Cuarenta años de jazz tradicional negro. A la vieja usanza. Esta orquesta es un prodigio musical imperdible. Con la atenta dirección del guitarrista Pablo Scenna (que ejecuta, también, el banjo con solvencia), pendiente de cada mínimo detalle de los suyos, ofrenda a los espectadores un concierto lleno de virtuosismo, con el marco ideal para sus presentaciones de un Teatro Maipo que cada día luce más bello.
El ritual comienza con los músicos ingresando uno a uno en escena, ensamblándose en forma sincronizada cada cual con su inmediato predecesor: se suceden así la batería, el contrabajo, el piano, los saxos (alto, tenor y barítono), el clarinete, las trompetas, el trombón y finalmente la guitarra de Scenna, para completar la formación base.
Puntapié inicial con Take the A train, de Billy Strayhorn (un clásico, escogido por los Rolling Stones para abrir su álbum en vivo Still life) y, a partir de allí, una recorrida por grandes canciones del jazz tradicional, abundante en solos instrumentales de lo más variados y lucidos diálogos de los vientos entre sí, con el piano, las cuerdas (estos muchachos todo lo hacen parecer fácil).
El director de la orquesta, entre una y otra interpretación, se hace tiempo para ponerle una cuota de humor a la velada, para explicar al público detalles de la afinación alternativa de una guitarra y llevarlo de paseo hasta el origen del jazz, sus recursos y sus instrumentos artesanales.
Mientras tanto, van subiendo al escenario distintos actores: Osvaldo Ferrer para cantar un par de blues muy sentidos, el miembro fundador (de la agrupación) Osvaldo Ricci, ejecutante del particular peine de viento, una verdadera rareza (“tocar bien el peine es como peinarse con una trompeta”, así lo introduce Scenna) y muy dúctil también al momento de cantar o bailar y, como aditamento extra, los lujosos invitados convocados para esta segunda fecha del 16 de junio.
El primero, el pianista Jorge Navarro, por carisma y por solvencia, se convierte prontamente en uno de los dueños de la noche: toca con el alma, a lo Jerry Lee Lewis, y culmina su número con un solo impactante. Es el turno de Ligia Piro, dueña de una voz maravillosa, especialmente propicia para la ocasión. Su vestuario, un tanto rimbombante, no le impide dejar alelado al público con su interpretación de Cry me a river, esa bella canción de Arthur Hamilton que hiciera famosa Diana Krall. Por último, el luthier Daniel Rabinovich irrumpe en escena para ejecutar un enorme y circense instrumento de viento, dotado de numerosas variantes orales y manuales, acompañado por el coro vocalizado de todos los integrantes de la orquesta.
Es un verdadero lujo para Buenos Aires contar con una agrupación del calibre de la Antigua Jazz Band, que no sólo aborda los distintos ritmos del jazz casi a la perfección, sino que también se anima a trasponer límites hacia la música country o el charleston (con un toque de color aportado por dos formidables parejas de bailarines), con oportunismo para el lucimiento de cada uno de los instrumentos. Potencia, sincronización y esplendor transmiten estos músicos que, se nota, disfrutan plenamente de lo que hacen y, lo que es más importante, gustan de compartirlo con el público.
(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)