Segunda función de la joven cantante británica en el Luna Park, el sábado 21 de junio. A las 21.30 hizo su aparición la sólida banda que la acompañó en su paso por Buenos Aires, compuesta por músicos de largo recorrido histórico por el soul (algunos de ellos, como el saxofonista Christian Lohr, tocaron con el mismísimo James Brown). E instantes después, descalza, ella se adueñó del escenario para el resto de la velada. Es que Joss Stone no sólo canta con el alma sino que conjuga su privilegiada voz con una inocencia y una gracia de movimientos que logra una comunión absoluta con su público, que no hace más que disfrutar en la hora y media que dura el espectáculo.
Arrastrando sus pies desnudos sobre las alfombras persas colocadas al efecto, comenzó con Girl they won’t believe it y fue respaldada en cada interpretación por tres simpáticos coristas que hicieron las delicias de la gente con sus histriónicas coreografías. La sincronizada base de batería, guitarra y bajo fue siempre acompañada con solvencia por dos instrumentos de viento (saxo y trompeta) y dos teclados. Siguieron Head turner y la preciosa Tell me what we’re gonna do now, que arrancó la primera ovación de la noche de un Luna Park casi completo. Y Stone, sencillamente arropada con un pantalón blanco suelto y una musculosa azul (con ciertos detalles seudo hippies, como un largo pañuelo violeta a modo de cinturón y abundante bijou), se brindó por completo, dando rienda suelta a su ternura y sus seductores desplazamientos. Un efusivo grito de la platea masculina: “Te quierooo”, fue el prolegómeno perfecto a la celebrada Super Duper Love, uno de los puntos altos de la noche, con la gente de pie acompañando con su baile, su canto y sus palmas.
La británica es una especie de niña grande. Interactúa de manera naive con la audiencia, ríe constantemente (por momentos hasta se tienta de la risa), pero a la hora de cantar lo hace como una experta, como una de las grandes damas del soul, demostrando que no se trata de la joven promesa que era al momento de surgir en su adolescencia, sino que ya representa un valor absolutamente consolidado. La forma en que interpretó Fell in love with a boy, pidiéndole al público que lo sienta y coree, susurrando, por momentos casi a capella, fue su prueba más cabal.
Stone posee, además de una gran voz, mucha gracia. Corre de una punta a la otra del escenario, hace competir en canto a los distintos extremos del estadio, se arrodilla en el suelo y se compenetra mucho en sus canciones de amor. Y también se hace tiempo tanto para tomar una taza de té en plena interpretación como para bailar en forma muy sexy y usufructuar su enorme atractivo, porque ella sabe que es linda y lo usa en el buen sentido.
Continuó el show con preponderancia de temas de su álbum debut: The soul sessions. Y Stone siguió divirtiéndose con su público, explicando una canción dedicada a su familia, amenazando con retirarse si no cantaban con más ganas y rogando que la dejaran ponerse seria para poder interpretar una canción triste (la conmovedora The Chokin Kind). En Music fue acompañada inicialmente sólo por un piano, para luego incorporarse en gran forma el resto de la banda, con especial lucimiento de los vientos.
Llegó el turno de repasar su segundo disco: Mind body & soul. Se sucedieron entonces las animadas Don’t cha wanna ride?, Less is more (con un perfecto comienzo de reggae) y el hit You had me, otro de los puntos altos de la noche, en un clima perfecto, con un ensamble sin fisuras entre la poderosa voz de Stone y su virtuosa banda tocando cada tema como si fuese el último (guitarra, trompeta, todo sonaba bien). Y el público, de parabienes, bailando a más no poder.
El final, con Tell me about it (dedicada “a todas las chicas”), permitió la presentación y un pequeño solo de cada uno de sus virtuosos músicos, y encontró a la cantante nuevamente corriendo, a lo Jagger, de un extremo a otro.
Y hubo tiempo aún para un festejado bis, con Right to be wrong, que casi no pudo terminar de cantar a la luz de los celulares de todos los presentes, a causa de la tentación que no le permitía dejar de reírse. La preciosa versión del clásico No woman no cry y Stone haciendo equilibrio entre los parlantes para poder llegar más lejos en su ofrenda de repartir, de a una, un ramo de rosas a su público, fue la postal perfecta de un show brillante, probablemente el mejor que se haya visto en este año 2008 por estas latitudes.
(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)