Me siento a escribir un poco más y una lagartija pasa caminando velozmente sobre la pared. Hoy fue el mejor mar de la temporada, al menos hasta ahora. De mañana con ratactor nos pegamos altísimaaas. Derechas, izquierdas, para todos los gustos. En el agua, menos de diez locales. Un orgasmo prolongado. Creo que me enamoré de este lugar, tranquilamente podría vivir aquí.
Pero antes que nada volvamos adonde había dejado. Al segundo día de haber llegado se me acerca el turco en la praia y me tira esta: loichi (versión cariñosa de loyds), cuando quieran ir a alguna playa con olas agarran el auto y listo, no hay ningún problema. Para qué. A partir de ahí fuimos cayendo uno a uno en casi todos los points de la ilha. Mole, joaquinha, brava, santinho, uno mejor que el otro. La petisa pegó pranchon, traje y hasta botitas, todo usado y por una bicoca.
El carro del turco, una maravilla deslizándose por los morros. Y cada vez que volvemos, a fin de tarde, salmón rosado, camaraos, rabas y otras delicias de mar esperándonos sobre la mesa, siempre regadas con cerveja gelata, champú o caipirinha. Como se ve, la estoy pasando más o menos.
Mientras intento seguir escribiendo, ratactor y chica hablan, cantan, bardean con tal de desconcentrarme. Tienen hambre y me están pasando a buscar para ir a morfar algún petisco. Me voy con ellos porque sino se fuman todo el del camino.