Acá en la sastrería pretenden que sonría a las señoras gordas, que les diga a todo que sí, que las atienda las veinte veces que llaman para preguntar cuándo está listo su vestido y les conteste, muy amablemente: ya va a estar señora, ¡y le va a quedar divino! y después de eso me banque pacientemente una sanata de: que horror, todavía no está, ¿y cuándo va a estar? porque ya debería estar...
En pocas palabras, acá pretenden que yo chupe culos de clientes, para que éstos no se vayan a otra sastrería donde les chupen mejor el culo.
Lo que parecen no haberse dado cuenta (pese a mis elocuentes manifestaciones en tal sentido) es que loyds no chupa culos, de nadie, por más importante que sea, por más que se haga cien trajecitos todos los meses. Dicen que soy un tanto conflictivo (¿será?), que soy contestatario (es cierto, ¿ta mal?) y me llaman a reflexionar.
Yo reflexiono: ¿vale la pena ser un maldito obsecuente por unos pesos más? ¿soy esclavo de las señoras gordas que vienen a la sastrería o puedo mandarlas bien a la mierda? ¿soy conflictivo o soy el único sincero acá?
Nadie sabe bien qué va a pasar, nadie sabe cuánto más durará, yo me animo a arriesgar que es una cuestión de tiempo, nada más.
Salvo que un día cualquiera, como hoy, agarre un fierro y entre a dar y dar y dar...