Saturday, October 11, 2008
La tregua
Sumergido en profundas cavilaciones, Otto viaja en piloto automático. En el fondo las voces de los niños se disuelven entre el sonido ambiente y una música ininteligible. La mirada perdida de Otto busca respuestas en las líneas blancas de la panamericana. ¿En qué se acerca y en qué se diferencia la noción de distanciamiento de Brecht de la noción de extrañamiento de Shklovski? ¿Será que soy demasiado bueno y ellas se dan cuenta? Las dos son difíciles, más para un tramo tan corto y con poco tráfico. Las voces comienzan a apagarse. El auto recalienta, está pidiendo un cambio, en ambos sentidos literales de la palabra. El capitán Otto, en el espacio. Como el sordo pancho, que nadie sabía que era sordo. Ni pancho. Uó o o o ó, uó o o o ó. Esa música que a veces nos trae de vuelta. Suena. O satura. O las dos cosas. O son coros. Uó o o o ó, uó o o o ó. Hay algo más allá de las cosas, del viaje, algo que también canta. No esperes nada de mí, no esperes nada de mí. El ritmo es pegadizo, la canción invita, aunque digan que la música disco murió en los '80. Uó o o o ó, uó o o o ó. Otto sale poco a poco de su letargo, sus dedos tamborilean sobre el volante. El acompañamiento no está mal tampoco. Entonces mira por el espejo retrovisor y lo ve. Al niño sexto sentido, cantando a los gritos: microdancing, microdancing. Y los dos sonríen.