Thursday, August 10, 2006
Cafayate
En la secundaria tenía un compañero que me hablaba siempre de donde había nacido, de cafayate. Yo siempre me confundía con el calafate y ahora que llegué hasta acá no pude evitar acordarme de él. Muy tranquilo el lugar. Una plaza central con una simpática iglesia, muchos hostales, lugares para comer, un mercado de artesanos muy bonito. Antes de llegar pasamos, cerca de molinos, por la bodega más alta del mundo: colomé. Hace poco tiempo la compró un suizo que tiene bodegas en california, australia, sudáfrica y ahora acá. Probamos un amalaya (malbec) y un estate super premium (bivarietal) acompañados de una tabla de quesos: muy rico todo. El paisaje es gigantesco y este suizo además construyó unas habitaciones de lujo para quedarte por apenas trescientos dólares la noche (será en otra oportunidad). La cuenta vino saladita y la invitó la petisa. El camino hasta cafayate es tan espectacular como la cuesta del obispo. Hay un tramo conocido como la quebrada de las flechas en que pasás entre miles de rocas clavadas en el piso como si hubiesen caído cual meteoritos del cielo. Impactante ir pasando por esos ventanales entre rocas, formando distintas imágenes. En la entrada de la ciudad se comienzan a ver bodegas por todas partes, es la meca de los vinos salteños. Paramos en la bodega más antigua de la provincia: la banda. Se trata de una de las más pequeñas, familiar, con una baja producción y bastante artesanal. Hacen el vino vasija secreta. Nos convidaron unas empanadas, nos explicaron todo el proceso de fermentación, limpieza, añejamiento y envasado y nos permitieron degustar un malbec y un cavernet sauvignon que estaban bastante bien. Por último, visitamos la bodega domingo hermanos. Veníamos tomando su vino a lo largo de todo el viaje, porque en el 99 % de los comedores de jujuy y salta lo sirven como vino de la casa y está muy bien. Producen en grandes cantidades, vino de mesa en damajuanas y distintos varietales en botellas. También tuvimos degustación y queso de cabra. Probamos merlot, malbec y syrah y elegí una botella de éste último para llevar. La hostería que elegimos fue lo de peñalva, al lado de la iglesia, sobre la plaza principal. Apenas vimos la fachada decidimos quedarnos ahí, por un precio muy accesible y con un desayuno exquisito. Lo único malo, las campanadas de la mañana siguiente: olvidamos reparar en eso. Cenamos en lo de olegario, un rancho enorme con muchas mesas y mozos muy atentos: cazuela de cabrito para la petisa (medio flaco le tocó el cabrito) y lomo de conejo a la pimienta (un manjar) con papas para loyds. Fue una estadía muy agradable. Esa mañana nos despedimos de cafayate y de la provincia de salta y partimos hacia tucumán.