Sentís la sensación. Ya conocés los efectos posteriores. Van a volver a tu cabeza todos los malditos fantasmas de una noche violenta. El esfuerzo que viniste haciendo por equilibrar tu organismo se irá a la mierda en un minuto, y lo sabés. Te pasó tantas veces que parece mentira que esté ocurriendo de nuevo. Pero es así, no hay con qué darle. Y la resaca va a bajar nomás, definitivamente, te va a dejar sumido en un estado calamitoso, ni una puntada vas a poder dar después. Lo sabés perfectamente. Pero igual apoyás el cigarro en tus labios, lo acariciás con una generosa llamarada y le das una calada bien profunda, toda humo.