Friday, September 28, 2007
Barcelona era una fiesta
No pude haber elegido mejor momento para ir a Barcelona. Un poco descocado pero satisfecho, me subí al bondi en Avenida de América y dormí las siete horas y media que duró el viaje. Asiento de dos hasta Zaragoza, donde una vieja invasiva se sentó encima de mis piernas dormidas sin siquiera avisar. Desperté a la entrada de Barcelona y ya noté una ciudad mucho más bella que la última vez. Hace unos cinco años con pequeño oko encontramos un lugar mucho más yonqui, con gente medio ida gritando, pidiendo plata y tirada por las calles. La Plaza Real, por ejemplo, era más bien un reino de camellos y adictos (ahora es una maravilla) y perderte en el barrio gótico podía no ser muy aconsejable. Pero actualmente es un placer, pasé la mitad del tiempo dejándome absorber por esas calles laberínticas, mirando hacia arriba, los balcones y las cúpulas, encontrando una postal en cada esquina, sacando fotos siempre que mi histérica cámara me lo permitía. Y Barcelona era una fiesta porque de pura casualidad caí en plena fiesta de la mercé: la virgen de la mercé es la patrona de la ciudad, hace muchos años salvó a los barceloneses de distintas pestes y todos los septiembres se le rinde culto. En cada plaza del barrio gótico habían armado un escenario y todas las noches tocaban diferentes bandas una detrás de la otra, mientras la gente iba bailando de aquí para allá y los paquis vendían latas de cerveza helada a un euro. Por las calles principales pasaban desfiles con carrozas, orquestas y muñecos gigantes y giratorios. Un verdadero espectáculo. Anduve vagando solo la mayor parte del tiempo, porque si bien iba a encontrarme con una amiga y tenía alojamiento en una casa de familia, decidí cortarme por las mías e interactuar con la gente que casualmente se cruzara en mi camino. Entonces amarré en un hostel en pleno barrio gótico, regenteado por una gente muy simpática y lleno de jóvenes viajeros de todas partes del mundo. Ahí y en las calles hice amigos y amigas de Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Colombia, España, Estonia, Francia e Italia. Y la pasé de puta madre en esta ciudad cada día más cosmopolita. Volví a caminar por Paseo de Gracia mirando los edificios gaudianos bien desde abajo, a patear por las ramblas, a admirar la Sagrada Familia y sus progresos que nunca llegan a terminarla, a sentarme en las entradas de los edificios en la pintoresca y nauseabunda Barceloneta, a caminar por la villa olímpica mirando el mar hasta que la playa dice basta, me fui, no estoy más. Solo y acompañado, anduve por todas partes sin parar. Un día decidí alejarme un poco de la ciudad: tomé un bondi hasta Castelldefels y me recorrí toda esa playa anchísima, me comí una paella marinera espectacular con los pies en la arena y mirando el mar, que tanto me llena de energía, y me pasé casi dos horas barrenando las pequeñas olas. La puta, que vale la pena estar vivo. Una tarde me topé con una degustación de cavas catalanas: por unos pocos euros te daban cinco copas de vino cargaditas y cuatro tapas de quesos, salames y otras delicatessen, y todo frente al puerto, mirando los veleros amarrados sobre el agua. Me quedé hasta la noche, comiendo, bebiendo y charlando con los bodegueros y otros degustadores, mientras se ponía el sol. En los escenarios de la fiesta de la mercé, me vi dos orquestas de jazz increíbles y un negro funky soul que parecía la reencarnación de James Brown. Hace tiempo que no me divertía tanto y gratis. Es que Barcelona era una fiesta, y yo estaba ahí para olvidarme de todo lo demás. Hasta el último minuto antes de emprender el viaje de vuelta, me quedé colgado viendo los fuegos artificiales finales que iluminaron el Montjuïc como si fuese de día. Al subir al bondi que me devolvió a Madrid, acaparé un asiento de dos que no era el mío, posé los ojos en mi viaje al fin de la noche mientras despedía distintas esquinas de esa Barcelona tan bella e iluminada y sonreí pensando en qué importaba lo que me deparara el futuro, con ese presente. Más tarde me quedé dormido dentro de mi propio sueño.