Siguen volando los blogs en la ciudad de la furia. Pero una pequeña aldea aún resiste...
Mientras tanto, en la sastrería de la furia, nada está en calma. La semana pasada no tuve tiempo ni de rajarme un pedo. Y el fin de semana fumé una porquería que me dejó tirado sin poder escribir, ni siquiera pensar. Con decir que me olvidé los botines abandonados en el medio de la cancha después de jugar a la pelota... Dios mío.
¿Adónde nos habíamos quedado? Ah, sí, sí, 24 de marzo, flamante feriado: creo que cada uno debe llorar a sus muertos como quiere, o como puede. Yo particularmente no necesitaba una fecha alusiva ni ir a una marcha para hacerlo. Tata, caco y bochi sabrán entender, porque los recuerdo permanentemente.
En fin, con la petisa decidimos escapar de la vorágine, atamos nuestras pranchas al techo del buscapanner y encaramos la ruta 2. Previa parada parrillera a la altura de dolores, llegamos a la feliz a eso de las cuatro de la matina. Dormimos lindo y al mediodía caímos en waikiki, traje largo y olas chicas pero gorditas, muy divertidas. Al salir, la última milanga y una birra con fetiche, que apareció a nuestro encuentro. Para fin de tarde, larga mateada con tortas varias en lo del amigo inix. La desilusión: el lobo empatándole al casla en el último minuto.
Esa noche de viernes arreglamos con mi broder cucatrap (galeno de familia residente en marpla) para salir a comer. La idea era ponernos al día y conocer a su nueva novia: marina (excelente nombre para haber nacido en mar del plata). Fuimos a dei fiori, ristorante italiano de mariscos recomendado por el turco. La novia nueva tiene toda la onda. Los penne rigatte con crema de camarones que compartimos con cucatrap eran espectaculares. Las chicas eligieron unos crêpes de verdura. Mala elección para marina en la primera noche con nosotros. Un gigantesco pedazo de verdura le quedó incrustado entre las dos paletas. Así habló toda la noche, mientras la petisa y yo esperábamos que su novio la rescatara, para no incomodarla nosotros que acabábamos de conocerla. Pero cucatrap es, probablemente, uno de los tipos más colgados del mundo, y pareció no darse cuenta de nada. Cuando nos separamos de ellos, nos miramos con la petisa y casi al unísono nos dijimos: "viste, pobre, el verde que tenía..." (largas risas). Muy gracioso.
El sábado, waikiki again, las olas seguían estando ahí. La petisa tuvo dificultades pero yo, en cambio, me cansé de agarrar olitas y la pasé de lujo. En el agua me encontré con el hermano de mi mejor amigo de la primaria, muy loca la casualidad. Después nos instalamos en el mirador y nos clavamos unas rabas con fritas y birra tremendas. Me acuerdo y me duele la panza. Nos rompimos la boca comiendo y, una vez en el derpa, tiempo muerto, siestón hasta la 1 y arriba otra vez. Fuimos al casino: error fatal. Me pelaron en diez minutos, cuatro bolas a la rula y no me quedaba una sola pluma. Ahogamos nuestras penas en un helado de gianelli y nos fuimos a dormir.
Las olas que había el domingo no se podían creer. Más al sur, por chapa, en los hoteles, rompía una derecha indonesiana total. En mi vida había visto tan altas ondas en marpla, no acreditaba. Me metí corriendo al agua, ansioso, pero ese no sería mi día. Más torpe que de costumbre, fui una especie de antihéroe acuático. Las olas eran buenísimas, el surfista horrible. No me salió una bien, me di unos cuantos golpes y pegué unas pocas respetables. Los tablones y la nueva moda de los mini kayaks, además, contribuyeron a dificultarme las cosas. Una lástima no haber podido (o sabido) aprovechar un mar tan clásico y marcado. Cuando salimos, con la petisa hicimos un revival en la fábrica de churros y nos plantamos en un acantilado a mirar el atardecer con la boca llena de dulce de leche. Después pasamos por el bosque a despedirnos de la galera marplatense, ordenamos el depto y encaramos la ruta de regreso.
Fue una escapada espectacular. Tres días de olas, dos de sol, playa, amigos, buena comida. Un verdadero placer. Ideal para encarar la semanita que me esperaba...