Lìrica. Ya no es ninguna excentricidad entrar en un bar a tomar una copa y encontrarse con un recital de poesía. Sean planeados, oficiales o espontáneos, los artistas tienen contados lugares en la capital donde poner a prueba lo que han escrito ante la audiencia más variopinta. Les contamos dónde.
Por Silvia Grijalba
La rigidez de las normativas municipales ha sido un acicate para la poesía. No, no se trata del tópico tan manido de que la censura aguza el ingenio, ni es una epidemia de poetas satíricos que se lanzan a hacer rimas sobre la rigidez/ridiculez de prohibir la música (bajita) en los bares mientras el camión de la basura sigue sin estar insonorizado y despertaría a cualquier bella durmiente.
No, resulta que como ya no se puede hacer casi nada en los bares, pues los poetas e incluso los escritores de prosa empiezan a tomarlos y a organizar lecturas, jam sessions poéticas, improvisaciones que, de momento, no está prohibido. Toda la vida ha habido recitales poéticos en los bares. Pero normalmente era en cafés y el escritor o incluso escritora ponía una voz lo más engolada posible, y los espectadores la cara de más interés que les quedaba en ese momento.
Ahora, en el Bukowski, en El Bandido Doblemente Armado, en el Lola Bar o en el Espacio Le Crew, la cosa es distinta. Los poetas tienen más pinta de motoristas y todo es mucho menos impostado, que no quiere decir poco profundo.
Por ejemplo, en el Bukowski Bar, su dueño, Carlos Salem (escritor), ha apostado por aplicar a la poesía un elemento inherente al jazz, las jam sessions. Todos los miércoles, él ofrece su escenario y su musa (un maniquí de nombre Jennifer) para la Jam de poesía.
15 minutos.
El artista en cuestión lee su poesía, el bar escucha con absoluto respeto, termina, se baja y pasa el siguiente. Normalmente leen 15 o 20, alguno más de los que los domingos participan en las Jam de relatos.
Entre los próximos proyectos de este bar está el de un colectivo formado por el propio Salem y los escritores Luis Boullosa, Gonzalo Torrente Malvido y Daniel Herrera, que se llama Ladrones de Gallinas, recitales de narrativa abigea. Harán relatos monográficos. Comienzan con Va a ser lo mejor para los dos, sobre dejar y ser dejado.
Ésta es sólo una parte de las actividades de este bar, donde también hay presentaciones de libros, se proyectan cortos y algunos domingos dan de comer por la cara (gratis).
Muy cerca de allí, está El Bandido Doblemente Armado. Un café-librería donde también es habitual que haya presentaciones de libros y en el que los martes se celebran Los Bandidos Mudos, una iniciativa del poeta Loyds y la editorial Salto de Página por la que, además de autores de esta editorial, se acercan por allí en los martes alternos autores que quieren leer sus creaciones.
En este caso no se trata de jam sessions, no es algo improvisado, sino que se anuncia con antelación. Estos martes mudos son parte de las actividades del Bandido que, como suele ocurrir en muchos de estos locales, están dirigidas por otro escritor, Diego Pita. Hoy mismo, a partir de las 21.30 horas, se presenta una Antología Poética del Imperio Inca, en edición bilingüe -quechua y castellano-, con una lectura del poeta Leo Zelada, una performance de Paula Noviel y música interpretada por Tupac Peralta.
En Colmenar
Siguiendo la estela del Bandido Doblemente Armado y abandonando el lugar de bar de copas que tenían hasta hace unos meses, Amargord, ha dejado el centro de Madrid para irse a Colmenar Viejo. En el bar de Amargord de Lavapiés, durante años, las lecturas poéticas y sobre psiconáutica eran una costumbre. Cerraron el local y ahora, a partir del 10 de noviembre, reanudan la agitación cultural en una librería especializada en literatura infantil, poesía y viajes interiores, que se llamará Kukudrulu y en la que darán salida, claro, a los autores de su editorial, Amargord. En la inauguración, recitarán Paco Sevilla, Óscar Aguado, Rodrigo Galarza, Marta López Vilar. Les acompañará al piano Orlys Pineda.
Entre los bares que se han incorporado recientemente a mezclar en público poesía y bebida, está el Lola Bar. En este local la actividad cultural siempre ha estado presente. Hasta hace poco proyectaban cortometrajes. Pero ahora han ampliado su oferta con una programación estable de lecturas de autores, muchos de ellos latinoamericanos. O el espacio Le Crew, que también ofrece recitales de poesía multimedia, con música vídeo.