Friday, August 11, 2006
Tafí del Valle
El camino de ripio entre cafayate y tafí enseguida se pone muy escarpado y tiene curvas super pronunciadas, en algunas hasta hay carteles que dicen: toque bocina. Es aconsejable hacerlo de día y tranquilo porque de noche y sin conocer la ruta puede ser peligroso. Se sube bastante y después empieza a bajar (coquear atenúa los problemas de altura) hasta que termina en ese valle espectacular. Creo que si tuviera que definir lo que es un valle diría tafí: cuando llegás, por más que no vieses ningún cartel sabrías que llegaste. Es perfecta la caída desde las cuatro laderas de las montañas que la rodean. Las casas, grosas casi todas, están orientadas de manera tal que la mayoría de sus ventanas den hacia la parte baja del valle, cosa que la visión sea más placentera. En algún lado habíamos leído de la guadalupe, una especie de hostería en que se podía comer muy bien y a un precio razonable. Llegamos medio de casualidad, por suerte, porque realmente valió la pena. Quedaba cruzando el valle desde la entrada, dejando atrás el centro (en su parte más baja), cuando vuelve a subir, digamos. Una construcción de estilo mexicana con una galería que daba a todo el valle, un jardín hermoso, un aire purísimo, mucha paz. Atendida por sus propios dueños, en los baños había frases anotadas con tiza. Me quedé con esta: "cuántas cosas perdemos por miedo a perder". La petisa se clavó una ensalada que era más grande que ella, mientras los mozos miraban desde adentro y apostaban si llegaría a terminarla. Loyds se castigó con una lasagna de conejo y quesillo de cabra que no tenía desperdicio. Después nos quedamos reposando, disfrutamos del paisaje y la petisa se fue a caminar un rato mientras yo me enteraba que el ciclón había ganado 1 a 0 en su debut en jujuy. Finalmente, pasamos por el centrito, pegamos un queso de cabra casero para llevar y encaramos hacia tucumán, donde pasaríamos nuestra última noche.