Wednesday, June 18, 2008

Ismael Serrano en el Gran Rex


El viernes 13 de junio, en el marco de su gira presentación del disco Sueños de un hombre despierto, tuvo lugar uno de los numerosos conciertos que brindó el cantautor madrileño en el Teatro Gran Rex. Y Serrano, que sabe muy bien lo que hace, plantea su espectáculo, desde el primer minuto, como si se tratara de una reunión de amigos en algún bar de Madrid, aunque en todo momento se encarga de que el público se sienta integrado, invitado a esa reunión, como si en conjunto se tratara de un amigo más.

De movida aparecen sus partenaires, primero Fredi Marugán, director musical y encargado de ejecutar con autoridad guitarras y bajo, luego el simpático tecladista Jacob Sureda y, por último, el genial Javier Bergia, un entrañable abuelito que se encarga de hacer reír (a veces a carcajadas) a la audiencia cada dos por tres, principalmente a través de sus desopilantes diálogos con el propio Serrano, que le da el pie constantemente.

Disfrazados de marineros los tres, en un escenario decorado como una suerte de puerto (con redes y salvavidas aquí y allá) y un fondo de atardecer sobre el mar en la pantalla, montan un perfecto clima costero propicio para la aparición del protagonista de la noche. Flaquísimo y muy animado, Serrano se siente a gusto integrando al público, participándolo con sus anécdotas y hasta bromeando con la actualidad local (se ríe por igual de la década menemista y de la adjudicación del tren bala). Y, por cierto, lo hace muy bien, con sutileza y humor. Para ello se sitúa desde un principio en un sitio imaginario, el puerto de Peumayén (en lengua mapuche: lugar soñado) y presenta a sus músicos cual si fuesen personajes de esa comunidad.

El cantautor abre la noche con Somos, de su nuevo álbum y explica que ha echado mano de una frase de Aristóteles para escoger el título (Serrano estudió física en la Universidad Complutense), porque según dice, el filósofo griego “afirmaba que la esperanza es el sueño de los hombres despiertos”. Le sigue la también nueva Canción para un viejo amigo, con gran performance del guitarrista Marugán y, previo hacer alusión al mito de Sísifo y su destino (Serrano tiene ganas de hablar y se nota), toca la hermosa Sucede que a veces, del anterior disco Naves ardiendo más allá de Orión (2004).

Luego presenta Canción de amor y oficina que, según explica, ilustra la relación amor/odio que lo une con Madrid, con “días terribles y noches maravillosas” y continúa con las clásicas Caperucita y La mujer más vieja del mundo, cantadas prácticamente por el teatro en pleno y con teclados muy lucidos. Entre tanto, Serrano crea un pacto ficcional con el público, juega con sus músicos, ríe (principalmente a causa de las ocurrencias del inspiradísimo Bergia), se divierte, interactúa: el feed-back es total. Y sigue otro clásico: la bellísima Vine del norte, que luego le da paso a su homenaje a las madres de plaza de mayo (A las madres de mayo).

Es el momento de más presentaciones, Zamba del emigrante, grabada en estudio junto a su admirada Mercedes Sosa, porque “A Europa la están convirtiendo en una fortaleza inexpugnable”, y la preciosa Si se callase el ruido, con una guitarra rasgada con el alma por Marugán. El público celebra otros clásicos interpretados en forma más intimista, acompañado solamente por una guitarra: Tantas cosas y Ya ves (dedicada al comedor Pelota de trapo); es este uno de los puntos altos de la noche unido a la poética introducción a Recuerdo (tocada sólo junto al piano), una triste y bella canción que habla de un reencuentro en el subte con un viejo amor.

Le sigue un gag imperdible, donde el percusionista le entrega un mensaje dentro de una botella (que acabará siendo un texto del padre de Serrano que es poeta) y juntos cantan Reflejos perdidos, compuesta por Bergia (gran letra). Llegan luego las simpáticas Canción del amor propio y La sonda voyager (con Serrano al bajo) y el turno de los hitazos más celebrados de la noche: Últimamente y Vértigo, ésta última acompañada de una solvente guitarra y cantada con el corazón.

Cierra el show el corte de difusión de su nuevo disco, Cassandra, y otra bonita canción de su álbum debut Atrapados en azul: La extraña pareja, ejecutada con un piano muy poderoso. Pero Serrano la está pasando bien y vuelve a salir una y otra vez. Primero para tocar La cigarra (bastante bien) y Papá cuéntame otra vez, también de su primer disco. Luego hace la nueva Testamento vital y la clásica Ana (aquí deja todo) y finalmente, en su tercer y ya sorpresivo bis, solo frente a la audiencia, canta la exquisita Qué andarás haciendo y, previo disculparse por el atrevimiento y sumársele su pianista, ejecuta una digna versión de Cambalache.

Serrano canta parecido a Serrat, es cierto. Pero eso no implica que lo haga mal, todo lo contrario. Tiene lindas canciones, algunas con letras bellísimas. Y ha sabido rodearse por un grupo de músicos sólidos y simpáticos (chapeau para Javier Bergia) que lo acompañan muy convincentemente. Todo eso, sumado a un planteo conceptual imaginario bastante bien logrado, convierten a su presentación en un show muy placentero de ver y escuchar.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)