A fines de julio Los Tipitos se presentaron en La Trastienda ante un público nutrido y familiar, precedidos por la banda chilena Cabaretta. El grupo formado en Mar del Plata abrió un show muy cálido con Tan Real, de su último disco homónimo, seguida por la clásica Sábados Blancos y otras dos canciones nuevas: Corazón Delator y Gatillo (de gran final, pogo incluido), que encontraron a un inspirado Walter Piancioli (que dijo estar afónico aunque casi no se notó) paseándose entre la guitarra y los teclados.
Vuelta a los clásicos, llegó la hora de Para Entender y la gran Silencio, con su bella base de piano, las dos incluidas en el álbum Armando Camaleón (2004) y en ese fantástico cd que es Tipitorex Vivo (2006). Y cerraron la primera parte antes del intervalo con otra canción nueva: Vivelo.
Después de la pausa, retomaron con un lento precioso tocado en forma acústica: En la Vida, con el baterista Pablo Tévez tocando la guitarra y un activo Federico Bugallo (que nunca dejó de interactuar con el público) a cargo de un bajo cuadrado y muy pintoresco. De regreso al formato eléctrico, interpretaron Camaleón, de gran contenido social, cantada a cuatro voces en forma casi impecable, sucedida primero por Te Vas y luego por Rap (de su primer disco), muy celebrada, en la que se alternaron uno por uno en el canto (algo difícil de ver en una banda de rock) y sin que decaiga la alta tensión del tema.
En el último tramo fue escalando el fervor de la gente, que concurrió con ánimo de bailar, saltar y hacer pogo frente al centro del escenario. Sobre todo al llegar las clásicas En el Cielo y El Pasillo Mágico (gran teclado de Piancioli), incluidas también en Tipitorex. Le siguieron El Poli y Basta Para Mí, ambas del tercer disco Cocrouchis (1999) y Trip, del cd siguiente: Vintage (2001).
Al momento del final, con un Raúl Rufino muy ajustado en el canto, hicieron Flor Negra, corte de difusión del último disco y la gran Campanas en la Noche, con esa bellísima letra de amor (...No existe el olvido...). El epílogo del show encontró a los cuatro entrañables músicos sumergidos en una ovación, dejando que las manos de los espectadores tocaran sus instrumentos. Fue una verdadera fiesta, plagada de energía y de canciones muy pegadizas, que hizo que el público se retirara muy satisfecho.
(publicado en www.ocioenbsas.com.ar)