Conversación de parrilla dominguera.
Petisa: ¿De qué depende que estés más flaco, después más gordo...?
Loyds: Reconozco que cuando me conociste estaba más flaco.
P: ¿Más flaco? ¡Mucho más flaco!
L: ¿Me estás diciendo que estoy gordo?
P: No, bueno, pero hasta en la cara se te nota.
L: silencio...
Ahora corro y corro en una cinta de moebius. La transpiración me chorrea por los ojos, me duelen las piernas, la respiración se hace más dificultosa. Voy a comprarme una faja. Vuelvo y la comida, el sermón inesperado, me caen como el orto. Ser flaco es una condena social. Tratar de ser dócil y obsecuente es una tortura insoportable.
Parafraseando a Graciela Alfaro: ¡que termine este año ya!