Thursday, November 08, 2007
Santander no es sólo un banco
Nuestro último día en auto nos lo tomamos con calma. Arrancamos casi al mediodía, me despedí muy agradecido de mis anfitriones Rafa y María y encaramos para Comillas, para verlo de día y sacar algunas fotos. Después seguimos hacia San Vicente de la Barquera, un pequeño puerto lleno de barquitos, justo en medio de una bahía atravesada por un puente fantástico. A Sarita se le ocurrió que si conteníamos la respiración a lo largo de todo el cruce sobre el puente podíamos pedir un deseo que se cumpliría. Así que nos concentramos los dos y lo logramos, aunque llegamos al otro extremo casi ahogados. Yo pedí algo muy lindo, ojalá que se me cumpla. Camino a este puerto pasamos por la playa la gerra, donde pude ver las mejores olas del viaje y una multitud de surfistas uno al lado del otro. Mis ganas de surfear ya eran incontenibles, por suerte falta poco para irme en diciembre unos días a mar del plata o en enero a rosa a visitar a mi broder mati y ioio loco. En fin, seguimos de viaje hasta Santander, donde visitamos el palacio de la magdalena, ex residencia de verano de Alfonso XIII, último rey antes de la guerra civil. El edificio, de 1908, es imponente y está enmarcado en la punta de una especie de península que domina la ciudad y sus playas aledañas. Está rodeado de jardines donde jugaban los hijos del rey y las caballerizas, donde ahora funciona un hotel del carajo, están a dos pasos del mar. Caminamos desde ahí por todo el paseo marítimo hasta la mega casa del señor Botín, dueño del Banco de Santander, y luego hacia abajo, pasando por el casino y hasta el sardinero, que es el estadio del Racing de Santander, que esa misma tarde jugaba contra el Español de Barcelona. Luego devolvimos el auto y nos fuimos a comer algo a un barcito al lado de la estación, donde estaban pasando el partido por la tele. Al rato estábamos rodeados de viejitos que comentaban cada jugada, siempre a favor del Racing, y que eran un espectáculo. Lo que me divertí escuchándolos hablar: creo que las ciudades se conocen perdiéndote y, sobre todo, observando y oyendo hablar a la gente de ahí. Mientras Sarita esperaba el bondi que la devolviera a Madrid yo, que había decidido continuar solo hasta Asturias, fui a sacar un pasaje a Gijón. Pero como era domingo de fin de semana largo estaban agotados, así que compré uno para la mañana siguiente y salí en busca de alguna pensión baratita. Encontré una a pocas cuadras, dejé mis cosas y volví donde Sarita, que charlaba animadamente con los parroquianos. El Racing ganaba 1 a 0, pero en el último segundo les cobraron un penal en contra inexistente y les empataron. Los pobres viejos se querían morir, pero bueno, así es el fútbol. La acompañé a Sarita hasta el andén, le agradecí por esos días maravillosos y nos despedimos. Mi viaje continuaba. Viajar solo tiene mucho encanto, siempre me gustó, aunque a veces el marulo te puede traicionar. Me caminé todo el centro de la ciudad, pasé por la sede central del Banco Santander (donde empezó el mega imperio) y me interné en las calles de atrás, repletas de barcitos y restoranes. Encontré uno, de unos australianos que vendían cerveza foster, con una pizarra que decía: Barca - Betis, durante el partido cerveza a 1 euro. Me instalé, me tomé unas cuantas birras mientras Ronaldinho clavaba dos golazos de tiro libre y después me quedé mirando un video de surf extraordinario que pusieron. Cuando terminó volví caminando hasta mi humilde pensión y me fui durmiendo de a poco mientras el loco Gatti comentaba en televisión española los partidos de la jornada. Al otro día tenía que madrugar.