Wednesday, May 02, 2007

Las casbahs del valle del draa rumbo a marrakech

Las casbahs son pequeñas ciudades amuralladas, generalmente construidas con bloques bien cuadrados de piedra y ladrillos de tierra roja sin cocer, con dos torres ubicadas a ambos lados de una nave central en la que se encuentra la puerta. Dentro de las murallas, que muestran casi ninguna abertura al exterior, se encontraban todos los edificios necesarios para la defensa: amplios establos, cuarteles, graneros, arsenales y cisternas de agua para las casas de las familias bereberes. La atracción principal de la moderna, rosa y afrancesada ciudad de quarzazate, es la casbah taourirt, que conserva un palacio glawi abandonado con algunos techos de madera pintada que vale la pena ver. Con la petisa pasamos gran parte de la mañana perdiéndonos por los distintos cuartos con diminutas ventanas hacia afuera. Después agarramos nuevamente la ruta, ahora en buenos términos con nuestro fercho houssin, con la música al taco, bailando los tres a la vez un tema de música marroquí muy pegadizo. Al rato llegamos a la casbah más importante de marruecos, ait benhaddou, una enorme madriguera enclavada en el valle de una pequeña colina que domina los cuatro puntos cardinales. En ait benhaddou se filmaron algunas de las escenas de lawrence de arabia, jesús de nazaret y, más acá en el tiempo, gladiador. Los vendedores, mientras nos ofrecían todo tipo de productos, como siempre, nos mostraban fotos de la construcción del coliseo para la película de russell crowe contra una de las murallas y otras de ellos mismos vestidos de época para hacer de extras. Un espectáculo total, subimos caminando hasta arriba de todo y el paisaje era increíble. Pasamos varias horas dando vueltas por esta casbah que fue declarada patrimonio de la humanidad por la unesco y todavía está habitada por algunas familias que te invitan a visitar sus casas y a sacarles fotos. Y finalmente nos sumergimos en la trepada al gran atlas nevado a bordo de nuestro taxi. Por suerte pudimos atravesarlo sin contratiempos, la nieve no estaba tan espesa como para cortar la ruta. Fuimos parando en algunos points para seguir fotografiando las imponentes vistas que se nos presentaban desde lo alto de las montañas. Al borde de la ruta o serpenteando junto a ella, durante muchos kilómetros nos seguía un arroyo a cuya vera iban apareciendo plantaciones de distintas especias y, un poco más arriba, algunos pueblitos construidos con la típica e interminable tierra roja. Las mujeres lavando la ropa en el agua del río y poniéndola a secar sobre las piedras también es un espectáculo digno de ver. Una travesía realmente hermosa, pese a las constantes subidas y bajadas y a las pronunciadas curvas que, por suerte, esta vez houssin se tomó con calma. Cuando ya iba cayendo el sol entramos en marrakech, donde nos separaríamos de nuestro conductor. Houssin nos dejó en el medio de la medina vieja, el centro neurálgico de la ciudad. Pero cuando le pagamos, con el descuento del día que nos había quitado del itinerario, el tipo nos montó una escena terrible exigiéndonos el total. Otra vez quilombo, que el precio acordado, que nos había cambiado lo que pactamos con los otros dos. En fin, nos pusimos firmes y el chabón se terminó yendo medio ofendido, pero a mí ya me daba lo mismo, me tenían harto todos, no quería saber más nada con las malditas discusiones, regateos y demás yerbas. Dimos unas cuántas vueltas hasta que encontramos un hotel bastante básico y con baño a compartir, pero muy barato. El tema es que se acercaba semana santa y casi todos los alojamientos estaban reservados, así que en el fondo tuvimos suerte, porque estábamos cerca de todo. A la noche, después de bañarnos y sentirnos liberados luego de varios días con nuestro guía a cuestas, salimos a caminar por la plaza jemma el-fna, el atractivo central de marrakech, donde cualquier cosa te puede pasar. Esta enorme plaza abierta, toda de cemento, está plagada de los vendedores, artistas y buscas más variopintos. Podés encontrarte desde los típicos faquires, encantadores de serpientes y carros abarrotados de naranja que ofrecen jugos a los turistas, hasta equipos de gimnasia acrobática, malabaristas, adivinadores del futuro, grupos de música y todo tipo de vendedores y contadores de historias. Hasta un dentista hay clavado en el medio de la plaza ofreciendo sus prótesis encima de una mesa. Una película total, para flashear en colores. Hay un sector donde los tipos instalan miles de puestos de comida, uno al lado del otro y te invitan a los gritos a sentarte en unos bancos a morfar sobre unas largas mesas de madera. Nos instalamos en el que más nos gustó y me pedí una pastilla, que en marruecos es una fina pasta rellena parecida a la lasaña, rellena de pollo y almendras. Estaba riquísima. La petisa optó por un cuscús de pollo que también estaba muy bien. Después caminamos un rato por la plaza y sus alrededores, pero nos quisieron vender tantas cosas y estábamos tan cansados por el viaje y tan saturados del asedio marroquí que nos fuimos a dormir temprano, luego de tomar un tecito en un bar donde volvimos a encontrarnos con nuestros compañeros de ruta yanquis. Al otro día, las infinitas terrazas de marrakech nos estarían esperando.