Wednesday, September 13, 2006

En guardia: in progress

"Otra vez la pelota está en el aire y las voces de los chicos se mezclan en exclamaciones, gritos y comentarios. Nuestro personaje no los escucha. Sigue mirando a la chica y por momentos recuerda la presencia de las mujeres en el banco de al lado y también las mira, aunque por unos pocos segundos, sólo para comprobar que continúan absortas en su conversación. El resto de la plaza ya no tiene ninguna importancia para él. Ni la gente que fluye ni el policía ni el tipo de la silla de ruedas que aparece, de vez en cuando, por detrás de la base del monumento, pidiendo, significan algo para nuestro personaje. Es evidente que la chica ha concentrado toda su atención. Observa cómo, cuando ella levanta los brazos para golpear la pelota, su espalda se arquea y muestra una V perfecta que va de sus hombros a su estrecha cintura. De atrás, piensa, ya es una mujer; y está armando en su mente la última palabra de ese pensamiento cuando, por tercera vez, ve que la pelota -que ha vuelto a sobrar a la chica- se dirige hacia él. Esta vez la pelota cae mansamente en sus manos y nuestro personaje -que ha lanzado el cigarrillo casi consumido hacia un costado- se la lleva al pecho, a la espera de que la chica vuelva a avanzar para pedírsela. Pero la chica da sólo dos pasos y se detiene. Los chicos también se adelantan un poco, hasta donde está ella, y todos miran al hombre del chambergo gris que retiene, inexplicablemente, la pelota. Si este breve relato fuera llevado al cine, en este preciso momento el director debería eliminar la música y, además, el sonido ambiente; debería mostrar en un plano general a nuestro personaje y a los chicos y, de fondo, el movimiento de los peatones y las palomas en un ir y venir completamente sordo. Podría incluir, tal vez, un primer plano del rostro de la chica -asombrada- y otro, unos segundos después, que mostrara la cara arrugada del viejo en una inquietante expresión de felicidad. Podría mostrar, rápido, también en un plano corto, la pelota, y después, volviendo al plano general, a los otros chicos y, más lejos, a las madres. Quizá sería conveniente que la chica se adelantara un poco más hacia el viejo, despacio, y le pidiera la pelota alargando uno de sus brazos con la palma de la mano vuelta hacia arriba y abierta. '¿Me la devuelve?', le podría preguntar, tímida, la chica; y estas palabras se recortarían claramente en el silencio que ha invadido, unos segundos antes, la sala del cine. En este punto el director debería liberar la reserva más creativa de su imaginación: podría ensayar varios finales e incluso mostrarlos a todos en una sucesión algo caótica de imágenes, como una manera de representar la confusión en el pensamiento del tipo del chambergo gris, y, también, el carácter imprevisible de los acontecimientos. Un primer final podría mostrar al viejo devolviendo la pelota sin decir nada, simplemente estirando el brazo hacia la chica que la agarrará casi de un zarpazo y retrocederá, con sus amigos, otra vez hacia el cantero, pero ahora alejándose un poco más de nuestro personaje, que la seguirá con la vista mientras busca y enciende, sin apuro, su tercer cigarrillo. Un segundo final podría mostrar al tipo del chambergo gris, sonriente. Un tercer final podría incluir un breve diálogo entre el viejo y la chica, en el que el viejo le dice que le devolverá la pelota sólo si ella accede a darle un beso; en este caso una de las madres intuye lo que está pasando y se levanta y lo encara al viejo, que le dice que no se meta, que está hablando con la chica, y todo desemboca en una lamentable discusión callejera con la mujer llamando a gritos al policía y el tipo de la silla de ruedas asomándose por detrás del monumento para ver qué pasa. Otro final, el cuarto, podría mostrar al viejo levantándose y yéndose con la pelota debajo del brazo, sin atender a las protestas de la chica y de sus compañeros. El quinto y último final podría ser algo más truculento: el viejo se levanta de golpe y en su mano reluce la hoja de un cuchillo que debió traer debajo del sobretodo; dos palomas espantadas elevándose torpemente y un pequeño charco de sangre que va creciendo serían las últimas imágenes de esta versión. Todo sería posible, querido lector, en el caso de que nuestro relato fuera llevado al cine. Pero sólo estamos haciendo literatura, y hace ya algunos segundos que terminaron los diez minutos establecidos para la narración."


(Fragmento arbitrariamente escogido por superloyds del cuento "diez minutos", de hernán arias. El cuento forma parte de la antología "la joven guardia", editada por grupo editorial norma en el año 2005, con selección y prólogo de maximiliano tomas)