De pronto creí volver a la casa. Había un colectivo estacionado en la puerta. Tenía el frente todo chocado y salía humo de su motor. Me acerqué y ví que Juancho bajaba del bondi envuelto en una bandera pintada con aerosol. Unos viejitas ricoteros pintaban el colectivo con pintura naranja, mientras otro, con mis zapatillas puestas, escribía: “Ultimo bondi a...” en uno de los costados.
Hola pibe, tu amigo cumplió y trajo vino, sentí que me decían. Me di vuelta y lo vi al viejo tirado sobre la tabla de Jota, tomando de un tetra. Ahora todo está más claro, agregó. Pensé que me volvía loco, no podía ser. Cerré los ojos. Estaba a punto de gritar, pero alguien se me adelantó.
¡Guarda loco!, escuché, y sentí un sacudón. Abrí un ojo, y vi como las dos fuertes luces de un colectivo recorrían el interior del auto acercándose cada vez más, hasta perderse por detrás nuestro. Frenamos. El turco empezó a putear y reputear al chofer del bondi, mientras trataba de bajar del auto. Yo le dije: seguí loco, que se hace tarde. Los demás me apoyaron y entre todos logramos calmarlo.
Puso primera y arrancó despacio, rezongando. Subió el volumen de la radio: "el infierno está encantado o o or, esta noche está encantado o o o, el infierno está embriagado o o or, tu infierno está encantadoooo, ¡esta noche!".