Cuando fuimos con la petisa a visitar el mueso arqueológico de alta montaña (maam) en salta capital, nos quedamos, al igual que todos los visitantes creo, con gusto a poco. Es que si bien cuentan toda la historia del descubrimiento de las momias supuestamente mejor conservadas del mundo, muestran fotografías y distintos estudios que les realizaron y hasta exhiben los objetos hallados junto a éstas, nadie puede verlas directamente. Hay distintas explicaciones para la no exhibición de estos increíbles niños congelados, aunque nadie sabe cuál es la verdadera: que las tribus incaicas se opusieron por considerarlo un sacrilegio, que se llevaron las momias de contrabando a estados unidos, que no están dadas las condiciones para su conservación en frío, que están poniendo todo a punto para hacerlo. En fin, lo cierto es que uno se queda con las ganas de ver, tal vez por ese morbo inherente al ser humano de: yo lo vi. El mismo que hace que cuando ocurre un accidente de autos haya una gran cantidad de boludos que pasan despacito tratando de retener alguna imagen de alto impacto. Pero esa es otra cuestión. Lo que quiero contar es que, a la salida del museo, me encontré por casualidad con un libro de visitas, colocado para que los asistentes dejen sus impresiones o sugerencias. En mi afán por leer todo lo que me pasa frente a los ojos y un poco por la sensación de no plenitud anterior, me puse a hojear los mensajes. Y encontré, por ejemplo, éste:
"Me encantó la muestra, una lástima que los fiambres no están exhibidos. Cálidos saludos. Cacho, Don Torcuato, Pcia. Bs. As."
Una genialidad típicamente argenta. La copié en un papel de diario, mientras pensaba que en este país el ingenio popular nunca descansa y la petisa me tironeaba de la mano en dirección a un locutorio.