El Chacarerean Teatre fue abierto en el año 2003 sobre lo que era antiguamente una carpintería, en pleno barrio de Palermo Hollywood, por los actores Mauricio Dayub y Gabriel Goity, que junto a otros dos socios conforman la productora Sin contactos. Manteniendo la estructura original, de líneas simples, con una pared entera con ladrillo a la vista, el sitio, dispuesto en distintas mesas orientadas hacia el escenario, ofrece picadas acompañadas de pan de campo, empanadas caseras y choripanes (una pena que ya no tengan el delicioso locro que servían antaño) y bebidas, todo a precio muy accesible. Sumado ello a la calidad de la obra interpretada por Mauricio Dayub con dirección de Luis Romero, tornan en una opción muy válida la de acercarse un sábado a la noche a ver 4 Jinetes Apocalípticos, autoría de José Pablo Feinmann.
La puesta, monologada con maestría por Dayub, se divide, como su título lo sugiere, en cuatro partes, apocalípticas todas ellas.
Al inicio, un hombre llega a su casa y se encuentra con que su hijo de 19 años se ha amasijado con su propio revólver, justo en momentos en que lo han despedido de su trabajo y su mujer lo ha abandonado para irse a Miami con su mejor amigo. Sobre este escenario tragicómico, el actor navega histriónicamente sobre el exquisito texto de Feinmann y logra momentos patéticos, desopilantes, que hacen que su audiencia se destornille de la risa. Dayub interpreta, además y sin solución de continuidad (un asistente lo ayuda a cambiarse rápidamente en escena), a la mujer y hasta hace las voces de un discurso político y de un genial zapping televisivo, en esta suerte de apocalipsis de la familia.
El segundo cuadro, posiblemente el más destacado, tiene como protagonista a un abogado acomodado cuya representación es sencillamente perfecta. El lego va contando al público una reunión de ex alumnos del colegio, haciendo las voces de cada uno, consiguiendo por momentos dar la sensación de que hubiera varios actores en escena. El texto, en esta parte, parodia hasta el límite de lo posible las distintas vertientes filosóficas y creencias religiosas, y lo hace en forma muy lograda: se mueve Feinmann en un terreno peligroso y lo hace con soltura y sin medias tintas, con agudeza de filósofo y con la capacidad que sólo él posee de adaptar las teorías de los grandes pensadores al aquí y el ahora. Es el apocalipsis de los sueños.
Quizá la tercera parte no resulte tan sólida. Allí encontramos a un maestro de actuación asexuado que contesta el interrogatorio de un oficial de policía a través de su portero eléctrico. También vemos al dúctil Dayub encarnando muy cómicamente a una especie de capo mafia y a su mayordomo. Se burla aquí, el autor, de la formación de estereotipos tales como la lucha de clases, la violencia y la opresión, en el marco de un banquete macabro que oficia como una especie de apocalipsis del amo y del amor.
Cierra la velada un hombre de negocios situado en una de las torres gemelas, precisamente el 11 de septiembre de 2001. Aquí se retrata el apocalipsis del imperio. El texto, manejado con presteza por Dayub, caricaturiza el liberalismo económico de Adam Smith, la política exterior estadounidense, la invasión a Irak y hasta echa un manto de duda sobre la versión oficial del propio atentado.
El apocalipsis de la obra, como es de imaginar, es estruendoso y acompañado de una cerrada ovación que un público muy satisfecho le brinda al multifacético actor, muy bien dirigido por Romero: es que ambos, apoyados en un texto punzante y repleto de humor inteligente, logran que Dayub, en solitario, parezca muchos intérpretes distintos, y todos de calidad.
(publicado en http://www.ocioenbsas.com.ar/)