Wednesday, February 14, 2007
Bienvenido a madrí
Bueno, parece que de a poquito me voy acomodando. Mucho cambio junto, no es fácil, al menos para mí. Después de una semana plagada de despedidas de todo grupo y factor, el jueves pasado llegué a ezeiza acompañado de la petisa. Madder ya estaba ahí, por supuesto. La gente de Lan bochó una de mis dos valijas, la que contenía toda mi ropa abrigada, aquella destinada a combatir el frío invierno europeo. El exceso de equipaje representaba algo así como cuatrocientos cincuenta dólares. Hice plop como su personaje condorito y, con la ayuda de mis dos mujeres, armamos una suerte de pot pourrí entre ambas valijas, aunque un poco a las apuradas, lo cual hace que cada vez que necesite algo, ups, quedó en la otra valija, la que no ha venido. El resto lo solucioné con varios bolsos de mano y una percha con funda, donde la petisa metió tantas cosas que le faltó meterse ella nomás. Al subir al avión parecía un espantapájaros. La madder me despidió colocándome una pulsera con la bandera argentina en la muñeca derecha y alentándome a que siga mis sueños, a que viva mi historia personal, a que escriba mi propia vida. La petisa me abrazó tan fuerte que todavía lo siento. Ojalá venga conmigo. Con tanta despedida casi pierdo el vuelo, vinieron a rescatarme a migraciones, era el último pasajero y me estaban por dejar. Finalmente llegué corriendo al colectivito ese que te lleva al avión. El tramo buenos aires - santiago iba casi vacío así que no hubo problemas con mis bultos. Pero desde ahí a madrid iba de bote a bote, y lo peor fue que en la sala de preembarque había un pequeño espacio con las medidas máximas permitidas para un bolso de mano: obvio es decir que ninguno de los cuatro que yo llevaba cabía dentro de estas medidas. En fin, me mezclé entre la gente, como clark kent, me mandé y pasé con todos mis petates. Recién entonces pude relajarme. Me sirvieron un salmón rosado espectacular, pedí una copa con vino blanco y me colgué viendo el ilusionista, una película muy interesante, más que nada por edward norton que para mí la rompe. Después me dormí. Volví a abrir los ojos con el desayuno, un omelette de queso, café y jugo de naranja. A los pocos minutos comenzaría nuestro descenso al aeropuerto de barajas. Aterrizamos en la terminal 4, la nueva, cuyo estacionamiento fue volado por eta hace más o menos un mes. Migraciones fue una papa, vieron mi visa de estudios y no me preguntaron nada. Barajas es como una pequeña ciudad, para llegar a la cinta de las valijas hasta tuvimos que tomarnos un tren. Cargué todo arriba de un carro y salí. Ahí estaba mi broder alex, ese amigo del alma, con los brazos abiertos y una enorme sonrisa puesta en la cara. Bienvenido a madrí, me dijo.