La playa y la computadora me resultan bastante incompatibles. Es por eso que hasta hoy día me mantuve alejado del ordenador. Mis esporádicos accesos a la net estuvieron vinculados a ubicar vía mail a algún amigo perdido por estas costas o a chequear algún secret spot (léase lugar con olas no muy conocido).
Finalmente recaí en el lugar perfecto, donde uno puede hasta navegar por la red con las patitas en la arena. De no creer. Estamos con la petisa parando en la casa de una hippie empedernida amante del yoga, que queda en un morro sobre la praia misma. Y en el medio de la playa, un kía clavó varias máquinas en una choza con piso de arena. Resulta que caminando hacia acá, con las olas golpeándome los talones, me lo cruzo a este chabón de internet paseando el perro. Le digo: estoy yendo para allá. Me dice: bueno, vamos, como no había nadie salí a caminar con el cao. De película. Así es que me decidí a rescatar del ostracismo a este blog abandonado por vacaciones.
Pero empecemos por el principio. Antes que nada, es justo decir que Gol líneas aéreas inteligentes más que gol es un golazo. Por unos morlacos mais que un pasaje en bondi con choferes que duermen menos que una abuela insomne, uno puede llegar a destino, en lugar de en 27 horas, en una con cuarenta y cinco, un lujo total. La petisa se jugó y me fue a esperar al aeropuerto, gratísima sorpresa. Y el chalé que clavaron mis suegros inmejorable: living comedor al aire libre, en una especie de galería sobre un deck de madera todo con vista al mar y equipado con ventiladores, parrilla y hamacas paraguayas. Bajar a la playa no te lleva más de cinco minutos. Mi único problema: la playa no tiene olas.
Después de comer algo y ponernos al día con la petisa, a dormir, cada uno por su lado, los nenes con los nenes, las nenas con las nenas. El turco garpa todo, e imagino que por más buena onda que tenga con el novio de la nena, no está en sus planes escuchar a través de las paredes cómo se la curte. Muy lógico. Me toca con johna, el hermano más chico, la mejor con el pibe, aunque días más tarde me dará una enorme paliza en los courts tenísticos de la zona.
Al día siguiente ya me empiezan a dar de lastrar como si fuera el último día. Cómo le gusta la morfi a esta gente, casi tanto como a mí. Un verdadero placer. El turco y cris (mis suegros) son amantes de las delicattessen, igual que eu. Otro día haré un repaso de los distintos manjares con que nos rompimos la boca todos estos días. Cuestión que después de un rato en la playa de abajo de la casa encaro el morro y cruzo a la parte brava, donde están las olas. Petisa y hermanita vienen conmigo. Empinado el morro, hay que patear de lo lindo, pero finalmente llega la diversión. Pego altas ondas un buen rato, casi hasta que se hace de noche, y salgo con los dedos arrugados en busca de una birrinha. Esto es vida. De vuelta a la casa, el turco nos recibe con unos spaghetti con camaraos que son la muerte. Parece que estoy en el edén, y esto es solo el comienzo...