Enmarcado en los festejos por el centenario del actualmente cerrado Teatro Colón, anoche el Ballet Estable interpretó tres obras en el Teatro Ópera: Acto III de “El lago de los cisnes” (Galizzi-Tchaikovsky), Acto II de “La Bayadera” (Belfiore-Minkus) y Acto III de “Coppélia” (Martínez-Delibes); un acto de cada clásico, con las primeras figuras Gabriela Alberti, Karina Olmedo, Carla Vincelli, Dalmiro Astesiano y Edgardo Trabalón, y Guido De Benedetti como debutante director de la compañía en este 2008. Fueron acompañados por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida respectivamente por Carlos Calleja, Bruno D’Astoli y Mario Benzecry. El artista invitado fue el primer bailarín Maximiliano Guerra, quien protagonizó La Bayadera junto a Gabriela Alberti.
El lago de los cisnes, sin duda el ballet más popular a lo largo de la historia, con la atractiva coreografía de Mario Galizzi, resultó muy bien interpretado por Karina Olmedo y un particularmente inspirado Dalmiro Astesiano. La obra transcurre entre el amor y la magia, enlazando en sus cuadros la eterna lucha del bien y del mal. La protagonizan el príncipe Sigfrido, enamorado de Odette, joven convertida en cisne por el hechizo del malvado Von Rothbart y Odile, cisne negro e hija del brujo. El Acto III transcurre en el gran salón del castillo, donde todo está dispuesto para iniciar el baile. Anunciadas por los heraldos aparecen las cinco princesas con su séquito. El príncipe baila con cada una de ellas, pero sus pensamientos están tan lejos de la realidad que no repara casi en las bellas invitadas. La reina, preocupada por la indiferencia de Sigfrido, le da a elegir a la doncella que prefiera como esposa, pero un heraldo anuncia una inesperada visita: es el mago Von Rothbart quien, bajo el aspecto de un noble caballero, presenta a su hija Odile, una nueva pretendiente. Sigfrido queda impresionado por la enigmática mujer que le recuerda a su amada Odette. Odile toma su lugar junto a las demás princesas y baila con el príncipe. El engaño es ahora total y el príncipe está convencido de que se trata efectivamente de la princesa Odette. Radiante de felicidad la presenta a la reina como la esposa elegida. Von Rothbart exige ahora al príncipe un juramento de fidelidad y Sigfrido lo pronuncia con firmeza. Odile y el hechicero descubren su engaño a Sigfrido, quien advierte desesperado que traicionó el amor de Odette y corre al bosque a su encuentro para, arrepentido, pedirle perdón.
La Bayadera: en la antigua India se les daba el nombre de “bayadera” a las bailarinas que amenizaban con sus cantos y sus bailes tanto en las ceremonias religiosas como en las fiestas profanas. La obra narra los trágicos amores de Nikiya, una bayadera, y Solor, el más valiente de los guerreros. Nikiya debe enfrentar a Gamzatti, hija del Rajá, a la que su padre ha entregado como esposa a Solor. Nikiya recibe la orden de bailar en las bodas de su rival con el hombre que ella ama. La bayadera baila y lo hace portando un cesto con flores, en el que se oculta -por orden de Gamzatti- una serpiente venenosa que provoca la muerte de la danzarina. En el Acto II, “Las sombras”, Solor se entrega a la evasión del opio para calmar su profundo dolor y, en su delirio, tiene una visión del mundo espectral de las bayaderas muertas. En el reino de las sombras, el guerrero se encuentra con el espectro de su amada, pero el sueño se disipa y Solor debe tomar como esposa a la hija del Rajá. En el instante en que los esposos intercambian anillos, se desata la cólera de los dioses, los que provocan la destrucción del templo y la muerte de todos los presentes. Finalmente, Solor y Nikiya se unen en el reino de las sombras. Destacable la purísima coreografía de Liliana Belfiore y la firmeza del maestro Bruno D’Astoli en la batuta. Junto al enorme Maximiliano Guerra (en sus tour en l’air permanece suspendido en el aire más de lo normal, en una forma admirable) en la piel del guerrero Solor, lograron transmitir una paz verdaderamente absoluta al por momentos fervoroso en exceso, a destiempo y expectorante público que colmó el auditorio.
En el cierre, una impecable Carla Vincelli resultó la protagonista de Coppélia junto al correcto Edgardo Trabalón. Coppélia es otra de las más famosas obras del repertorio tradicional de ballet. La propia acción se desarrolla en un pueblo fronterizo donde hay influencias de varias etnias y de su folklore: húngaros, polacos, ucranianos y gitanos, lo que implica un espectáculo vivo, festivo, lleno de color y alegre. La acción transcurre en una aldea donde viven, entre otros, la traviesa Swanilda, su novio Franz y el juguetero Coppelius. Este último habita en una misteriosa casa donde guarda sus creaciones, desconocidas para el resto: muñecas de tamaño humano. Sin resistir la curiosidad, Swanilda y sus amigas entran un día a la casa de Coppelius dispuestas a averiguar qué oculta allí el juguetero. Después de curiosear por todas partes, Swanilda decide suplantar a Coppélia, la muñeca favorita del artesano. En el Acto III en particular, el doctor Coppelius ve maravillado cómo su creación preferida toma vida hasta convertirse en un ser humano. Swanilda, después de divertirse un rato, le confiesa la verdad y el juguetero casi no soporta la desilusión. Posteriormente, rescatada por su novio, Swanilda huye de la casa de Coppelius. Al final, durante las bodas de ambos, Coppelius los perdona y el pueblo queda feliz con el nuevo matrimonio.