Los diarios deplegados en el piso
servían para aprender a mear.
Me casé por plata y ahora
juego al fútbol con mi amante empobrecida.
Ella hace goles sin parar,
me sustrae del encierro,
del tedio bien pasado.
La negra comeculos y yo:
ni se lo imaginaban.
El viejo de la gorrita
mira los números de la quiniela, apoya
la birome en el vidrio horizontal.
Una librería, un divorcio improbable.
No fumes tanto que roncás.
La rabia de matar te saca
la cadena de las manos,
de la cabeza.
Bajás al papel, a la pantalla
y te quemás los ojos.
Estás mucho más gordo que antes.
Parecía un año de mierda pero al final:
quién te ha visto y quién
no te vio nunca.