Wednesday, August 06, 2008

Joe Satriani: el placer de la guitarra

El enorme guitarrista estadounidense volvió a encontrarse con su fiel público argentino en un Estadio Pepsi Music casi completo. Y tanto él como su perfectamente ensamblada banda se lucieron, como de costumbre, brindando una verdadera fiesta.
Ya sin los pelos largos que luciera en sus primeras visitas, Satriani derrochó una vez más su virtuosismo por Buenos Aires, alternando sus ya clásicas guitarras Ibanez de distintos colores, aunque todas ellas brillasen (más allá de su manera de tocarlas) casi tanto como su reluciente calva.
Con la excusa de presentar su último álbum, Professor Satchafunkilus and the Musterion of Rock, el guitarrista de culto apareció en escena apenas diez minutos después de lo anunciado, con los primeros acordes de, precisamente, el primer corte de difusión del nuevo trabajo, I just wanna rock, colando, por única vez en la noche, su voz distorsionada en una canción.
Guarecido en todo momento tras sus anteojos negros e interactuando constantemente con un público que lo adora como a un dios, Satriani volvió a hacer de las suyas en este nuevo concierto instrumental siempre apuntalado en su guitarra, pero acompañado por músicos de fuste como el renombrado bajista Matt Bissonette, que ofreció un solo de casi diez minutos sencillamente maravilloso, y el baterista Jeff Campitelli, que arranca a sus parches un sonido que se complementa a la perfección con ambos y dio cierre al concierto con otro solo igual de impresionante.
Mientras tanto, el pelado toca, juega, se divierte con la gente, sigue tocando. A puro dedo, con la púa en la boca, invierte la posición de sus manos, toca con los dientes, señala hacia arriba como si fuera un enviado del cielo, habla con el público, lo hace cantar, le pide palmas, bromea con los integrantes de la banda, ensaya sus clásicos saltitos sobre el escenario y mantiene la boca entreabierta como es su costumbre, disfrutando cada nota. Pero casi nunca deja de tocar, en las dos horas y media que dura el espectáculo plagado de rutilantes luces e imponentes imágenes en una pantalla gigante.
Es un placer verlo transpirar sacando de sus guitarras los sonidos más increíbles, aún para quienes no son amantes incondicionales del instrumento. Y se suceden en el escenario, casi sin interrupciones, viejos y nuevos temas, pertenecientes tanto a su último álbum como a otros anteriores, como Super Colossal, Time Machine, The Extremist. Su público, de parabienes, canta, baila, hace que toca su propia guitarra imaginaria con las manos, aplaude a rabiar (tanto a Satriani como a cada uno de sus músicos cuando son presentados) y despide el impecable final del concierto con los puños en alto, hasta la próxima oportunidad.

(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)