Friday, July 28, 2006
Un campo de pasto
El sábado fuimos a cañuelas. Funes se había encargado de averiguar cómo llegar y hasta la historia de la ciudad, pero al final entramos todos en los autos. Aunque imaginaba que la resaca atentaría contra la asistencia de los invitados, la necesidad de purificación orgánica hizo que uno a uno fueran arribando a la granja de rehabilitación la agustina. Necesito un pancho ya, en este instante, rugió mi copiloto. Temiendo que saltase a mi yugular opté por contemplar sus antojos y seguir el viaje en paz y tranquilidad. Llegamos y el hogar ya estaba prendido. Costó un poco hacer el fuego para el asado porque el viento soplaba lindo. Finalmente, lo logré. Mientras tanto, los comensales disfrutaban a sus anchas de cuatro puntos cardinales plagados de pasto y horizonte. El remisero se reveló como un gran gourmet vegetal. Ignacio vivió su propia aventura sin que nadie lo viera. El látigo dio cátedra de BT frente a sus vástagos. Maradonati demostró que debió haber ido a alemania. El arquero absoluto me relevó frente a la parrilla luego de incendiar carne y achuras y terminó deleitándonos a todos, incluso a la perra desacatada. PP se refugió en sí misma y, el condimento tierno de la tarde: copo de nieve encontró una nueva amiguita. Desconección absoluta, relax, un placer. Ojalá se repita.