a jugar, haber sido muy pobre y luego ser millonario, tener éxito en cada tarea que se proponga. En el Olimpo maradoniano todo se puede lograr si se desea, es cuestión de perseverancia individual y amor familiar. Ya todos saben que 'en este país no trabaja el que no quiere', y no se cura el que no pone voluntad. Pero ahí está el Diez para rescatar a los débiles y los pecadores con su bendición y su juicio. Ante tamaña demostración de poder, los fieles se muestran eternamente agradecidos, mansos, manejables y serviles. Son esclavos de Dios, consumidores finales de los productos anunciados en la misa del Diez (cualquier parecido con los mecanismos de la Iglesia Católica es pura coincidencia)...
La novedad es que Dios no es argentino, sino que este Dios es argentino...
Maradona es nuestro Dios, sus ceremonias religiosas no se realizan los Domingos, día consagrado a la pelota, sino los lunes, jornada posterior a la celebración futbolera.
Murió y resucitó muchas veces, y lo volverá a hacer. Nació pobre y llegó a ser rico. Le cortaron las piernas y logró que le vuelvan a crecer. Llegó, vio y venció.
Solapado, fatuo y omnipotente, permite que crucifiquen a su propio hijo para escarmentar a la humanidad.
Hace de la traición su recurso glorioso, de la prebenda una tradición patriótica, de la amenaza un género literario y del éxito la única motivación de la vida.
Es eterno pero no tanto.
Este Dios es argentino.
Amén."


(Fragmentos escogidos arbitrariamente por loyds de una nota de Carlos Santos Sáez, titulada "La misa del Diez", aparecida en la revista Lea de diciembre de 2005)