Tan sólo cinco de ellos emergerán victoriosos del campo de batalla. El capitán Llach está confiado luego de la escandalosa paliza que propináramos a la gente de Boedo en la jornada pasada. Pero sabido es que cada clásico es un partido aparte y hay que ganarlo en la cancha. Exhorto, pues, a mis compañeros a no dormirse en los laureles.
Más teniendo en cuenta que las huestes del barrio sanlorencista se han encargado en la semana de conmover el mercado de pases, logrando incorporaciones no poco rutilantes. Así es, amigos, han inscripto cablegráficamente al dragón, hermano menor del gran Casas, quien, según tareas de inteligencia practicadas por los espías de nuestro cuerpo técnico, no solamente duplicaría el enorme talento del poeta emblema de la contra, sino que también sería portador de un bravo carácter.
Con esto no quiero ser alarmista. Confío ciegamente en nuestras fuerzas. Pero el gran capitán fue respondido públicamente, desafiado diría, por la restante incorporación, emuladora, según me han dicho, de ciertas reprobables prácticas del legendario Estudiantes de Zubeldía. Y por ello, más que nunca, cada uno de nosotros deberá estar a la altura de las circunstancias y dejar en lo más elevado la casaca Florida.
Lo que sí, y aquí espero que ganemos todos, auguro una jornada en paz, una verdadera celebración. No dejemos que esos pocos violentos agitadores que han venido amenazándose mutuamente por internet empañen lo que no debe ser más que una fiesta deportiva.
Señores, traigan copas que vino sobra.