Tuesday, August 01, 2006

Humahuaca


Ayer nos quedamos en salta y aprovechamos para ir al boli shopping que abre solamente los fines de semana. Son como doscientos metros sobre la ruta, en las afueras, donde apoyan sobre enormes tablas de madera pilas y pilas de ropa usada, muchas veces de marca y en perfecto estado (algunos dicen que son donaciones hechas para la gente de la región convertidas en negocio). Los precios son irrisorios. Se puede encontrar, por ejemplo, una campera columbia por la módica suma de cincuenta pesos: una bicoca. Pero hay que tener suerte o intuición para la búsqueda. Yo separé algunas prendas para mí y elegí otras para la petisa que le encantaron. Cuñadita también encontró lo suyo y luego de varias horas volvimos contentos al centro de la ciudad, con un par de bolsas cada uno.
Comimos entre la tarde y la noche, luego de revisar nuestro itinerario y decidir hacer noche en salta nuevamente. Humita y tamales con ensalada y vino de la casa (en todos lados sirven domingo hermanos de cafayate, riquísimo). Despedimos a cuñadita que partía de regreso a buenos aires y nos acomodamos en un nuevo hostal, "como en casa", que habíamos divisado el día anterior paseando por ahí y por el mismo precio nos daba baño privado.
Hoy enfilamos derecho a la terminal y tomamos un colectivo a jujuy. En la terminal comimos unas empanadas caseras y en un puesto en la calle compré dos atados de marlboro yanquis originales por cuatro pesos. A los quince minutos combinamos con un bondi a humahuaca, donde estoy ahora. El paisaje del camino es imponente, aparece el sol por primera vez en mi viaje para iluminar los cerros de distintos colores. Y la energía de este lugar es poderosa, sus calles empedradas, sus casitas coloniales, la amabilidad de la gente (doña olga, la señora que nos alberga en su casa, es de película). Recorrimos los edificios históricos, sacamos fotos que ya colgaré y terminamos tomando un café y un submarino acompañados de dulces caseros (cayote y manzana) y queso de cabra.
Después de descansar un rato en el hostal, hago un llamado a un amigo que debería estar acá pero se cruzó conmigo y atraviesa ahora momentos difíciles.
Ahora vamos a caminar con la petisa por estas mágicas callecitas, secundados por los cerros gigantes y una noche abierta repleta de estrellas. Después comeremos algo regional, para no perder la costumbre, y a dormir. Mañana temprano un paseo y seguimos viaje a tilcara.
Por momentos me da la sensación de que estamos en el paraíso.